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Baroni: una reinvención de formas y estructuras

El compositor y director Claudio Baroni detalla "Baltasar, maniobras de verano",  donde se combinan música, plástica y literatura y se reformula el formato operístico. A las 21, en el Auditorio Fundación.

Javier Hernández/El Ciudadano

Superando conceptos y definiciones que se alejan de lo que se suele circunscribir a la ópera tradicional, esta noche, a partir de las 21, el compositor y director Claudio Baroni, junto al escritor Reinaldo Laddaga y el artista Fabián Marcaccio, todos rosarinos radicados en Holanda y Estados Unidos, estrenarán en Rosario su obra Baltasar, maniobras de verano, en el Auditorio Fundación (Mitre 754).

A partir de una relación estructural entre música, texto y trabajo fílmico, la obra narra el viaje de un grupo insurgente que decide llevar a cabo un ataque a una pequeña isla resort en una geografía no determinada. El grupo no tiene una identidad concreta, no conoce su origen, ni sus intenciones finales. “Todo te da la sensación de que vas entendiendo pero resulta todo lo contrario en el sentido más lineal de lo que se espera de un texto”, dijo a El Ciudadano Baroni.

—¿En qué consiste la obra?

—Es una colaboración entre un artista plástico, un escritor y yo. La historia a groso modo trata de un grupo que no se sabe bien quiénes son, están en una suerte de isla que tampoco se determina y deciden conquistarla; al final hay una suerte de violación que no se sabe por qué ocurre. Todo te da la sensación de que vas entendiendo pero resulta todo lo contrario en el sentido más lineal de lo que se espera de un texto. 

—¿Cuál es la relación que se establece entre imagen, texto y drama musical?

—Hay problemáticas estéticas que, saliendo de lo más horizontal de cada disciplina, donde sus componentes se encuentran; parámetros más abstractos que sirven para enlazar partes de la música o la literatura, palabras que por ahí tienen un sentido muy simple, pero que te permiten pensar cómo trabajar densidades, materiales estructurales o formas.

—¿Cuál es la diferencia con una ópera tradicional; qué tipo de narrativa se propone en esta obra?

—La ópera tradicional es una obra que conlleva una linealidad horizontal muy concreta, en todo caso se desarrolla una historia y ella tiene un peso específico muy fuerte en relación a lo escénico y musical. El texto tiene un peso específico principal, cosa que acá no existe; justamente lo que nosotros intentamos es ver cómo podíamos conjugar las tres disciplinas manteniendo la esencia de cada una, al tiempo de comunicarlas entre sí para generar un material estructural que contenga a las tres.

—¿Cuál es la importancia del texto?

—El predominio de la obra es la música porque lo que hace que estemos acá es el tiempo, pero ese parámetro se conjuga en tiempo real a través de los otros dos elementos. El texto es tan importante como lo visual o musical: la idea es que entre todos los elementos se genere la obra. Para nosotros era un parámetro interesante ver cómo podía funcionar esta disciplina en conjunción, tomando algún elemento de la tradición como el concepto de ópera, que en realidad nosotros no usamos en la obra. El concepto ópera en todo caso remite a que la obra conjuga una posibilidad escénica, de texto y música, pero básicamente tiene que ver con la necesidad de explorar un territorio que dentro de la tradición tiene ciertos parámetros y que uno como creador intenta romper. 

—Se acerca a los aspectos más modernos de la música contemporánea…

—Claro, está más relacionado a los parámetros de música contemporánea. Música contemporánea que también abarca lo visual del trabajo de Fabián Marcaccio o la parte de literatura de Reinaldo Laddaga.

—Incorporás sintetizadores a la obra, ¿qué función cumplen?

—La tecnología que incorporo es una herramienta, no es que tenga ninguna particularidad más que la técnica; es un elemento que uno adquiere y la pone a favor del trabajo que uno lleva adelante. El trabajo de Marcaccio reconstruye el material pictórico en una suerte de elemento con el que puede trabajar. Musicalmente también utilizo la cinta, el tape, o la electrónica, básicamente con la idea de poder ampliar las posibilidades tímbricas que tenía el ensamble, o trabajar con una suerte de reorquestación del material escrito.

—¿Cómo fue el proceso de producción de esta obra?

—Desde que empecé a trabajar en el proyecto anoté una serie de materiales para los instrumentos de percusión como si fueran pequeños objetos sonoros, por ejemplo un trémulo o un sonido gestual de la voz. Todo eso lo regrabé y después empecé a escribir la partitura. Monté todo ese “time brackets” (unidad de medida que utilizaba John Cage para el tiempo musical). Lo uso como una suerte de manual de instrucción donde hay una serie de elementos sonoros que después reconstruyo en una partitura que es como una especie de mapa horizontal. El material del tape está relacionado a esa matriz original del resultado final que es lo que se escucha.

—¿Existe un libreto?

—Si, hay una especie de libreto que prácticamente no utiliza las voces como un elemento. Solamente hay un pequeño momento donde usé un tipo de escritura completamente diferente al resto que hace cierta referencia a la idea de melodía y fue como lo más tradicional, donde aparece un solo de una soprano. Ése es el único elemento que puede remitir al concepto de aria.   

—¿A qué remite ese texto?

—El texto es entre comillas abstracto y remite más a la poesía que a la ficción. Lo estamos haciendo con dos personas distintas, por un lado con Margarita Fernández (pianista) con un trabajo genial y en Europa lo hacemos con una artista inglesa. Justamente, estas dos personas después de trabajar el texto y entender el texto, llegaron a la misma conclusión: que es un texto poético y que es el basamento de la escritura.  

—¿A qué hace referencia el título?

—El nombre es justamente interesante porque es una omisión. En la obra nunca se nombra al tal Baltasar, no sabemos quién es, o lo que pasa hace que supongamos que sea un niño. Hay una historia que corre por debajo del texto que para mí no es lo más rico.

—Los espacios a los que suele acceder esta obra no son los teatros convencionales; ¿cómo imaginás la puesta en el Fundación Astengo?

—En Holanda lo presentamos en el Festival de Música Contemporánea; pero el lugar más tradicional de toda la gira es Rosario. En 1997 me fui becado por la Fundación para profesionalizarme afuera y el Mozarteum me subsidió los estudios. Cuando el año pasado traje el proyecto a Rosario, me interesaba ver cómo funcionaba la obra en un teatro a la italiana, porque en general nos presentamos en lugares tipo anfiteatro.

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