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Artistas callejeros resisten desalojo de una antigua casona

Por Luciana Sosa.- El inmueble está en Ovidio Lagos al 1200 y supo ser refugio de maleantes. Hoy lo habitan 20 personas que armaron un centro cultural.

En el barrio nadie supo decir cuántos años lleva abandonada por sus dueños la casona de Ovidio Lagos 1237, lo cierto es que luego de varias malas experiencias con los ocupantes casuales del inmueble, llegó un grupo de artistas callejeros que arregló, limpió y ornamentó el lugar, donde hoy funciona el lo que ellos denominan centro cultural Casa Pirata. Ayer, alrededor de las 10, se montó un operativo policial y judicial para desalojar a los ocupantes del inmueble ante la mirada de quien se identificó como apoderado de la dueña del lugar. Los jóvenes resistieron, pero la incertidumbre se apoderó de ellos. Si bien ayer no se concretó el desalojo, saben que puede ocurrir en cualquier momento.

Casa Pirata surgió hace más de un año de la mano de artistas callejeros en la promoción de la cultura y en la realización de talleres que ofrecen “a voluntad” a los chicos y jóvenes del barrio. “Esta vivienda llevaba años abandona, incluso sabíamos que la ocupaban, cada tanto, personas que después salían a robar a otro barrio, porque acá ya los conocían”, contó Marisa, una de las ocupantes de la casa.

Marcos, otro de los que viven en esa casona, comentó que desde que llegaron a la vivienda “se empezó a correr la voz entre los que trabajamos en los semáforos, los que nos ganamos la vida de esto, y así fue como empezamos a instalarnos, y arreglamos toda la casa”.

Si bien no hay signos en la fachada de que allí funcione un centro cultural, con sólo caminar por los pasillos de la casona resulta evidente la intervención de los artistas. No hay pared que no tenga un dibujo, una pintura decorativa o algún aplique colorido. También hay algunas telas enrolladas para las clases de trapecio en tela, alfombras para las clases de teatro, una habitación que se utiliza como “camarín”, con percheros repletos de trajes con brillo, colores y diversos diseños que utilizan en sus presentaciones callejeras.

En el lugar también se dictan clases de música, canto y acrobacia, entre otras disciplinas.

Ana, una vecina de la Casa Pirata, aseguró en diálogo con El Ciudadano que los ocupantes “nunca tuvieron problemas con los vecinos. Al contrario, muchos chicos del barrio van a los cursitos que dan, que son casi gratuitos. Vemos que entra y sale gente todo el tiempo, que trabajan en los semáforos de esta zona, pero a muchos otros los hemos visto en otras avenidas. Sería una lástima que se fueran porque no queremos que la casa vuelva a estar vacía y la ocupen los delincuentes que la ocupaban años atrás”.

“Esto era una mugre, daba miedo, pero desde que están estos chicos la han pintado y arreglado. Es su casa así que la cuidan mucho”, dijo uno de los vecinos que, cruzado de brazos, miraba a los habitantes de la casona cantar desde la terraza.

“Latinoamérica Pirata”

Los jóvenes que viven desde hace más de un año en la casona contenían las lágrimas por la bronca, la incertidumbre y el dolor de tener que dejar el que han armado como su hogar.

Martín, uno de ellos, comentó que llegó a la casa hace “poco más de dos meses. Siempre vi como desde la casa se le dio un techo a los artistas callejeros que no tienen cómo pagar un alquiler, que ganan monedas en las calles y que aportan a este lugar como si fuera su hogar”. Hay jóvenes provenientes de Chile, Perú, Brasil, Colombia y de distintas provincias de Argentina que encontraron un lugar en esa vivienda antigua.

“Casi toda Latinoamérica está representada en la Casa Pirata, así que haremos lo posible por no dejar la casa, porque no tenemos dónde ir”, dijeron al unísono.

Con la Policía no hay onda

Los integrantes del grupo ocupante aseguraron a El ciudadano que personal de la comisaría 6ª realizó un allanamiento hace unas semanas atrás y “nos sacaron todo”. “Vinieron con una orden de allanamiento por usurpación y nos sacaron una computadora, dos notebooks, los celulares de muchos de los chicos, dinero en efectivo y hasta la lata que teníamos con las monedas recolectadas de ese día en la calle. Se llevaron también dos cámaras de fotos digitales, tres reproductores de MP3 y hasta un par de medias nuevo”, detallaron, y agregaron que, según sus averiguaciones, “ese allanamiento no quedó registrado en ningún libro, es como si nunca hubiera sucedido. Entonces, ¿dónde están nuestras cosas?”.

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