“Estos pibes son traviesos, pero no roban a los vecinos”. La frase la repetía una vecina de zona sur cuando acompañaba a una periodista a través de un pasillo para hacer una nota. “Con nosotros no se meten, los conocemos de chiquitos”, ampliaba señalando a los pibes de la esquina que serían incapaces de meterse con una mujer que venía de trabajar y atravesaba el barrio de noche como si nada. Esa premisa, que data de hace al menos una década, se fue desmigajando y con ella todo aquello que solía considerarse como códigos que ya no existen. El punto más alto en la pirámide de quiebre son los niños.
En enero de este año, una nena de 13 años fue herida a balazos en el barrio Tío Rolo. Cenaba con su familia cuando un grupo tiroteó el frente de su casa. Uno de los proyectiles le rozó el tórax a la pequeña. El primer día de enero un proyectil atravesó el brazo de un pequeño de 9 años en la vecina localidad de Villa Gobernador Gálvez. Este ataque fue perpetrado por los ocupantes de un auto, quienes dispararon en dirección a un pasillo de Garay al 1500 donde el nene jugaba.
Estos tiroteos donde la niña y el niño resultaron heridos ocurrieron a menos de un mes del crimen de un bebé de 8 meses que conmocionó a barrio Godoy. Fue la tarde del 12 de diciembre pasado cuando dos tiradores balearon a un joven en la esquina de Larralde y Rivarola. Uno de los plomos traspasó la precaria vivienda de Lian Ángel Corvalán, de 8 meses, y le perforó el cráneo. Lian estaba en los brazos de su madre y falleció a las pocas horas en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela. En el 2020, las autoridades de este Hospital indicaron que atendieron a 18 niñas y niños heridos de arma de fuego en distintos episodios violentos.
Lo de los niños y niñas baleados y asesinados es un de las caras más duras de la ruptura total de algunos códigos, donde los más pequeños solían quedar afuera de venganzas y ataques.
Los abogados baleados ocupan un lugar similar. En 2014, un joven que se hacía pasar por sicario contó en el programa de Jorge Lanata que había matado a unas veinte personas y que tenía una actividad legal para poder matar sin levantar sospechas. También contaba cómo había matado a un abogado, pero eso no había ocurrido nunca en Rosario, tampoco ahora. Sin embargo podría haber ocurrido.
La tarde del 7 de septiembre de 2012 el abogado Alberto Tortajada fue atacado a balazos en el interior del edificio ubicado en Montevideo al 2000 donde funciona su estudio jurídico. El profesional, que en ese entonces tenía 71 años, se encontraba en un bar de la zona cuando una llamada a su celular, realizada por un supuesto cliente, hizo que regresara a su oficina. Allí Tortajada se topó con el visitante que ingresó al hall del edificio. Cuando el abogado se dirigió hacia el ascensor fue baleado. La víctima recibió un tiro en la espalda y otro en el hombro con un arma calibre 22 que se trabó, circunstancia que evitó que el atacante continuara disparando, dándose a la fuga.
Tortajada sobrevivió a los tres tiros y reconoció al tiratiros, Pablo Andrés Peralta, quien terminó condenado. El sicario había sido contratado por los empresarios farmacéuticos Antonio y Juan Pablo Iborra, según quedó probado en la Justicia, debido a un diferendo entre estos hombres y una farmacéutica a la que el letrado representaba.
La noche del 18 de mayo de 2015, cerca de las 21 el abogado Guillermo Peyrano salió de la cochera ubicada en España 866 y caminó hacia Córdoba. Unos 15 metros antes de llegar a la esquina un hombre con lentes recetados y portando un arma de fuego le disparó dos veces por la espalda. Uno de esos balazos ingresó por la región cervical paravertebral derecha atravesó el hueso y quedó alojada en el cuerpo. Peyrano también sobrevivió al ataque producido por su colega Alejandro Mercado, según acreditó la Justicia, que lo condenó a 8 años de prisión. El móvil: surgió un entredicho entre ambos por un intento de fraude a una clienta de Peyrano, poseedora de dos campos y un departamento.
El 29 de mayo de 2016, el abogado Jorge Bedouret, que entonces tenía de 65 años, recibió 7 balazos por dos desconocidos que lo citaron al mediodía haciéndose pasar por clientes en Ovidio Lagos (ruta 18) y la vía del ferrocarril. El abogado negó que el ataque haya sido perpetrado por alguno de sus clientes, como por ejemplo la banda de los Monos. Los disparos le provocaron heridas en una pierna y un brazo que no pusieron en riesgo su vida. Venía de encontrarse con un cliente y no llevaba plata encima, sólo unos pocos pesos”, dijo un allegado a Bedouret. El abogado pasó unos días internados y su agresión nunca fue esclarecida.
En la misma línea de análisis se encuentran los frentes de viviendas de jueces y fiscales, la sede de la Fiscalía y algunos estudios de abogados. Este correr la línea entre lo que antes era un límite y entra en la zona de quiebre de códigos es al menos preocupante.