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Aún muerto militarmente, Sendero Luminoso genera debate en Perú sobre su futuro

Aunque el grupo guerrillero maoísta fue derrotado por las armas, en Perú existen diferencias respecto a su peligro político. Guzmán, muerto a los 86 años, fue protagonista de primera línea en la historia reciente del país. Ahora se analiza cual será el destino del cadáver del líder de Sendero

Por Gonzalo Ruiz Tovar, desde Lima/Télam

La muerte del fundador de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, el sábado pasado en la víspera del aniversario 29 de su captura, puso de nuevo bajo reflectores en Perú a la guerrilla maoísta y, aunque hay un consenso de que está derrotada militarmente, existen diferencias respecto a su peligro político.

Pese a que Guzmán, el autoproclamado «cuarta espada del marxismo» -tras Marx, Lenin y Mao- tenía seguidores explícitos en el Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), un grupo que nació para buscar su libertad, nadie lloró en estos días en público su muerte y hubo, en cambio, un extendido repudio a su accionar, además de advertencias del Ministerio de Justicia a procesos por «apología del terrorismo».

Más aún, el presidente Pedro Castillo, a cuyo gobierno sectores de la oposición atribuyen nexos con el Movadef, hizo este lunes un enésimo deslinde: «Una vez más, rechazamos rotundamente los actos de terrorismo. No podemos seguir en estos dimes y diretes de que tenemos ideología senderista. (Eso es) totalmente falso».

Castillo lo dijo en un acto en su departamento natal, Cajamarca, donde los «ronderos» -grupos legales de campesinos armados a los que él ha pertenecido- enfrentaron a Sendero en las décadas de los 80 y 90.

Sendero ya no existe en lo militar. El grupo que opera en la zona selvática de Vraem (Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro) y que fue su columna principal rompió ideológicamente y, según los organismos del Estado, se dedica al narcotráfico. Así, solo queda el Movadef, con una estrategia que incluye la penetración en frentes u organizaciones populares, a diferencia del aislacionismo original.

«Los del Movadef no tienen armas y creo que ni siquiera les interesa. Quieren una lucha política y pueden tener algún triunfo coyuntural, pero no van a avanzar. Porque hay un rechazo unánime contra lo que fue el terrorismo. No tienen futuro», le dijo a Télam José Luis Pérez Guadalupe, ministro del Interior en el gobierno de Ollanta Humala.

Lo que la guerrilla maoísta llamó «guerra popular» dejó casi 70.000 muertos de 1980 a 2000, la gran mayoría campesinos pobres, según la Comisión de Verdad, un órgano que identificó también otros actores que ejercieron violencia, como las Fuerzas del Estado, aunque la mayor responsabilidad la asignaron al grupo encabezado por Guzmán.

Por eso, el rechazo a Sendero fue transversal.

El resto de la izquierda también lo enfrentó y pagó con sangre: «No solo no se parecía en métodos ni formas a otras organizaciones revolucionarias, sino que las despreciaba. Y el sentimiento era recíproco», recordó tras el deceso de Guzmán el periodista de investigación Gustavo Gorriti.

Para Gorriti, cuyo libro Sendero es reconocido como una de las más prolijas aproximaciones a la guerrilla, el final de esa lucha fue en septiembre de 1992, cuando, tras una minuciosa investigación de policías que actuaban a escondidas de sus superiores, Guzmán, un ex profesor de filosofía de la universidad del departamento de Ayacucho, fue capturado en una insospechable casa de clase media en Lima, la capital del país.

Ya en su cárcel de máxima seguridad, condenado a cadena perpetua, Guzmán impulsó la creación del Movadef a través de sus abogados, Manuel Fajardo y Alfredo Crespo. El grupo ha estado activo en algunas organizaciones, como una fracción sindical disidente del magisterio de la que también formó parte Castillo.

Esa relación alimenta la teoría del nexo gobierno-senderismo. El funcionario más señalado es el ministro de Trabajo, Íber Maraví, un dirigente magisterial que ha aparecido en viejos informes de la Policía como miembro directo de Sendero, lo que él niega.

El presidente de la Comisión de la Verdad, Salomón Lerner Febres, estimó que para aclarar todo será necesario revisar lo ocurrido en esas décadas, pero sin las ortodoxias de la izquierda y la derecha radicales, que «se dan la mano para generar sus propias lecturas». Otra ex comisionada, Sofía Macher, coincidió en que hay que desterrar el «pensamiento único» en los dos extremos de un país polarizado.

Sobre qué pasará ahora con el Movadef, además, hay discrepancias.

«Su razón de ser era liberar a Guzmán y quedó sin ningún objetivo. Está muerto. Políticamente puede mantener el nombre, pero no tiene significación», dijo recientemente el sociólogo Nelson Manrique al diario La República.

«El Movadef no se creó solo para buscar la amnistía. Es la expresión de una estrategia política de Sendero, que pretende formalizarse, legalizarse, infiltrarse en el sistema», discrepó Rubén Vargas, ministro del Interior de Francisco Sagasti, el presidente interino que antecedió a Castillo.

El grupo formado hacia 1965 por Guzmán -aunque solo en 1980 tomó las armas- se nutría ideológicamente de la Revolución Cultural china y del régimen de Pol Pot en Camboya, pero también decía recoger fundamentos del «sendero luminoso» trazado por José Carlos Mariátegui, el intelectual que introdujo el marxismo en Perú.

Ahora se analiza qué hacer con el cadáver de quien creía que, tras la «traición» a Mao en China, era el llamado a recomponer al comunismo en el mundo.

Guzmán, muerto a los 86 años, fue protagonista de primera línea en la historia reciente de Perú. «Parecía un anciano abatido, pero cuando se llegaba al tema ideológico se transformaba. Hablaba como si estuviera en la plaza pública, levantaba la voz, agitaba los brazos», rememoró Pérez Guadalupe, quien, como presidente del Instituto Nacional Penitenciario tuvo en su momento acceso a la celda en que se evaporó su vida.

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