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Balance emocional sobre lo que dejó el 2010

Se aproxima fin de año y uno tiende a hacer un balance de lo vivido: positivo o negativo y la maduración implícita, que enriquecerá nuestra experiencia de vida. Sin saber de contabilidad el libro de la vida es un debe y haber para dar como resultado un saldo de vivencias.

Por Silvia Buonamico

Como a veces me cuesta simbolizar mis pensamientos y sentimientos, decidí tomar prestado el aforismo del yin y yang: concepto fundamentado en la dualidad de todo lo existente en el universo según la filosofía oriental de la que surge. Describe las dos fuerzas fundamentales aparentemente opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. En todo se sigue este patrón: luz/oscuridad, sonido/silencio, calor/frío, movimiento/quietud, vida/muerte, mente/cuerpo, masculino/femenino, etcétera. El yin (negro) es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang (blanco) es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración.Según esta idea, cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo. De esto se deduce que nada existe en estado puro ni tampoco en absoluta quietud, sino en una continua transformación. Además, cualquier idea puede ser vista como su contraria si se la mira desde otro punto de vista. Generalmente, mi personalidad se rige por el sol, otorgando optimismo a los avatares cotidianos. Con una óptica de esperanza vivo las situaciones tratando de que no sean intrascendentes. Como en el yin y el yang, considero que las experiencias negativas se neutralizan con el aporte de situaciones que dan experiencia a mi existir.

Mi experiencia más triste la tuve al enterarme de que mi hijo nacería con discapacidad. Al nacer él fue como el alba que asomó sus rayos débiles del sol naciente. Pero a medida que estaba a su lado me fue invadiendo esa fuerza que emanaba de él como el sol pleno de un mediodía de verano. La noche se transformó en día, el sol me cobijó en sus brazos, y yo supe de ahí en más, que no hay noche oscura que empañe mi vida, porque tendré el sol que secará el rocío de mis lágrimas.

Hace ya 20 años que como el yin y el yang, no hay tristezas sin alegrías y lo más importante, es capitalizar las emociones que me refuercen la idea: ES GRATIFICANTE SABER QUE HAY UN SOL QUE ILUMINA NUESTRAS VIDAS.

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