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Barcelona toma medidas contra el cambio climático

Las actuaciones de mayor impacto se llevarán a cabo en el sector de la movilidad, profundizando las medidas de reducción del tránsito de los vehículos privados; la generación y fomento de energías renovables en edificios; en grandes infraestructuras y la recogida selectiva de residuos

La emblemática estatua de Colón de Barcelona de 60 metros de altura emerge entre el oleaje en la impactante imagen que acompaña el video de difusión del plan pionero con el que el gobierno municipal de Barcelona, dirigido por la feminista de izquierda Ada Colau, declaró la “emergencia climática” y aprobó una batería de 100 medidas para reducir drásticamente las emisiones de CO2, causantes del calentamiento global.

Las actuaciones de mayor impacto se llevarán a cabo en el sector de la movilidad, profundizando las medidas de reducción del tránsito de los vehículos privados; la generación y fomento de energías renovables en edificios; en grandes infraestructuras y la recogida selectiva de residuos.

Como si se tratara de una premonición, el 15 de enero último, con el lema “Esto no es un simulacro”, las autoridades de la ciudad presentaron su diagnóstico de situación y pusieron en aviso a la ciudadanía sobre las consecuencias de no hacer frente a la crisis climática, apenas cuatro días antes de que el virulento temporal Gloria comenzara a azotar el litoral catalán.

Buena parte de las playas de Barcelona resultaron arrasadas por un fuerte oleaje no visto en las últimas tres décadas, que devolvió a la costa toneladas de basura y plásticos arrojados al mar.

“Gloria es una alerta de la crisis climática y nos obliga a actuar”, subrayó Colau, tras valorar en 12 millones de euros los daños provocados por esta última borrasca, un fenómeno de gota fría cada vez más frecuente en estas latitudes debido al ascenso de la temperatura del planeta.

El gobierno progresista de Colau se puso como objetivo reducir en un 50% las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030 respecto a los valores de 1992 (Acuerdo de Kioto).

A pesar de que la capital catalana -segunda ciudad más poblada de España- se sitúa así a la cabeza de la lucha contra el cambio climático en el sur de Europa, los ambientalistas recibió el plan de Colau con cierto escepticismo debido a que los expertos de la ONU recomiendan un recorte de emisiones del 7,5% anual para no superar los 1,5 grados de calentamiento en 20 años.

No obstante, los críticos reconocen que Barcelona plantea actuaciones revolucionarias que buscan un cambio de modelo urbano -otras más quirúrgicas -en las que invertirá 563 millones de euros hasta 2025 para lograr reducir en 2 millones de toneladas las emisiones de CO2.

“Las ciudades son grandes consumidores de recursos y energía y generan el 70% de las emisiones, y el 80% de la ciudadanía está de acuerdo en que debemos actuar ya”, remarcó Janet Sanz, la responsable de “Ecología” del ayuntamiento de Barcelona durante la presentación del plan de emergencia climática, consensuado con organizaciones de la sociedad civil.

El gobierno de Colau ya puso en marcha a partir del 1 de enero de 2020 una Zona de Bajas Emisiones (ZBE), la más grande de Europa, que veta la circulación de coches contaminantes en Barcelona y otros municipios colindantes, e impone a partir de abril multas de entre 100 y 500 euros a los que no respeten la restricción.

En la misma línea, se propone seguir ganando terreno a los coches a favor del peatón ampliando las conocidas como “supermanzanas” de 3,5 a 15 kilómetros.

“Es un salto muy importante para mejorar la salud del espacio público”, subrayó Janet sobre esta exitosa iniciativa puesta en marcha por primera vez en septiembre de 2016 y que consiste en cerrar al tráfico a un grupo mínimo de cuatro manzanas adyacentes.

El proyecto incluye también acciones para mejorar la seguridad y calidad ambiental en el entorno escolar, con lo que también se restringirá el tráfico alrededor de 200 escuelas y se crearán parques, así como también incrementar en 40 hectáreas el espacio verde urbano, con “nodos de biodiversidad” y “reservas naturales”.

En paralelo, el Ayuntamiento pretende ampliar la oferta de transporte público sustentable, así como ampliar los carriles para bicicletas y demandar al Estado -que tiene competencias sobre las infraestructuras- la culminación de inversiones en este sector de la movilidad en lo que respecta, sobre todo, a los servicios ferroviarios, así como reducir emisiones en el puerto y aeropuerto.

Una propuesta polémica lanzada por Colau es que se elimine el “puente aéreo” entre Barcelona y Madrid, al existir una alternativa baja en emisiones como es el AVE (Tren de Alta Velocidad).

En cuanto a la gestión energética, se propone instalar paneles solares en edificios públicos, ayudas públicas para la rehabilitación energética, y una normativa que garantice que todos los nuevos edificios serán eficientes y una mínima demanda energética.

Respecto al modelo de consumo, alimentación y salud, la idea es promover un cambio en la matriz productiva -incluido el turismo-y avanzar hacia una economía circular.

Una de las claves es fomentar un consumo responsable y mejorar el reciclaje, con un sistema de recogida de basura individualizado (que premia a los que reciclan), ademas de vetar el plástico de un solo uso.

También se apuesta por una reducción del consumo de carne y la introducción de dietas basadas en productos ecológicos y de proximidad en los comedores de las escuelas y guarderías.

Toneladas de plástico en los océanos

Hasta doce millones de toneladas de plástico terminan en los océanos cada año a nivel mundial.

Entre ocho y doce millones de toneladas de plástico procedentes de residuos mal gestionados a nivel mundial terminan cada año en los océanos, aseguraron expertos en la exposición “Mares de plástico. Del problema a la solución”, que se inauguró este miércoles en Barcelona, España.

La muestra, que tendrá lugar en el Roca Gallery Barcelona desde este miércoles, y hasta el 30 de abril, tiene como objetivo concientizar a la sociedad sobre “la gravedad de que la basura plástica inunda el océano”.

En ese sentido, explicaron que de los plásticos que llegan a las aguas marinas un 15% se mueven por la superficie, otro 15% llega a las costas, y el resto se hunde en el fondo del mar.

“Por cada cinco kilos de peces que habitan el mar hay un kilo de residuos plásticos, una cifra que en treinta años quedará igualada si no se toman medidas”, advirtió el comisario de la exposición, Roman Aebersold, informó la agencia EFE.

“Debemos explicar a la audiencia las consecuencias que tiene un gesto tan normalizado como tirar una botella de plástico al mar, que lejos de desaparecer rápido, perdurará en el océano varias generaciones”, aseveró Aebersold.

El recorrido de la muestra comienza explicando cuánto tiempo tardan ciertos residuos en desintegrarse, tal como una botella de plástico que tarda 450 años en descomponerse o una bolsa de plástico, que toma entre diez y veinte años.

La gran presencia de basura plástica en el mar provoca que muchos animales ingieran enormes cantidades de plástico, “algo que a larga produce que los humanos acaben ingiriendo materiales plásticos, por cuanto son el último eslabón de la cadena alimentaria”, recordó Aebersold.

Además de los residuos fácilmente visibles, el mar y las playas están plagadas de microplásticos, pequeñas partículas que van a parar a las costas dada la mala praxis a la hora de desechar los materiales plásticos.

“Los microplásticos invaden todas las playas del mundo porque las industrias plásticas tiran sus residuos al mar con total impunidad”, afirmó Aebersold.

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