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Atípica presencia en Malvinas

Por Paulo Menotti.

La comunidad judía de la Argentina es una de las más importantes a nivel mundial. Llegados de Europa junto a otras colectividades convivieron pacíficamente en nuestro país salvo en ciertas ocasiones donde fueron perseguidos, como en la “Semana trágica” de enero de 1919 o en reiteradas muestras de desprecio que sufrieron a través de sectores racistas, aspectos que siempre denunciaron. Sin embargo, los judíos argentinos nunca develaron las veces que estuvieron al “servicio de la Patria”. De hecho, uno de ellos es el actual canciller Héctor Timerman, que encabeza el reclamo por la soberanía argentina sobre las islas Malvinas.

No hace mucho, el periodista Hernán Dobry, quien investigaba la relación entre la comunidad judía y la última dictadura militar, se topó con una noticia que lo cautivó. En diarios de 1982 descubrió que “tres rabinos” viajaron al sur a prestar ayuda a los  conscriptos convertidos en soldados que estaban en la Guerra de Malvinas. Ese pequeño recorte informativo terminaría transformándose en el libro Los rabinos de Malvinas. La comunidad judía argentina, la guerra del Atlántico sur y el antisemitismo, que indaga en  el recorrido de los religiosos pero también en por qué la religión católica es la única que presta servicio espiritual a la Fuerzas Armadas, así como en los sentimientos y experiencias de los combatientes durante el conflicto. Dobry se detuvo y profundizó en estos aspectos en la entrevista que sigue.

Existe un lamentable sentido común en nuestra sociedad que dice que un judío la va a pasar mal en el Ejército argentino. ¿Fue ese un motivo para escribir el libro?

—No, esa es una historia que no tuve en cuenta. No el antisemitismo en las Fuerzas Armadas, que lo imaginaba, sino que no fue mi punto de partida. El libro surge de una investigación que yo vengo haciendo desde hace años sobre la relación entre la  comunidad judía y el gobierno de la última dictadura militar. Yo estaba estudiando periodismo, escribí mi primer libro que se llamó Operación Israel y que trata de la venta de armas del Estado hebreo a la dictadura argentina. Mientras investigaba, registré los diarios judíos de la época y aparece un artículo titulado Tres rabinos viajan a Malvinas. Me llamó la atención porque no estamos acostumbrados a que haya rabinos en las Fuerzas Armadas y lo dejé pendiente pero con intención de continuarlo. Me pregunté qué podía hacer con eso, si una nota periodística, un paper académico o un libro. No sabía qué podía encontrar si tiraba de la piola de ese recorte. Cuando retomé el tema, me di cuenta que estos eran los primeros religiosos no católicos que prestaron asistencia espiritual en esas fuerzas, antes de Malvinas y después, porque fue una experiencia única. Eso me produjo un click por su trascendencia histórica, en cuanto a la práctica de las igualdades religiosas dentro del país. Al mismo tiempo vi que era la historia de un fracaso, porque los rabinos no cumplieron su objetivo de entrar de lleno en la guerra, pero a la vez es la historia de un triunfo porque estos rabinos fueron los únicos no católicos, es decir, no hubo evangélicos, musulmanes o de otras religiones que hayan participado. Eso es igual en el presente; a pesar de la modernización que tuvo la institución en materia de género y derechos humanos, sigue sin abrirse a otras religiones.

— ¿Y cómo surgió el interés de los rabinos por ir a la guerra?

—Cuando indago encuentro a los rabinos que viajaron al sur y me entero cómo fue la negociación entre la comunidad y el gobierno militar para que ellos pudieran trasladarse a las ciudades argentinas que eran bases de apoyo a la guerra: Rawson, Comodoro Rivadavia, etc. Esto fue un pedido de la comunidad judía porque no hubo nadie entre los militares que pensara en la necesidad de los soldados. El pedido fue aceptado y la cuestión era si llegaron o no estos religiosos al teatro de operaciones. De los tres rabinos, hay dos designados a la Patagonia, uno con destino a Comodoro Rivadavia y otro a Río Gallegos, porque eran los centros principales de logística argentina. El tercero fue destinado a Puerto Argentino, que por un montón de vicisitudes no pudo llegar. Hasta ahí tenía la historia de cómo había sido la primera y única experiencia de un religioso no católico en las Fuerzas Armadas.

— ¿Cómo fue la experiencia de soldados judíos y rabinos?

