Matías Jesús «Catito» P., de 23 años y domiciliado en barrio Tablada, quedó detenido tras ser acusado por una tentativa de homicidio a un hombre de 36 años ocurrida el 6 de marzo pasado en Biedma al 100, casi esquina Chacabuco. Ese ataque ocurrió una semana después de que Catito fuera absuelto por el beneficio de la duda en un juicio por abuso de arma ya que no hubo testigos que lo ubicaran como el tirador.
Como en un espiral de violencia inescapable, el nuevo derrotero de Catito ocurrió en un lapso de 25 días, en los que zafó de una pena de 4 años y medio, recuperó la libertad y volvió a caer sospechado de ser el autor de una balacera que por poco no terminó en un crimen. Este lunes fue imputado por tentativa de homicidio y quedó detenido a la espera del juicio.
Criado en la vulnerabilidad y en un contexto de violencia al igual que varios de sus hermanos, desde que era un preadolescente no punible Catito –confían fuentes policiales y judiciales– acopia anotaciones policiales que van del robo calificado, abuso de armas y hasta la mención en causas de homicidios por las que pasó largas temporadas en el Instituto de Recuperación del Adolescente (Irar). Cuando tenía 16 años también fue víctima de un ataque a balazos en su casa de Esmeralda al 3700, por el cual por poco pierde la vida. Un detective lo definió como un alfil de la banda de la Planchada, con sede de operaciones en la zona de Chacabuco y bulevar Seguí, sector de Tablada que acumula legajos de investigación por enfrentamientos a tiros entre gavillas de jóvenes y adolescentes. Catito también fue nombrado durante la saga de atentados a sedes judiciales en 2018, pero fue desvinculado.
“Tiran para el que paga, no es que respondan en forma directa a un jefe de peso”, confió un detective sobre los integrantes de la Planchada, también conocida como la banda de la Chana. Una de las tantas facciones que no duda en recurrir a la sangre y el fuego en la disputa del control del territorio y el ansia de cartel.
A los tiros por Grandoli
Catito y Lautaro N. –de 16 años, hoy alojado en el Irar– quedaron detenidos el 1º de agosto pasado luego de que siete detonaciones quebraran la calma de avenida Abanderado Grandoli al 3800, una zona intervenida en forma intermitente por fuerzas federales y celosos controles de tránsito. Ese día, pasadas las 17, dos jóvenes en moto buscaron el momento justo para hacer fuego sobre la entrada de un pasillo ubicado en esa cuadra y huir a toda velocidad. Los tiros por poco impactan en la cabeza de un hombre de 78 años, cuyo nieto tenía conflictos con otros pibes del barrio.
Cuando los uniformados llegaron a ese punto de Grandoli muy pocos se animaron a hablar. Sin embargo, a través de un dato llegaron a la zona de Seguí y Chacabuco, y se toparon con dos jóvenes que intentaron huir por un pasillo antes de dejar tirado una motocicleta. Uno de ellos era Catito, a quien la Policía le secuestró un arma calibre nueve milímetros.
El 20 de febrero se llevó a cabo un juicio por ese ataque. La acusación, a cargo del fiscal Matías Edery, presentó un peritaje donde se indicaba que las balas secuestradas en el pasillo de Grandoli se correspondían con el arma secuestrada a Catito. Pero esa prueba no alcanzó ya que no hubo declaraciones que lo sindicaran como el tirador, dijeron fuentes judiciales.
El tribunal de primera instancia resolvió absolver a Catito por el beneficio de la duda. El joven recuperó la libertad. Y la Fiscalía apeló el fallo, confiaron los voceros del caso.
Una semana después, Catito ya estaba en la mira de los investigadores por un ataque a tiros ocurrido en Biedma y Chacabuco, ocurrido a los ochos que había ganado la calle.
Fue el 6 de marzo pasadas las 22. Pablo David C., de 36 años, fue acribillado a balazos en Biedma al 100. Fueron tres plomos en: estómago, brazo y rodilla. Un móvil del Comando lo llevó al hospital Roque Sáenz Peña, y luego fue derivado al hospital de Emergencias (Heca). Allí los médicos le salvaron la vida.
La pareja de Pablo C. dijo a la Policía que se encontraban en la vereda cuando un joven, del que describió la ropa, apareció, disparó y huyó. La misma noche los detectives tenían el dato de un posible agresor “por tareas de campo”, una formalidad para nombrar el dato de calle: Catito.
Detenido otra vez
Por ese ataque, Catito quedó en la mira de la Fiscalía de Homicidios. Veinte días después fue detenido al ser identificado en un allanamiento ordenado por la Justicia federal por una causa de venta de drogas al menudeo.
El 23 de marzo personal de Inteligencia de PDI allanó la casa de 24 de Septiembre al 100, hogar de Marta B., conocida como Chana, histórica mechera y asaltante de Tablada actualmente tras las rejas. El operativo antidrogas no arrojó resultados positivos; en cambio la Policía arrestó a Catito, a quien le saltó el pedido de captura ordenado por el fiscal Ademar Bianchini.
Este lunes, Bianchini le atribuyó haber atentado contra la vida de Pablo David C. bajo la calificación de homicidio en grado de tentativa agravado por el uso de arma de fuego.
Luego de enumerar la evidencia el juez el juez de primera instancia Héctor Núñez Cartelle refrendó la imputación y dictó la prisión preventiva efectiva por el plazo de ley, es decir dos años hasta el inicio del juicio, con la posibilidad de revisión cada 90 días.