Rolando Mansilla tenía 12 años y era uno de los tantos soldaditos que custodian los búnkers de drogas en la ciudad. Su lugar era la terraza de una precaria y fortificada vivienda de Magallanes 300 bis, en barrio Ludueña. Su función era mirar desde esa suerte de atalaya y, además de advertir algún peligro, controlar la llegada de los compradores, las que anunciaba al vendedor, su hermano de 10 años, que estaba encerrado en el primer piso de la edificación. Anteanoche, el niño se asomó y vio a dos personas que comenzaron a tirarle. Dos balas en las piernas, una en el ojo. Las gotas interminables de la sangre de un niño comenzaron caer a la vereda, mientras sus asesinos cubrieron su huida a pie. Ese búnker es conocido en la crónica policial. De ahí partió uno de los bandos que desató un tiroteo que terminó con la vida de la dirigente social Mercedes Delgado en 2013 (ver aparte).
El homicidio ocurrió anteanoche en Magallanes al 300 bis, en la puerta de un búnker de drogas que funciona, de acuerdo con vecinos, desde 2009. Es una construcción compuesta por dos casas linderas, en las cuales “se vendía droga a toda hora”, dijeron las mismas fuentes.
También contaron que el comercio siempre fue atendido por adolescentes y niños, que cumplían jornadas de doce horas ininterrumpidas, en las que muchos de ellos eran obligados a trabajar bajo amenaza de muerte. “Muchas veces vimos cómo les pegaban a nenes para que se pusieran a vender. Los molían a palos y, si la caja no daba, también los obligaban a trabajar gratis”, explicaron a El Ciudadano varios muchachos que con indignación desmenuzaron todos los movimientos del búnker que, al margen de numerosos operativos realizados en el lugar, sigue funcionando, como si nada.
La fiscal que investiga el homicidio, Marisol Fabbro, fue al lugar y habló con los vecinos. Y coincidió con ellos en que el lugar era un búnker. “Es una vivienda donde todas sus puertas de acceso y ventanas se encontrabas cerradas. Más allá de soldadas, se encontraban cerradas. No había ningún elemento de interés en el interior, no había estupefacientes ni ningún elemento que pudiera evidenciar esto que nos comentaban los vecinos. No obstante, los mismos vecinos manifiestan que el año pasado se derrumbó un búnker en el lugar y que, en este momento, continuaría funcionando. Obviamente no sabemos si entre el momento del hecho y el momento en el que llega la primera unidad, que se comisiona en el lugar, hubo un tiempo como para que se retire cualquier elemento de interés”, sostuvo Fabbro.
De acuerdo con estos testigos, la gente que atiende el punto de venta de drogas varía permanentemente; los chicos cambian siempre y nunca están las mismas personas más de tres días. Siempre según estos voceros, los que atendían el bunker anteanoche eran Rolando Mansilla, de 12 años y encargado de la custodia, y su hermano, de 10, de la venta.
El papá del niño es oriundo del Chaco y afirmó que Rolando no vivía con él, sino con una tía a la que el chico “se le escapaba”.
“Por la mecánica de este tipo de hechos y sin necesidad de aventurarme, lo que la gente manifestaba anoche (por la del jueves) es que era lo que comúnmente en la jerga llamamos soldadito: custodiaba el lugar. Es más, había un colchón con un brasero en el techo: como que él pasaba las noches ahí. No se si él o justo estaba él anoche”, describió la fiscal. Anteanoche, precisamente, la temperatura bajó hasta acercarse al cero grado.
Los vecinos aseguraron que Rolando trabajaba en la azotea, desde donde controlaba a los clientes que eran atendidos por el otro niño, desde el interior de la construcción. Cada vez que escuchaba la llegada de compradores se iba hasta el límite del techo de chapa y miraba que las transacciones se realizaran con normalidad. “Tenía un mechero para calentarse y un arma. Así estaba 10 o 12 horas laburando a la intemperie”, explicaron vecinos.
