José Alberto Benítez se ganaba la vida como peluquero. Los vecinos de calle Buchanan al 300 coincidieron este martes en lo mucho que lo apreciaban. Fue luego de que lo encontraran asesinado, minutos pasadas las 9, en esa dirección de barrio La Florida. Allí vivía con sus dos perritas y tenía su negocio. «Qué raro que todavía no abrió», le dijo una mujer a otra de la misma cuadra. Se acercaron y lo descubrieron tirado en el piso de la cocina. Tenía las manos atadas a la espalda con un cordón de zapatillas y una remera enroscada en el cuello. Las aberturas de la vivienda no habían sido forzadas. La ducha del baño estaba abierta y había dos vasos junto a una botella de gaseosa sobre la mesa.
Alberto o José Alberto, así lo conocían. Tenía 37 años y hacía varios que trabajaba y vivía en la zona norte. Antes, lo hacía a dos cuadras de Buchanan al 300, donde lo encontraron muerto. Todos lo apreciaban. Tenía la peluquería en planta baja y, arriba, su vivienda.
La fiscal Marisol Fabbro se hizo cargo del caso. Confirmó que de la primera revisión de la vivienda no surge la hipótesis de robo: no parecía faltar nada. Estaban la computadora, la motocicleta y el televisor de la víctima. Agregó que los dos vasos hallados sobre la mesa –uno con la gaseosa a medio tomar– y las aberturas sin violentar apuntan a que Benítez había estado con otra persona. Sin los peritajes terminados, especuló que lo asesinaron entre la noche del lunes y la madrugada del martes. El médico policial dictaminó muerte por asfixia «con un toallón».
Un dato singular: en la casa encontraron precintos plásticos, utilizados en trabajos de electricidad, por ejemplo, pero también para maniatar personas.
El parte policial menciona el testimonio de familiares y vecinos: José Alberto vivía solo, era homosexual pero no mantenía ninguna relación afectiva estable.
«Era maravilloso», resumió una señora la opinión común al resto de los habitantes de la zona, a metros de la conocida Posta 36, en la calle Buchanan que no tiene bajada hacia la costanera y en la cuadra donde doblan con dificultad los colectivos de la línea 153 Negra. «Una vecina me toca el timbre a las 9 y cuarto y me dice «qué raro que no abre»», relató la mujer. Su marido se acercó a la casa de dos plantas. Encontró la puerta que da sobre un pasillo lateral al negocio cerrada, pero sin llave. Dentro, el hombre de 37 años en el piso. La Policía llegó pasadas las 10. «Entramos con uno de los chicos que trabajaba allí», siguió la vecina, en referencia a la peluquería y entre sollozos.
José Alberto tenía dos perras. La mujer del relato, dos perros que –explicó– ladran cuando se acerca alguien que no conocen. Pero nadie escuchó nada, dijo. Todo apunta a que, antes de perder la vida, Benítez estuvo con alguien que conocía.
La Policía, por orden de la fiscal Fabbro, se aprestaba a relevar las imágenes de cámaras de seguridad de la zona para poder identificar a la persona con la que la víctima compartió sus últimos momentos.
La única certeza de la mañana del martes era el cariño que los vecinos, cercanos y no tanto de La Florida, le tenían a José Alberto. Lo reflejaron hasta en los grupos de WhatsApp que se arman, como en otros barrios, por «el tema de la inseguridad». En los intercambios por celulares expresaron, tras la inicial sorpresa, el dolor por el crimen del peluquero.