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Balacera fatal en la Vía Honda: el relato de un ataque despiadado

Una adolescente de 16 años y un hombre de 50 murieron bajo una lluvia de balas. El ataque se produjo este viernes en un pasaje de Avellaneda al 3700, contra un grupo de personas que estaba en la vereda. Siete heridos, entre ellos una nena que pelea por su vida tras sufrir un disparo en la cabeza

«No se vende más droga», dice un cartel escrito con tiza sobre una madera. Fue enclavado este sábado a mitad de cuadra en pasaje 1801, en el barrio conocido como Vía Honda, de la zona sudoeste. Esa callejuela, el viernes por la noche, fue escenario de un ataque a tiros que quedará en los archivos de la crónica policial local como uno de los más brutales. Eran poco más ocho de la noche cuando un Chevrolet Corsa color gris frenó; de la ventanilla del conductor un hombre simuló una transa con una adolescente del lugar. No habían cruzado un par de palabras cuando desde el interior partió una ráfaga de plomo que arrasó el cuerpo de la chica y la desplomó. De los asientos traseros bajaron dos personas que completaron la faena rematándola en el piso. La acción criminal no terminó allí. «Empezaron a tirar tiros a la gente que estaba sentada en la vereda tomando fresco. Fue una masacre», narró un vecino. El saldo: dos muertes y ocho personas heridas, entre ellas una nena de 5 años que pelea por su vida tras haber sufrido un disparo en la cabeza.

La secuencia ocurrió en la cortada 1801, un pasaje que nace en Avellaneda al 3700, entre 24 de Septiembre y Biedma. «La mayoría del barrio nos sentamos afuera por el calor. Tanto chicos como vecinos. Es una costumbre que se mantiene. Empezamos a sentir muchas explosiones. Y miramos para la esquina de la cortada 1801 por Valparaíso. Empezamos a sentir un montón de tiros. ¿Cómo puedo explicarte? Eran de ametralladoras. Todos metimos los chicos adentro. Eran como si fueran fuegos artificiales, chispazos. Y luego un auto que escapó», dijo a El Ciudadano un vecino que brindó testimonio con la condición del anonimato.

Las víctimas fatales fueron identificadas como Emilse «Pipi» Sosa, una chica de 16 años madre de un bebé y que –según vecinos y fuentes policiales– estaba envuelta en la venta de drogas al menudeo. Y un hombre de 50 años, Miguel Ángel Quintana, que había llegado al lugar en bicicleta. Los médicos anunciaron el fallecimiento de Miguel Ángel a las 7 de este sábado. Afincado en 27 de Febrero y Servando Bayo, recién pudo ser identificado por la madrugada, ya que desconocidos le habían robado la documentación y su bicicleta. Esto dificultó que su familia pudiera reclamar el cuerpo para velarlo. «Era uno que vino a comprar, acá en el barrio no lo conoce nadie. Apareció en la mitad de la cortada, muerto», contaron.

Los atacantes no tuvieron piedad ni con tres niñas que al momento de tirar andaban en patines. A Milena Rodríguez, de 5 años, un proyectil se le incrustó en la cabeza, y en el hospital de Niños Víctor J. Vilela peleaba por su vida. En las redes sociales familiares posteaban cadenas de oración por su recuperación: «La operación salió bien, le cortaron dos arterias pero ella sigue grave. Los médicos ya hicieron su trabajo, ahora está en manos de Dios. Este angelito chiquitito es inocente y no tendría que estar pasando por esto». Gonzalo, de 31 años y padre de Milena, y Graciela, de 52, la abuela, también fueron heridos en las piernas. De hecho fue el propio Gonzalo, quien socorrió a su hija hasta el Hospital Roque Sáenz Peña junto con dos chiquitas de 8 y 9 años que fueron heridas, una en una pierna y la otra en un glúteo. «La ambulancia nunca llegó. Todos los heridos fueron trasladados en autos particulares y en las chatas de la Policía», aclararon, indignados, voces que estuvieron en el lugar del hecho.

La brutalidad de la balacera conmocionó a ese sector de la zona sudoeste. Pronto la calle se convirtió en un reguero de sangre en una franja de 50 metros. El fotoperiodista de El Ciudadano contó unas veinte marcas de tiza, hechas para destacar los casquillos de bala. Los reporteros que llegaron al lugar encontraron difícil conseguir testimonios directos. «Nadie quiere dar la cara. Tenemos miedo porque tenemos los transeros uno al lado del otro», confió una vecina por lo bajo.

El listado de heridos lo completa Luis L., de 37, a quien las balas lo alcanzaron en la pierna derecha y en la zona genital. Y dos personas que estaban en estado reservado: Analía V., de 40 años, quien sufrió una herida en el pecho, al igual que Cristian G., de 41, con un balazo en el tórax.

Como si fuese poco, los tiros traspasaron la casa de dos vecinos. “Uno es un señor que vive en una casa de chapa y no quiso ir al médico, se sacó él solo la bala. La otra casa es de material, donde un tiro rompió una ventana y cayó dentro”, describió los coletazos del ataque una persona que vive en el barrio.

Buscando una explicación a la violencia letal que esta vez trascendió las fronteras locales y llegó a la prensa nacional, un vecino –siempre pidiendo anonimato a cambio de testimoniar– atribuyó el ataque a la perversa lógica que mueve los engranajes de la venta de droga al narcomenudeo. «Esto es un problema entre bandas. Y terminan perjudicados el vecino trabajador y las criaturas. Por lo que escuchamos vinieron de otro lado a matar a esta chica por asuntos de bandas». Y planteó un cuadro endémico que carcome los cimientos de convivencia barrial. «Acá venden faso, merca, pastillas, lo que busqués. En la cuadra de Valparaíso entre 24 de Septiembre y Biedma tenés como cuatro puestos de gente vendiendo droga. Es peor que la peatonal Córdoba. Entran y salen motos y autos, chatas y bicis, es un descontrol. Algunos vienen a pegar acá y quedan tirados, del mismo vicio se quedan tirados en la calle. Un tipo que maneja una ambulancia cae dos o tres veces a comprar droga. Pero cuando es de urgencia la ambulancia no entra porque esto supuestamente es zona roja. ¿Cómo es esto?».

En noviembre pasado, Emilse estuvo demorada en el juzgado de menores a partir de un hecho ocurrido en pasaje 1801 al 4100. Según la versión policial, en aquella ocasión el Comando Radioeléctrico interceptó a un joven de 28 años en moto y le encontraron una pistola entre sus ropas. En ese momento, desde un pasillo la adolescente salió a defender al implicado. Cuando la revisaron hallaron 600 envoltorios de cocaína y 27 cartuchos calibre 9 milímetros y dinero en efectivo que traía escondidos en una bolsa.

La investigación por doble crimen y las ocho tentativas de homicidio quedó en manos del fiscal Ademar Bianchini. En la escena los peritos juntaron vainas y casquillos que fueron enviados a la sección balística para peritajes. «El calibre no está corroborado, se presume que son 9 milímetros», confiaron voceros judiciales. Además, buscan indicios de los tiradores en cámaras en la zona del hecho y calles aledañas.

 

Por la tarde, un cartel apareció en en medio de la calle donde ocurrió la balacera. Escrito con tiza sobre una madera, oficiaba de advertencia a extraños. «Acá no se vende más droga».

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