Vibrante. Electrizante. No apto para cardíacos. Así fue la primera presentación de Central Córdoba en el año por la 23 fecha de la B Metropolitana. Perdía 2-0, lo igualó, volvió a estar abajo y de nuevo lo empató.
Fue 3-3 pero con sabor a victoria. Es cierto que había que ganar. Por ser el primer partido. Porque era local. Pero sobre todo, para comenzar a olvidar el mal momento vivido en los últimos días.
Arrancó con todo el Charrúa. Decidido. Como con ganas de empezar a olvidar una agotadora y turbulenta semana. Pero más allá de un zurdazo de Nico De Bruno que pasó cerca, las chances de gol brillaron por su ausencia.
Para colmo, en la primera que le generaron se la mandaron a guardar. El grandote Bojanich cabeceo solo en el área y decretó el 1-0 para el Camionero.
Fue un golpe demasiado grande para Córdoba, del que nunca se recuperó. Hasta la suerte lo abandonó, porque si entraba el cabezazo de Fiorina que dio en el travesaño, a lo mejor la historia hubiera sido distinta. Pero no. Los augurios nunca fueron buenos y a cinco del descanso, Maciel metió el segundo tras una contra perfecta. De entrada parecía que el segundo tiempo iba a estar de más. Pero el Charrúa salió a vender cara su derrota y con más amor propio que buen fútbol se lo terminó llevando por delante a Barracas.
Arancibia lo bajó a Yocco en el área y De Bruno cambió penal por gol. Y un ratito después Fabello le puso el moño a una contra perfecta que condujo el ingresado Mustachi. El milagro era posible. Pero…
El juez inventó un penal, expulsó al Gitano y de nuevo a remar de abajo y ahora con uno menos.
Jugado por jugado, Córdoba salió con todo en busca de la heroica y tuvo en el capitán Paulo Killer a su héroe, quien con un cabezazo impecable selló el primer punto de los que se esperan deberán ser muchos más para evitar el descenso.