—En general, los judíos que estuvieron con los rabinos no llegaron a Malvinas. Sin embargo, un soldado que aparece en la tapa del libro, si llegó. Él estaba en Comodoro Rivadavia hasta que le informaron que tenía que ir a las islas, y lo mandaron en junio de 1982 a la primera línea de fuego. Un planteo que me hacía era por qué era importante un rabino, un cura, un pastor o para qué le servía a un tipo que estaba en el medio de la balacera que venga un religioso. Yo tengo mis respuestas pero no soy quien tiene que darlas; pensé que era mejor que hablara un protagonista de ese suceso. Esto, sumado a lo que conocemos de Malvinas, donde los pibes se morían de hambre y de frío. Un  rabino puede pesar 90 kilos, más vale les hubiéramos mandado 90 kilos de ropa o de comida, pensaba yo. Con estos interrogantes empecé a buscar a los soldados que habían peleado en la guerra y preguntarles a ellos. Muchos me dijeron que un rabino les  hubiera salvado la vida, que lo hubieran abrazado; “porque lo que nosotros sufrimos allí fue mucho, necesitábamos hablar con alguien que estuviese por fuera”, me  respondieron. El capellán del Ejército siempre es un tipo contaminado, es decir un militar mimetizado con el círculo castrense. En cambio, el rabino era una persona que venía de afuera de ese mundo.

¿Se conoce cuántos judíos estuvieron en Malvinas?

—Es muy difícil saberlo porque no hay un padrón de judíos, ni de evangélicos, ni de católicos. Hay un padrón de veteranos de Malvinas. Encontrarlos a todos significaría saber quiénes son todos, y para eso es necesario llamar a los ex combatientes y  preguntarles. Yo encontré treinta. Después de la investigación encontré diez más. Pero mi objetivo no era encontrar a todos, sino hacer una muestra representativa para poder contar lo que vivió esa gente. Con la presentación de este libro y los homenajes empezaron a aparecer otros más.

¿La comunidad les hizo algún homenaje antes de la aparición del libro?

—No, ni siquiera sabían que existía. En Córdoba me invitaron junto a un veterano de Malvinas que fue quizás uno de los más torturados entre los judíos.

¿Torturado por ser judío?

—Sí, los treinta soldados que investigué fueron torturados con una clara saña antisemita que iba desde lo verbal hasta lo físico. Este ex combatiente que estuvo en Córdoba fue el que peor la pasó. Incluso porque era asmático y tuvo mucha repercusión. Durante la presentación se levanta un muchacho de la primera fila y empieza a tartamudear, a expresarse con dificultad, y dijo que él había peleado en Malvinas. A él no lo encontré antes porque en su provincia no lo contaban porque había hecho la colimba en Corrientes. Por eso, siempre aparece más gente. Por ejemplo, en Rosario no tengo a ningún judío que haya participado en la guerra, pero puede aparecer alguien.

¿Hubo un affaire Dreyfus en Argentina?

—No, la acusación de espionaje contra los judíos existió siempre. A aquellos judíos que les tocó hacer la colimba en la Patagonia los cachetearon siempre con que eran unos vendidos, que querían conquistar la Patagonia, etc. Siempre les dijeron eso pero como parte del antisemitismo cultural que está al mismo nivel de la acusación de que los judíos mataron a Cristo. Sin embargo, no hay un caso similar al affaire Dreyfus y menos en Malvinas. Sí una saña contra aquellos que fueron torturados. En este tema hay que aclarar que no todos los que fueron a Malvinas fueron torturados, sino que hubo ciertos oficiales que torturaron a sus compatriotas así como hubo otros que cumplieron su labor profesional honestamente.

Antisemitismo y después

Acerca del antisemitismo característico en el seno de las Fuerzas Armadas nacionales, Dobry apuntó: “Hay dos tipos de antisemitismo en las Fuerzas Armadas, uno tiene que ver con una postura ignorante y otra con una doctrinaria. En la suboficialidad, que es la menos formada, la acusación a los judíos viene por una falsa información brindada desde los propios capellanes católicos. La oficialidad leyó el Mein Kempff de Hitler o Los protocolos de los sabios de Sion. Eso tiene que ver con el nacionalismo inculcado y no es netamente un tema religioso. Todo envuelto en el mito de la avaricia de los judíos, que dice que son los dueños de todos los bancos. En el libro cuento la historia de un suboficial que maltrataba a los judíos y no sabía por qué lo hacía; contaba que su madre trabajaba para una persona de la comunidad que la trató muy bien. Él se preguntaba por qué era antisemita. La argentina es una sociedad bastante prejuiciosa y no solamente con los judíos”.

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