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Barrio Parque: habló el verdulero

Por primera vez tomó la palabra y declaró que es inocente. Había sido condenado a perpetua por tres homicidios.

La audiencia oral activa todos los sentidos de quien está presente en un debate y muchas veces deja atrás los fríos actos procesales para dar lugar a las vivencias de aquellos que se encuentran de alguna manera vinculados con el proceso. A veces el palpitar de un sentimiento contenido durante todo un trámite judicial se dispara por una palabra, un gesto o una muestra de dolor que genera una reacción y fue lo que se vivió ayer en una apelación oral por una sentencia a prisión perpetua que recayó sobre el verdulero Martín Santoro, condenado por los homicidios –criminis causa– de tres ancianos ocurridos en 2010. Luego de la argumentación de cada parte durante la revisión del fallo, el tribunal le dio la palabra al acusado, quien decidió hablar por primera vez en el proceso para decir que es inocente.

“No tengo el léxico que tienen ellos, ni su estudio”, dijo Santoro en relación con sus abogados. La camarista Carina Lurati le explicó que no era necesario, que podía expresarse con sus palabras. Entonces afirmó: “Terminé el secundario adentro, me pongo mal porque yo hace 4 años que estoy adentro”, y se quebró en llanto, para continuar: “Maldigo la hora de haber hecho un flete pero alguna estupidez tenía que hacer. Yo lo dejé claro, di nombre y apellido; lo único que hacía era los fletes de las cosas de Gafa, yo no maté a nadie”.

En ese momento su padre, Roberto, quien había comenzado a tomarse la cara, no soportó las lágrimas y retumbó en la sala: “Esto es una injusticia total; decile todo”. El hombre se paró y comenzó a recriminarle a la parte acusadora las imputaciones contra su hijo, por lo que fue contenido por la seguridad del lugar que intentó calmarlo y se produjo el desalojo de la sala.

Dos realidades se vieron en este juicio: por un lado el dolor y la búsqueda de justicia de familiares y amigos de las víctimas: José Savini, de 74 años, asesinado el 13 de mayo de 2010 en Zavalla; María Concepción Lavore, de 73 años, en febrero de ese año en Suipacha al 2100; y Susana García de Giménez, de 75, en Riobamba al 3000; y por el otro la familia de Santoro, la única persona que llegó a juicio por los homicidios y fue condenado en diciembre pasado, por un tribunal compuesto por María Mas Varela, Juan Tutau y Roxana Bernardelli a prisión perpetua.

Defensa y acusación

La condena fue cuestionada por los defensores Raúl Superti y Rafael Tamous, y la revisión del fallo recayó en la Cámara, integrada por Lurati, Guillermo Llaudet y Alfredo Ivaldi. Ayer fue la audiencia, que se extendió por casi 4 horas. La defensa cuestionó las intervenciones telefónicas, los allanamientos, la actuación policial, pruebas periciales como la realizada sobre una zapatilla secuestrada y la intervención de un “agente encubierto”, que fue nombrado por Santoro en su declaración como una de los personas con las que se relacionaba para trasladar las mercaderías que se sustraían de la firma de electrodomésticos Gafa. Este hombre cayó detenido 7 meses después que Santoro y dijo no conocer a nadie, aunque seis meses más tarde cambió su declaración y sostuvo que estaba vinculado con la Policía para tratar de hacer hablar al acusado, según refirió Superti. Para la defensa, este hombre (luego sobreseído) actuó para constituir pruebas de cargo contra Santoro y cuestionó la calificación legal: para ella, no se probó la autoría, ni se determinó la mecánica de los hechos; por lo que pidió nulidad del juicio, de la sentencia o bien su revocación.

A su turno, el fiscal de Cámras Guillermo Camporini, y la querella de familiares de Susana García –a cargo de Ignacio Carbone– desecharon los planteos defensistas, avalaron el sumario policial y las medidas que se llevaron adelante durante la instrucción vinculadas con escuchas telefónicas y allanamientos, en especial en la casa del acusado. Sostuvieron que Santoro fue autor de los homicidios que tuvieron como fin el robo y desecharon que el acusado sólo haya sido un transportador o un encubridor. Detallaron un patrón común: puertas sin forzar; buen pasar de las víctimas; la relación con la verdulería de  barrio Parque y la entrega de mercadería a domicilio, entre otros puntos, e hicieron hincapié en una pericia psiquiátrica. Se afirmó que a Santoro le generaba adrenalina participar de robos, que tiene una personalidad antisocial, no se maneja bien con terceros ni se apega a las normas. Según la Fiscalía, el informe habla de rasgos de perversidad, características infantiles y resguardo en pensamientos mágicos.

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