Trilce Irupé Castillo**
El actual aislamiento social obligatorio por la pandemia del covid-19, sumado a la bajante extraordinaria del río Paraná han llevado a los pescadores artesanales a una situación crítica, agravando aún más las problemáticas históricas de un sector clave pero vulnerable del sistema fluvial.
A la pandemia y su infinidad de consecuencias en la situación socioeconómica del país, se sumó una situación ambiental crítica en las provincias del Litoral debido a la bajante extraordinaria que está atravesando el río Paraná con escasos precedentes históricos y consecuencias alarmantes sobre las poblaciones de peces del sistema fluvial.
Sin restar importancia a este aspecto sin dudas central, resulta preocupante que hasta el momento se haya hablado muy poco del componente humano, los pescadores artesanales, actores fundamentales de este sistema y a la vez, los más vulnerables.
Aumento de pescadores ocasionales
¿Cómo está afectando la situación actual a los pescadores artesanales? ¿Cómo ven la discusión de la ley de veda en la provincia de Santa Fe? ¿Qué apoyo necesitarían los trabajadores de río durante el período de veda?
En diálogo con dos referentes de la pesca artesanal provincial, surgieron algunas de sus percepciones y preocupaciones más urgentes. Julián Aguilar, pescador de Rosario y ex presidente de la Asociación de Pescadores El Espinillo, menciona que, si bien las problemáticas que atraviesa el sector vienen de larga data, el confinamiento por el covid-19 se tradujo en un aumento de pescadores ocasionales entre “taxistas, empleados de clubes de las costas y empleados municipales”.
Esto baja los precios de venta al público por una mayor oferta de pescado, agravando una demanda que ya venía en baja por la cuarentena. Por su parte, Jesús Pérez pescador de la ciudad de Santa Fe y presidente de la Asociación de Pescadores de Alto Verde, comenta: “Hoy el pescado en la costa está valiendo seis centavos de dólar el kilo” –es decir, menos de siete pesos–, mientras que el valor de exportación es de 3,5 dólares el kilo”, equivalente a más de 350 pesos argentinos.
La remuneración de la pesca no les alcanza para sostener una vida digna, mucho menos para reponer sus herramientas de trabajo que están dolarizadas. Jesús señala que “hoy un paño de red sale entre 20 y 30 mil pesos, entonces si un trabajador de río necesita reponer 250 metros de malla (herramienta reglamentaria) tiene que contar con 100, 120 mil pesos”, algo económicamente inalcanzable para un pescador.
Recursos vapuleados y cámaras llenas
A raíz de la preocupación por la bajante del río Paraná, provincias como Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones decretaron veda total de pesca comercial y deportiva, permitiendo sólo la pesca de subsistencia. Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe fueron las excepciones hasta el momento, si bien Santa Fe está discutiendo un proyecto de Ley que cuenta con media sanción de la Cámara de Diputados.
La veda en estas tres provincias resulta polémica, y no es casual, ya que justamente en ellas están asentadas las diferentes empresas con cupos para la exportación de pescado de río.
No existe una mirada única sobre la veda, pero los pescadores acuerdan en que si se aprueba, esa medida debe venir acompañada de un apoyo económico para los trabajadores del río.
En opinión de Julián, “la veda llega tarde” porque “el recurso está siendo vapuleado ya desde el año pasado, y los frigoríficos ya tienen las cámaras llenas”. De todos modos, si se aprobara, reclama que la ayuda económica debe ser equivalente a “un sueldo acorde a las necesidades familiares y no un subsidio”, que para él significa un “reparto de bolsones de hambre con porotos podridos” que está lejos de cubrir las necesidades y costumbres alimentarias de los pescadores.
En la situación actual, Julián también reclama que se debe realizar una revisión del padrón, porque de lo contrario, “tendrán decenas de miles de pescadores” en el momento de recibir las ayudas económicas para el sector.
Y por último menciona, que son necesarios equipos de salud que lleguen a las comunidades para contener el covid-19. Por su parte, Jesús piensa que “la veda tiene que estar, porque hay que cuidar nuestra fuente de trabajo, nuestro recurso”.
Al respecto, comenta que es importante atender la exigencia de muchos pescadores del norte de la provincia que necesitan la veda porque ellos no pescan en el cauce principal del río Paraná. Muchos de estos pescadores se quedaron sin laguna y sin peces, las lagunas se secaron y con ellas su fuente de ingreso.
Sumado a esto, en los casos que todavía pueden pescar se extraen piezas de baja calidad que los frigoríficos no aceptan, porque es un pescado flaco, al tener las lagunas secas el pescado desovó y quedó flaco, y ése sábalo no lo quieren, no lo exportan.
Esto se traduce en un descarte que agrava aún más la situación de vulnerabilidad del recurso.
Exportación y cupo, un problema
La historia de las exportaciones de pescado de río es larga, y requiere un desarrollo especial. Pero amerita recordar que los cupos de exportación se establecen desde el Estado Nacional para tres provincias de Argentina: Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires.
Es decir, estas provincias pueden exportar volúmenes de pescado de río, pero desde 2012 en adelante, los cupos exportables se asignan anualmente a empresas privadas que operan en las jurisdicciones provinciales y las cuales son, en realidad, las que terminan exportando el pescado de río. El cupo de exportación para la cuenca durante 2020 estaba estipulado en 15 mil toneladas.
Aun con la bajante en curso, no se discutió reducir el cupo total del año hasta hace unos días (el pasado 23 de mayo) cuando la Comisión de Pesca Continental decidió bajarlo de 15 mil a 11.200 toneladas, luego de varias discusiones y resistencia por parte de las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires.
Pescador vulnerable y estigmatizado
Existe una visión bastante extendida del “pescador como problema” y no del “pescador como solución”.
A menudo se los asocia con la “depredación” de los peces y se lo mira como si fueran los responsables de la sobrexplotación de nuestros ríos, pero no se ahonda mucho en por qué el pescador tiene que pescar “X” cantidad de peces (respuesta sencilla: para sobrevivir), y tampoco se han dado hasta el momento discusiones sobre la exportación de pescado de río que incorporen las voces de los sectores más afectados por dicha política.
La realidad del sector pesquero artesanal permanece invisibilizada, a pesar de tener un lugar entre las producciones de la Agricultura Familiar y de las actividades más tradicionales de la región.
De momento los trabajadores de río siguen siendo “el último orejón del tarro” de las políticas públicas orientadas a sectores vulnerables de la sociedad. Si bien las voces pueden ser diferentes dependiendo de la realidad que les toca vivir, es imperioso escuchar a los pescadores artesanales y hacerlos partícipes en la toma de decisiones.
Problemáticas complejas como las que atraviesan las provincias del Litoral, no pueden dejar de lado la voz de un actor esencial y a la vez, uno de los más afectados por una bajante sin precedentes históricos en un contexto de pandemia inesperada.
**Doctora en Ciencias Biológicas. Becaria postdoctoral de Conicet (Instituto de Investigaciones, FCPOLIT-UNR). Docente de Licenciatura de Recursos Naturales (Facultad de Ciencias Agrarias, UNR)