“El origen del tráfico de drogas en Rosario fue la barra brava de Newell’s, mi club”. Lo
dijo el entonces gobernador y hoy diputado provincial Antonio Bonfatti en noviembre
de 2013, dos meses después del atentado contra su vivienda, cuando se sospechaba que
detrás del ataque estaba un mix de narcos y barras de los dos principales clubes de la
ciudad. Una violencia que puede rastrearse una década y media atrás en el caso de la
pesada leprosa, años en que la disputa por el paravalanchas, pero también por el
territorio para negocios ilícitos, en especial el narcotráfico, en los barrios se ha dirimido
a tiros. Todo con la “legitimidad” que los barras han logrado en el país con su violento
oficio a partir de un exacerbado culto al famoso “aguante”, que trasciende clases
sociales e incluso el ámbito deportivo.
Pimpilandia
Los memoriosos recuerdan que Roberto “Pimpi” Caminos llegó a la barra de la mano de
Pedro “Loco Demente” Bismark, pero también de la de Sergio “Metralleta” Farías, un
muchacho que a la vez, se sospecha, tenía negocios con Ariel “Viejo” Cantero en la
bajada de marihuana paraguaya desde Corrientes a la zona sur de Rosario.
Pimpi se quedó con la barra allá por 2002, desplazando a tiros de la popular en un
partido contra Unión a quien le pretendía disputar la sucesión del Loco Demente, Oscar
“Cacho” Lucero, y pronto se deshizo de Farías, luego de que éste fuera clave en
arrancarle concesiones al mandamás leproso, Eduardo J. López.
El rol del clan Cantero fue preponderante para sumar votantes y engrosar la fuerza de
choque de Pimpi y sus hermanos Juan Carlos (Rengo) y Alberto (Tato) y, así, dar vuelta
asambleas que le permitieron al presidente del club esquivar elecciones hasta que, en
diciembre de 2008, López y Caminos terminaron eyectados en las urnas.
La sucesión de Caminos
Desde antes de que se celebraran esos comicios comenzó a sonar el nombre de quien iba
a ser el hombre fuerte del paravalanchas en caso de que López perdiera en el conteo de
votos: Diego “Panadero” Ochoa.
Así lo dejó claro un ataque a balazos sobre el negocio de sus padres, en barrio Alvear,
que terminó con su cuñado, Mariano Vaccaro, cuadripléjico.
Conocedores afirman que por entonces Pimpi había puesto entre paréntesis su vínculo
con la banda de los Monos, lo que aprovechó Ochoa para conseguir poder de fuego de
cara a su inminente asunción, tanto del clan Cantero (asentado en La Granada) como del
clan Ungaro (Fonavi del Parque del Mercado), enfrentado con los Caminos (barrio
Municipal, lindero con el anterior) desde 2007, disputa territorial que causó varios
muertos.
La asunción del Panadero
A principios de 2009, el intento de copamiento del club por parte de la facción de Pimpi
terminó con muchos de sus integrantes encarcelados o prófugos, incluidos los hermanos
Caminos.
Así, el Panadero vio el camino allanado y se rodeó en el paravalanchas con dos
hermanos de barrio Tablada conocidos como Los Gordos, Teto (quien había sido ladero
de Pimpi hasta 2004) y Chamala, célebres por su nunca comprobada en la Justicia fama
de narcos, asociados con el clan Cantero desde algunos años antes.
Pero también Ochoa se nutrió de lo que consideraba su propia tropa: los Quemados
(Sergio y su hijo Maximiliano) de barrio Alvear, y Matías Pera (alias Mati Tatuado).
Dos muertes seguidas
Esa endeble construcción se derrumbó cuando el Panadero no cumplió lo pactado –o le
cambiaron los términos del acuerdo– y así sobrevino el ataque frente a barrio Las
Flores, en febrero de 2010, contra los micros de la barra que volvían de Buenos Aires en
el que fue asesinado Walter Cáceres, de 14 años, caso que llegó a juicio con integrantes
de la banda de los Monos en el banquillo pero que no tuvo condenas.
En este renovado conflicto aparecieron las listas de admisión para los barras desde la
Justicia, sobre todo después de que en marzo fuera asesinado Pimpi frente al bar Ezeiza
de zona oeste.
Por el caso fueron penados integrantes del clan Ungaro y el Panadero, años después,
terminaría procesado como instigador.
Desestabilización y acuerdo
En septiembre de 2010 se produjo el famoso episodio de la entangada: Ochoa fue
sacado a piñas y patadas del paravalanchas al ser traicionado por sus laderos
Maximiliano “Quemadito” Rodríguez y Matías Pera, entre otros, en un golpe de Estado
instigado por los Monos que no prosperaría. El Panadero hizo la denuncia en la Justicia
y se apoyó en el clan villagalvense de los Bassi, encabezado por Luis, alias Pollo, para
mantenerse a flote de la ofensiva azuzada por los Monos.
Ya en junio de 2011 atacantes señalados de responder a Ochoa –Ariel “Teletubi” Acosta
y un pibe que había crecido bajo el cobijo de Pimpi, Matías “Cuatrerito” Franchetti, al
parecer dirigidos por el Pollo Bassi– balearon a un comisario al atacar una multitud que
al mando de Tato Caminos se aprestaba a marchar sobre el Coloso. Fue el último
intento, al menos a la intemperie, de La Hinchada que Nunca Abandona para intentar
destronar a La Hinchada Más Popular.
El siguiente intento desestabilizador fogoneado por el clan Cantero usó al Pollo y sus
hermanos, pero tampoco tuvo suceso. Al fin, a principios de 2012 hubo acuerdo en los
negocios entre Ochoa y los Monos y llegó un período de paz.
