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Atentados anarquista: ¿un invento de los medios?

Semanas atrás los medios dieron cuenta de atentados con bombas caseras atribuidos a militantes anarquistas que dejaron dudas acerca de si no estaban operados por inteligencia oficial. En Rosario ya hubo un sonado y similar caso en 1917

Semanas atrás volvieron a las tapas de los diarios los anarquistas y, otra vez, fueron acusados de atentados, uno en particular contra el sepulcro del represor Ramón L. Falcón, aunque se sospecha que pudieron estar armados por servicios de inteligencia y la prensa oficial. Los libertarios no están ni estuvieron ausentes de nuestra realidad social y, de hecho, predominaron en el movimiento obrero y en los sectores populares entre la última década del siglo XIX y la Década Infame. Y si bien es cierto que algunos de ellos protagonizaron atentados, es también cierto que la enorme multitud ácrata se inclinó por otras formas de lucha y organización para terminar con la opresión del Estado. Sin embargo, sus opositores de la clase alta argentina aprendieron a usar el rechazo social que generaban los atentados y los usaron en contra de los anarquistas. Hace 100 años la noticia de que un “ruso” tenía un arsenal de bombas en su cuarto de pensión de barrio Refinería fue uno de los motivos que desactivó una larga y aguerrida huelga de ferroviarios. El “caso Glinsky” mantuvo en vilo a los rosarinos durante octubre y noviembre de 1917, hasta que se supo que fue una operación policial y de prensa que nunca fue totalmente aclarada por los medios masivos.

 

El universo ácrata

La ideología anarquista se fue generando al calor de la I Internacional a mediados del siglo XIX y, entre sus principales figuras encontramos a Mijaíl Bakunin. Como tantas otras ideas, el anarquismo llegó a nuestro país de la mano de hombres y mujeres que buscaban una vida mejor, además de otros perseguidos en sus países de origen. Sin embargo, una buena cantidad de ellos, ya en suelo argentino, descubrió y decidió acercarse al anarquismo. A ellos debemos sumar una inmensa masa de criollos y criollas que adoptaron esas ideas. La ideología libertaria supone que no se debe reconocer ninguna forma de gobierno ni de dominación porque todas son opresoras y van contra la libertad individual. En cambio, el no gobierno de la anarquía no significaba para ellos el caos que muchos imaginan, sino una alianza entre iguales, una colaboración mutua, una forma de solidaridad y fraternidad.

 

Anarcos individualistas

Ahora bien, el universo anarquista no era ni es homogéneo y tuvo muchas aristas de pensamiento. La historiadora Alejandra Monserrat sostiene que en Rosario predominó la vertiente individualista entre 1890 y 1900, que presuponía toda oposición a la organización. Incluso dentro de esta corriente había anarquistas que se inclinaban por promover hechos políticos como disparadores de estallidos sociales. Algunos de estos anarquistas atentaron contra la vida de políticos pensando que así iban a lograr un levantamiento social, pero sólo consiguieron más represión al conjunto ácrata. Salvo Severino Di Giovanni y su grupo,  esta corriente no tuvo demasiada participación en nuestro país ni en nuestra ciudad, y muchos de ellos se nuclearon alrededor de publicaciones como <El Perseguido<. A partir de 1900, predominó una corriente que se proponían incentivar la organización de sindicatos o comités de resistencia y se reunieron en torno al diario <La Protesta<, la Federación Obrera Regional Argentina (Fora) y la Federación Obrera Local Rosarina (Folr). Su propuesta no era hacer atentados, aunque en momentos de huelga se levantaron vías, se cortaron cables de telégrafos o se incendiaron galpones, sino que impulsaron las huelgas revolucionarias para que el pueblo rosarino se levante en contra de la opresión.

 

Rosario, 1917

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Rosario comenzó a sentir los primeros signos de agotamiento del modelo agroexportador. Siendo una ciudad clave en el comercio de granos, la urbe portuaria del Paraná había crecido espectacularmente pasando de una pequeña población de cinco mil almas a ser una metrópoli de 300 mil personas hacia 1914. El gran contingente de inmigrantes europeos había transformado esa geografía y hacía pensar a la élite social que sus calles, su gente y sus servicios de comercio bastaban para denominarla la “Fenicia argentina”. Sin embargo, el estornudo de crisis mundial generó una fuerte gripe en la ciudad que, como el país, tenía una economía totalmente abierta al mundo. El precio de la papa por ejemplo se multiplicó por 20, sin hablar de la carne y el azúcar. Por primera vez aparecieron los desocupados. El tema fue que los barcos que llegaban a Rosario de a centenares dejaron de hacerlo y apenas si llegaron una decena durante los primeros dos años de la guerra. La cuestión fue variando hacia 1916, el comercio retomó el pulso pero no así los salarios. Para peor, las empresas aprovecharon la crisis y recortaron en donde pudieron. Así lo hizo la inglesa Ferrocarril Central Argentino, que dispuso en mayo de 1917 que los trabajadores del aserradero, actual shopping Alto Rosario, trabajen solamente siete días al mes. Por su parte, hombres y mujeres de la clase obrera de los barrios Refinería y Talleres emprendieron una feroz huelga donde pedían que les den por lo menos tres días de trabajo a la semana. Dicho paro tuvo sus altibajos y duró desde junio a octubre pero una noticia aparecida en los medios buscó desgastar a la unidad obrera.

 

El caso Glinsky

El jueves 11 de octubre de 1917 el diario <La Capital< dio cuenta de la explosión de una bomba en el barrio Arroyito que causó dos heridos. Según la información, en el número 675 de la antigua Cortada 6, donde vivían el español Agapito Sánchez, obrero del Ferrocarril Central Argentino y plegado a la huelga, y el ruso Juan Glinsky (también mencionado en principio como Liusky) habían encontrado un verdadero arsenal. Se habló incluso de una conspiración maximalista en tiempos donde la Revolución Rusa generaba informaciones todavía confusas de su desarrollo y sus moradores fueron detenidos. En ese marco se confundían la palabra ruso con judío, maximalista con anarquista o socialista, pero en manos de malintencionados proponían generar un estereotipo de conspirador y terrorista. Incluso Glinsky aparecía como el responsable de la Unión de Obreros Rusos en nuestra ciudad. Con el correr de los días esa información perdió sustento porque no se pudo afirmar que hubiera una explosión y menos que los dos sujetos apresados hubiesen sido conspiradores. Lo que estaba claro era que habían participado activamente de la huelga ferroviaria que se expandía hacia otros centros fabriles, y que el inventado episodio de las bombas sólo sirvió para apresarlos a ellos y a una decena de dirigentes obreros.

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