Corridas en los techos, robo de medidores de agua, de neumáticos y de autos. Nada se salva. Los vecinos de barrio Belgrano están atrincherados en sus casas, detrás de las rejas de sus puertas y ventanas pero desde hace un tiempo lo que queda afuera está a merced de los ladrones. Este martes, pasadas las 20.30 se llevaron el auto de mi vecina. Con total impunidad, de la puerta de su casa. La semana anterior rompieron un cantero para usar los escombros como un soporte para robar los neumáticos de un auto estacionado en la otra cuadra. Antes le pasó lo mismo a otro vecino que dejó el coche durmiendo en la calle. Parece que no poder pagar una cochera se convierte en una carga que no deja dormir y se alivia cuando salís y el auto, del modelo y año que sea, sigue ahí.
Unos meses atrás un hombre se bajó a comprar en una granja del barrio. Pidió lo que necesitaba mientras miraba su coche, que estacionó contra el cordón de la vereda que linda con el local. Por supuesto, a esa hora el dueño de la granja atiende por la reja. En un momento vio cómo el auto que tenía a la venta se iba a toda marcha. Se lo llevaron en sus narices. Así estamos en barrio Belgrano. Eligiendo cuidadosamente la parada en la que esperamos el colectivo. Corriendo a casa cuando bajamos del bondi o vamos a hacer algún mandado y ya no hay nadie en la calle. Un lugar entrañable, lleno de historia y comunidad. Donde sobrevive una clase media devastada por la crisis que busca una bocanada de aire hasta que baja el sol y las calles se convierten en tierra de nadie.