Para las detenidas en el Instituto de Recuperación de Mujeres de Rosario (Unidad Nº 5) el tiempo pasa demasiado lento y las emociones se agudizan por la angustia que provoca el encierro. Algunas se sienten impotentes por una pena que les parece injusta y otras se echan culpas por los errores cometidos. Pero un sentimiento une a todas las que son mamás y es, según aseguran, que uno de los peores castigos es no poder ver a sus hijos, no estar con ellos en los momentos en que las necesitan. Por eso, cada vez que llega el día de la madre Gladis y Eli, que hace algo más de cuatro años viven en el penal, saben que no recibirán sus mimos, sus besos y sus abrazos.
Eli cuenta que comparte su celda con otras tres mujeres de distintas edades y que algunas de ellas son también abuelas. “Para mí el Día de la Madre es muy triste, sé que no voy a poder ver a mis hijos porque las visitas son los sábados”, dice, con la voz entrecortada, mientras trata de explicar que además a sus chicos no les gusta ingresar al penal, que no toleran la requisa. “Mostrar sus partes íntimas la verdad que es muy feo. Las nenas son adolescentes y nunca pasaron por una cosa así, se criaron en otro ambiente, tienen otra educación y a mí me da vergüenza que pasen por eso; es como una humillación y prefiero hablar con ellos por teléfono. No quiero exponerlos, no quiero que sufran”, asegura.
La mujer tiene cinco hijos: Brenda de 22; Melisa de 17; Celeste de 16; Lázaro de 13 y Kevin, que la semana pasada cumplió 8. A él pudo hacerle una pequeña fiesta en el penal. El año pasado, para el Día del Niño, se organizó una jornada dentro de la cárcel. “Me disfracé de hada madrina”, cuenta Eli, entusiasmada. También dice que ganó una beca para estudiar periodismo on line gracias a su participación en el programa de radio “Mujeres tras las rejas” que se emite los jueves, de 17 a 18, por FM Aire Libre. Aunque también asegura que recibe muchas trabas por parte del Estado.
Eli recibió una condena de 19 años por el asesinato de su esposo, aunque ella insiste en su inocencia. “Para los ojos del juez soy una delincuente y en estos momentos estoy peleando la apelación. Me gustaría que la gente sepa que a veces la Justicia se equivoca. Y se equivoca mal”, remarca. Pero enseguida vuelve a hablar sobre sus hijos y repite: “A ellos les hace mal venir acá, y prefiero aguantármelas y verlos cuando voy cada 15 días a la casa de mi mamá, porque ella está enferma y tengo un permiso de Tribunales para visitarla”. Pero esas salidas también generan trastornos en la vida de los chicos, ya que al ser en días de semana para verla tienen que faltar a clases.
En el momento en que relata el motivo por el que perdió su libertad su voz se apaga de nuevo. “Hoy yo peleo, lucho, trabajo, trato de estudiar para darles un futuro mejor a ellos. No es que uno cae porque es la peor bestia del mundo, uno trata de salir adelante”, aclara, y otra vez se le dificultan las palabras.
Para Gladis, otra de las internas del penal Nº 5, el Día de la Madre no es una fecha más, por el contrario. Tiene un hijo de 28 años, “una nena de 22” y un nieto de 4 y una nietita de 2. “Además soy hija”, remarca, y cuenta con tristeza que perdió a su mamá estando detenida y que fue lo más doloroso que le pudo pasar. “Fue un domingo –recuerda–, fue horrible lo que viví ese día. Por eso, cada vez que llega este día me invade una tristeza bárbara porque es lo peor que le puede pasar a una mujer privada de su libertad”.
“Siempre digo que nadie está exento de esto. Quedé detenida junto con mi pareja y sé que le causé una gran tristeza a mi madre, me sentí mucho tiempo culpable de su muerte, aunque son el tiempo me fui dando cuenta de que ella estaba muy enferma”, relata. “Las mujeres que estamos detenidas –lamenta– parece como que no somos personas sino un número más, una matrícula, como que no somos seres humanos”.
Es evidente que la pérdida de su mamá fue una de las cosas que más la afectó. Hace cuatro años que está en el penal y asegura que luchó, con el apoyo de sus compañeras “y de la gente de derechos humanos”, para que le permitieran ir al velatorio.
Cuenta que la llevaron, y que les pidió a los encargados de custodiarla que le sacaran las esposas para poder abrazar a su mamá. “Hacía un año y medio que no la veía y era la última vez que la iba a ver. Me sacaron las esposas pero me levantaron la comisión, que quiere decir que yo tenía 45 minutos para estar fuera del penal y por sacarme las esposas me dejó solamente 15. Fue horrible”, lamenta.
Los hijos de ella ya son adultos, pero Gladis asegura que “siempre” estuvieron presentes. “Siempre estuvieron conmigo. Gracias a Dios ya recibí condena y me avisaron que me falta un mes para mis salidas transitorias, lo que significa que voy a estar con ellos y que voy a poder ver a mis nietos, porque mi nuera no quiere traerlos al penal”, explica. La vida de Gladis parece acomodarse de a poco, aunque no sin esfuerzos ni sufrimientos, y remarca: “Es verdad, cada Día de la Madre para nosotras es muy angustiante pero yo considero que el día de la mamá es todos los días y aunque sea, escucharlos por teléfono es muy gratificante”.