Los vueltos
Ochoa nunca olvidó: Pera fue baleado en noviembre de 2010 en territorio enemigo, el
Fonavi del Parque del Mercado, por un integrante del clan Ungaro y salvó su vida de
milagro.
Tras ser baleado horas antes del resonante triple crimen de Villa Moreno, el 1º de enero
de 2012, el Quemadito pasó una temporada en prisión, donde tramó una estafa al
Panadero con sicarios que al parecer éste había contratado para asesinarlo y se quedó
con dinero y una camiseta de Newell’s.
A pocas semanas de recuperar la libertad, el Quemadito fue baleado en casa de su novia,
pero logró sobrevivir. Pero una semana después estaba muerto: lo mataron de un tiro en
la cabeza en Pellegrini y Corrientes. Este caso tiene cuatro encausados, entre ellos dos
integrantes del núcleo duro de Ochoa: Sergio Acosta, alias Chuno, y David Rodríguez,
apodado Porteño.
En agosto de 2013 el Panadero marcharía preso acusado de instigar estos tres ataques y
también el crimen de Pimpi.
Chivo & friends
Con el Panadero y muchos de sus hombres presos se inició una nueva etapa en la barra,
con otros nombres. Así, Nelson “Chivo” Saravia, otro hombre de barrio Alvear, se
convirtió en una suerte de delegado de Ochoa en la popular, más el aporte del
Paraguayo, referente villagalvense, y Leo, del barrio de la Carne.
Un año duró la paz, hasta que el Chivo se deshizo de sus lugartenientes. Los ataques se
reiniciaron ya en 2015: hubo al menos una decena, en los que terminaron baleados, por
ejemplo, un hermano y un primo de Saravia.
Este año, el Chivo se presentó como nuevo jefe, ya sin el padrinazgo de Ochoa, a quien
distintas fuentes dieron entonces por alejado de la barra y concentrado en sus causas
judiciales. Como laderos: el Cuatrerito, encargado de “la gente” y del nexo con los
Monos, y Maximiliano “Cabezón” La Rocca, referente de los bombos. Las banderas
siguieron en manos del Chivo.
Otras dos muertes sucesivas
En la tarde del 7 de junio fue acribillado a plena luz del día por dos motoqueros que
pasaron por la puerta del estadio el Cuatrerito: en los últimos meses se había convertido
en el capo de la barra, desplazando al Chivo. Los dos sindicados autores materiales
terminaron detenidos un rato después, aunque hasta el momento no se ha
individualizado en la Justicia al instigador.
Pero en el paravalanchas pronto lo tuvieron en claro. En la noche del 28 de junio el
Cabezón La Rocca fue asesinado a tiros en Pellegrini y Camilo Aldao tras comer en los
parrilleros del club: su formalización como nuevo jefe apenas duró unos minutos.
El Cabezón, junto con el Chivo y otros barras apodados Giros y Daniel, habían estado
con el Cuatrerito al momento de la ejecución. Incluso La Rocca dijo que el sicario le
apuntó, pero el disparo nunca salió. No le creyeron.
De copas
En medio del clima convulsionado, en el inicio de la venta de entradas por el Clásico de
Copa Santa Fe fueron detenidos cuarenta hinchas, algunos por portar armas. Y durante
la disputa del partido, con 700 efectivos afectados al orden, y mientras el ministro de
Seguridad Maximiliano Pullaro hablaba de “un operativo exitoso”, en el entretiempo
hubo corridas en la popular local y hasta se llegó a decir que “alguien sacó un arma”.
La reacción inmediata fue ampliar a 76 personas la lista de derecho de admisión y la
suspensión del banderazo previo al segundo Clásico. La prueba iba a ser el partido por
Copa Argentina entre Newell’s y Deportivo Morón a disputarse en Lanús. Movilizar a
diez mil hinchas y evitar una confrontación podía ser un mensaje positivo.
Pero en la noche del 4 de agosto pasado fue atacado a tiros el domicilio de Claudio
“Tiki” Martínez, secretario de la actual comisión y el partido en el sur del Gran Buenos
Aires fue a puertas cerradas. Días más tarde hubo un confuso episodio en la misma
cuadra: el custodio policial dijo que algunos hombres que iban en auto lo amenazaron.
Y en la madrugada del último 4 de septiembre se produjo un hecho similar: dos
muchachos en moto atacaron con una ametralladora el edificio de Rodríguez al 1600 y
también la patrulla, donde estaba el mismo uniformado que había denunciado la
amenaza. Dos jóvenes están imputados por el ataque.
La Gloriosa
Ahora, en la previa del debut de Newell’s como local (con 82 nombres en la lista de
admisión), parece jugarse el nombre del próximo jefe. Pese a reiterados amagos de
retiro Saravia sigue como referente. En igual situación están Coto, de zona norte, y Leo,
siempre secundado por Norberto “Alpa” Tillar, un veterano que fue ladero de Pimpi,
incluso al momento del copamiento del club.
Asimismo, figuran entre los líderes de las facciones Matías Pera y el Paraguayo, en
quien solía apoyarse Alexis, hijo de Pimpi, ante la imposibilidad de acercarse al club.
Además de Andrés “Junior” Vivas (sudoeste), también suena fuerte otro villagalvense,
Gato, cercano al referente de Tablada, Rubén “Tubi” Segovia, a quien le atribuyen el
contacto con los Monos.
Todos ellos aseguran haber alcanzado un acuerdo bajo una nueva denominación: La
Gloriosa. Alexis se quedó afuera del pacto, dicen en el club. Igual, el interrogante es el
de siempre: alcanzará el armisticio para suspender las diferencias o bien se dirimirá otra
vez a tiros el liderazgo.