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Asaltaron a un quiosquero y lo mataron de dos balazos

La víctima era técnico de Cablehogar y había acompañado a su mujer a las 7.30 al comercio para que no lo abriera sola.

Primero fue víctima de un robo. Había perdido los 5 mil pesos que tenía para pagar el día siguiente a proveedores. Pero la bronca fue más fuerte. Salió a la calle y le tiró un piedrazo al asaltante, que le respondió a tiros. La víctima etrocedió unos pasos, trastabilló y cayó al piso. La trasladaron al Heca y una hora después murió. Según testigos, el asesino subió a una moto y desapareció de la escena del crimen. En medio del ataque también fue lesionado un ciclista que pasaba por el lugar.

Rubén Alberto Figueroa tenía 56 años y trabajaba como técnico en Cablehogar. Estaba casado con Mercedes desde hace muchos años. Con ella tuvo dos hijos, Matías y Celeste, y dos nietas. Una de ellas se llama Cielo, que inspiró el nombre del comercio donde ocurrieron los hechos ayer por la mañana.

Según testigos, el problema arrancó unos minutos después de las 7.30. Rubén fue a acompañar a su mujer para que no abriera sola quiosco, que está ubicado en la ochava sudeste de Montevideo y Castellanos. Después tenía que ir a rehabilitación, por un problema de rodilla que lo tenía alejado de sus tareas diarias; pero nunca llegó.

Vecinos de barrio Echesortu contaron que mientras el matrimonio ordenaba el lugar para la jornada de atención al público se les apareció un muchacho “flaquito, blanquito, sin cara rara” que, apuntándolos con un arma, les exigió que les entregaran la plata de la caja. En una situación normal, en el negocio sólo hubieran tenido plata chica, el cambio para el día.

Pero el matrimonio había decidido dejar en la caja registradora la recaudación de la jornada anterior, para hacer los pagos a proveedores; por lo que le dieron al ladrón 5 mil pesos. “El pibe estaba amanecido, extraviado”, contó a El Ciudadano un allegado al caso.

Con el botín en su poder, el asaltante salió del comercio, tomó Constitución y se dirigió hacia el sur. De acuerdo con algunos testigos, a mitad de cuadra había estacionado una moto tipo enduro color azul en la que lo esperaba un cómplice. Otros aseguraron que estaba solo. Lo que sí quedó claro fue el desenlace.

Mientras el ladrón huía del lugar del robo, Raúl decidió salir del quiosco para intentar detenerlo. Tomó varias piedras del piso y se las tiró. Ante la situación, el asaltante volvió a desenfundar su arma y gatilló varias veces. Algunos vecinos dijeron que fueron entre 7 y 10 tiros. Otros señalaron que, como mínimo, fueron 4. Tres disparos, seguro. Uno pegó en la pantorrilla de Sergio A., un muchacho que pasaba en bicicleta por Montevideo. Dos le dieron a Rubén: uno en la pierna derecha y otro en el tórax.

Cuando los tiros lo alcanzaron, el quiosquero estaba parado a unos 3 o 4 metros de la esquina, por Constitución, más o menos a la altura del 1614. Dio unos cuantos pasos hacia atrás, trastabillando y se desplomó, boca abajo, sobre el frente del local. Mientras, su asesino arrancó la moto enduro y se fue, en contramano, hacia el sur.

Según fuentes del caso, a Rubén lo trasladaron al Heca minutos antes de las 8, en un móvil del Sies. Pero los médicos no pudieron estabilizarlo y falleció una hora después.

Sergio A. también fue atendido en un centro de salud. Su cuadro clínico no revestía gravedad.

Hasta ayer a la noche el fiscal de Homicidios Dolosos Florentino Malaponte no tenía detenidos ni sospechosos por el caso. De acuerdo con voceros de la pesquisa, esperaban encontrar datos entre los empleados de una obra en construcción que funciona frente al lugar donde fue ejecutado Rubén.

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