Por eso a los asesinos les fue fácil sorprenderlo el jueves, cerca de las 21. Según testigos, dos muchachos llegaron caminando, se pararon frente al búnker y tiraron un tiro al aire: Rolando salió corriendo a ver qué era lo que pasaba, disparó sobre un auto que estaba parado en la vereda opuesta y fue alcanzado por tres plomos. Dos le dieron en la pierna izquierda y otro en el ojo derecho, que le atravesó el cerebro y le salió por la cara opuesta del cráneo. El nene quedó tendido sobre la azotea y su sangre fue cayendo poco a poco a la calle. Con el niño ya muerto, sus verdugos se fueron caminando.Unos minutos más tarde llegaron varios muchachos, sacaron al hermano de Rolando de adentro, cargaron la droga, se llevaron un perro rottweiler y dejaron el lugar deshabitado, contaron vecinos. En la escena del crimen, secuestraron 2 vainas calibre 9 milímetros y una botella con nafta, tipo bomba molotov. Testigos señalan que los matadores tiraron no menos de 8 tiros.
Niños: víctimas de trata
Desde hace años, la defensora del fuero federal Matilde Bruera plantea que los menores que son encontrados en los lugares de expendio de droga sean contenidos en la ley de trata que sostiene que, al ser víctimas de explotación, no son punibles. “Son el escalón más débil de la cadena. Y creer que deteniendo a estos chicos se combate el narcotráfico, es lo mismo que creer que se detiene penalizando al consumidor”, sostuvo Bruera. “Son personas muy vulnerables que están en los búnkers para afrontar allanamientos policiales o peleas con otras bandas. A veces son niños, otras mujeres embarazadas o chicos mayores de edad en estado de suma vulnerabilidad”, agregó.
El 11 de noviembre de 2012, detuvieron en Granadero Baigorria a un nene de 13 años en un búnker con pequeñas cantidades de marihuana y cocaína. El fiscal Marcelo Degiovanni, a cargo de la Fiscalía Federal N° 1 de Rosario, pidió la intervención de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex), cuyo titular, Marcelo Colombo, aceptó intervenir al considerar también que el empleo de niños y niñas para la venta al menudeo de estupefacientes puede encuadrarse en el delito de trata de personas con fines de explotación laboral. “Podría plantearse la hipótesis de que el imputado haya utilizado al menor como víctima de trata de personas y que la finalidad de explotación haya consistido precisamente en obligarlo a vender sustancias estupefacientes”, dictaminó. La presencia de niños y niñas en los lugares de venta de droga preocupa a los fiscales federales de Santa Fe, quienes sospechan que las bandas se aprovechan de menores de edad en situación de vulnerabilidad para esconder a los verdaderos responsables, según publicó el sitio web www.fiscales.gov.ar.
Heridos y venganza
En la tarde de anteayer, alrededor de las 17, dos jóvenes fueron atacados a balazos en Olavarría al 900 bis por motociclistas. Como saldo, Juan Carlos E., de 27 años, recibió un tiro en el ojo izquierdo que le quedó alojado en el cráneo, mientras que Mauro R., de 18 y apodado Gordo Mauro, fue herido de un tiro en abdomen y otro en la pierna derecha. Los investigadores del crimen de Rolando Mansilla no descartan que ambos episodios estén vinculados.
Un vocero del caso recordó que Mauro es integrante de un clan acusado por el crimen de la militante social Mercedes Delgado, quien quedó en medio del tiroteo entre dos bandos el 8 de enero de 2013 en Bielsa y Garzón. “Estuvo mencionado en la investigación del homicidio, aunque zafó temprano de las sospechas”, recordó esta fuente. Por el homicidio está procesado el padre de Mauro, Héctor R., alias Chaqueño, de 45 años y quien se mantuvo prófugo 20 meses, mientras que otro hijo, Matías, apodado Chino, está encausado por el tiroteo inmediatamente anterior al asesinado de Delgado. Unos meses antes, en junio de 2012, cuando por su edad no era punible, fue apuntado como uno de los dos muchachos que mataron a César Ayala durante un robo en Bielsa y Pedro Lino Funes.
El Gordo Mauro también estuvo mencionado en el homicidio de Daniel Bulox, un ex convicto por narcotráfico ultimado a tiros en febrero pasado en Carrasco y Barra por dos motociclistas. Fue detenido horas después del crimen en Esquiú y Teniente Agneta con una pistola 9 milímetros en su poder luego de que un vecino lo denunciara por efectuar disparos en el barrio. Unos meses antes, en mayo de 2014, otro vecino acusó al Gordo Mauro y a su hermano Bodoke de haberle robado una moto frente a su casa de Gorriti al 6100.