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Autoevaluación institucional

El licenciado Ricardo Rambaudi, director del Instituto Superior de Educación Técnica Nº 18, explicó los alcances de una herramienta clave del proceso de evaluación, “que puede ser aprovechada para que el alumno se apropie de sus logros”.

Uno de los aspectos de la tarea docente es la de evaluar los procesos de aprendizaje.

Mediante ella se mensura en qué medida se han logrado los objetivos propuestos para los estudiantes. Los conocimientos se ponen en tensión, lo que permite detectar dificultades para la búsqueda de nuevas estrategias educativas. En los últimos años, han aparecido tendencias que consideran la autoevaluación como una herramienta clave del proceso de evaluación, que puede ser aprovechada para que el alumno se apropie de sus logros.

Pero no sólo las personas son susceptibles de ser evaluadas: las instituciones también pueden ser objetos de verificación en clave educativa. En este sentido, el Ministerio de Educación de la Nación ha establecido, junto con equipos técnicos de la provincia de Santa Fe, orientaciones para la creación de dispositivos de autoevaluación para los institutos de Educación Superior. Se sostienen en un proceso de diálogo, discusión y reflexión compartida por todos los que están implicados directa o indirectamente en la actividad evaluada.

El diálogo, enuncia el documento, debe realizarse en condiciones que garanticen la libertad de opinión. Desde la apertura, la flexibilidad, la libertad y actitud participativa que sustenta un diálogo de calidad se construye el conocimiento sobre la realidad educativa evaluada. La evaluación así entendida se basa en la concepción democrática de la acción social.

A pesar de la actualidad del planteo, algunas instituciones educativas de nuestra ciudad hace muchos años que llevan adelante una política completamente innovadora vinculada con la autoevaluación institucional.

En junio de 2003 el Instituto Superior de Educación Técnica Nº 18 se embarcó en un proceso de evaluación institucional, entendida como “Evaluación que no se dirige a estudiantes ni a docentes, investigadores y funcionarios, sino a las instituciones consideradas en toda su complejidad organizacional y multifuncional, con respecto a la sociedad y a los sistemas educativos. Con la necesidad de identificar demandas, obstáculos y metas a alcanzar.

El licenciado Ricardo Rambaudi, director del instituto y creador de una comisión de Autoevaluación Institucional, sostiene que la elección de un modelo u otro de evaluación no es una tarea fácil, dado que supone adoptar una serie de decisiones metodológicas.

Decisiones en las que intervienen múltiples factores como las concepciones ideológicas, filosóficas, la forma de captar e interpretar los hechos sociales, pero sobre todo, como dice Fernández Sierra, “la naturaleza del objeto de estudio y los objetivos que la evaluación se proponga”.

“Para llevarlo adelante –dice adoptamos la concepción de evaluación institucional propuesta por el profesor Días Sobrino, que la caracteriza como: global, donde el campo de la evaluación es la institución considerada integralmente; permanente, porque debe integrarse como cultura a las estructuras de la institución; operativa y estructurante, desde el momento que está orientada hacia el conocimiento. Pero también apunta hacia la toma de decisiones y la transformación de la realidad. La evaluación debe ser un proceso que se va construyendo a través de la participación activa de todos los sujetos que en él se involucran además, tiene que ser voluntaria y adaptada a cada institución”.

—¿Cómo ponen en práctica estas definiciones desde la comisión?

—No es tarea fácil responder a todos los lineamientos descriptos, por lo que fue fundamental comenzar con un fuerte compromiso, apoyo y participación efectiva de todos los integrantes institucionales. Es por eso que a los mismos los consideramos personas implicadas, es decir “sujetos activos en el desarrollo y vida de la institución, y no meros “objeto de estudio”, reconociendo el pluralismo de valores e intereses diferentes. Partimos del principio de que el diseño o modelo de evaluación debe ser emergente, flexible, incompleto, abierto a la evolución y al cambio, según los requieran las circunstancias y el desarrollo de la evaluación. Es por ello, que tanto los métodos aplicados, como la información que se genera, es abierta, se discute y se reelabora entre los miembros de la comisión de evaluación y se pone a disposición de los interesados.

—¿Cuáles son los objetivos que se proponen alcanzar?

—Tenemos objetivos generales y específicos que tratamos de alcanzar desde la comisión de autoevaluación, entre ellos, los de instaurar el concepto de evaluación al interior de la institución para conocer la realidad institucional y sus actores. Por otra parte, apuntamos a utilizar los resultados de la evaluación como insumos de futuras políticas a implementar, consensuando con los miembros del instituto las dimensiones, subdimensiones e indicadores que van a ser evaluados. Por último diseñamos y elaboramos los instrumentos necesarios para la evaluación. Para llevar adelante esta tarea se optó por una metodología que combina y complementa atributos de las perspectivas cuantitativas y cualitativas, que permite una mejor evaluación de los hechos sociales, respetando la especificidad institucional y el contexto en el cual está inmersa la institución. Desde el inicio la comisión se propuso evaluar las dimensiones vinculadas con la organización y funcionamiento de la institución, como el proceso educativo, los órganos de gobierno y la administración. En relación con los alumnos, apuntamos a conocer su procedencia, antecedentes académicos, elección de la carrera, hábitos de estudio, etcétera. En lo referido al cuerpo docente, indagamos sobre su formación permanente, sus actividades científicas y académicas y la relación entre las cátedras, entre otros tópicos. Por último, profundizamos sobre la infraestructura edilicia y los recursos económicos y materiales de la institución.

—En relación con los alumnos, ¿qué se proponen conocer a través de estos cuestionarios?

—A través de los diferentes cuestionarios se fue analizando al actor principal de la institución como es el alumno, por lo que se hizo imperioso precisar el perfil académico, social y personal que lo caracteriza como así también el tipo de vínculo que crea con la institución, conocer además su historial académico, su conocimiento sobre las nuevas tecnologías y su compromiso y permanencia en la carrera elegida. Esto nos ayuda a conocer el perfil del ingresante, es decir quiénes son los que transitan por la institución, qué demandas e inquietudes poseen, para luego poder analizar el problema del abandono, tema clave en la educación superior argentina.

En tanto, el pedagogo brasileño José Dias Sobrinho sostiene: “La evaluación tiene un papel no solo técnico, sino sobre todo ético y político de gran importancia en las transformaciones y reformas de la educación superior y de la propia sociedad. De modo particular, distingo dos paradigmas. Uno que concibe la educación superior según la lógica del mercado, otro que concibe la educación superior como un bien público. A cada uno de esos paradigmas le corresponde una epistemología y un modelo de evaluación, con sus fundamentos científicos, sus ideologías y sus efectos en la vida social, política y económica. Uno concibe la evaluación sobre todo como control. El otro concibe la evaluación sobre todo como producción de sentidos. La evaluación debe ser, esencialmente, un proceso social que ponga en tela de juicio los sentidos de la formación”.

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