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Bartolina Sisa: la revolucionaria aymara que puso en jaque a la corona española en el Alto Perú

Lideró una rebelión independentista en 1781, fue proclamada virreina y mantuvo sitiada la ciudad de La Paz durante varios meses. Fue traicionada, detenida y ejecutada en la plaza pública el 5 de septiembre de 1782. Desde hace 40 años, en esa fecha se conmemora el Día Internacional de la Mujer Indígena

Desde hace 40 años, cada 5 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Mujer Indígena. La fecha no es azarosa: recuerda la ejecución, en 1782, de Bartolina Sisa, lideresa revolucionaria aymara que organizó y estuvo al frente de batallones populares contra la invasión española varias décadas antes de que los territorios latinoamericanos consiguieran independizarse. Con tropas a su mando consiguió sitiar la ciudad de La Paz (hoy capital de Bolivia) hasta que fue traicionada y capturada. Fue sometida a torturas y, pese a eso, jamás delató a sus compañeros de lucha. Su ejecución fue pública, cruel y un ejemplo para evitar nuevos levantamientos.

La invasión española en el continente americano fue responsable de introducir prácticas de violencia y explotación marcadas por el patriarcado, el racismo, y la esclavitud. Bartolina Sisa fue una de las mujeres que tomaron el mando de los rebeldes de su región.

En las sublevaciones aymara de principios de la década de 1780 en el territorio del Alto Perú, Bartolina Sisa comandó y obtuvo la obediencia de sus tropas junto a su esposo Tupac Katari, fue nombrada virreina del Inca e intervino con ideas y consejos sobre el desarrollo de la insurrección. Junto a otras compañeras, como su cuñada, Gregoria Apaza, organizaron batallones populares contra el Imperio español. Bartolina Sisa fue responsable por tareas de reclutamiento, de organización logística de provisiones y circulación en territorio rebelde.

No hay consenso respecto de cuándo nació Bartolina Sisa, aunque la fecha más aceptada es el 25 de agosto de 1750, en lo que hoy es la provincia de Loayza, en el departamento de La Paz, Bolivia. En esa época, esa zona pertenecía al Virreinato del Alto Perú, que abarcaba los territorios que actualmente ocupan Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia y parte de Argentina y de Chile. Cuando Bartolina nació, el Virreinato del Río de La Plata ni siquiera había sido fundado.

El manejo político y económico de ese territorio estaba encabezado por un virrey, que ejercía su poderío en nombre del rey de España. Era el encargado de asegurar que llegue a Europa lo que la corona necesitaba: oro y plata.

El centro neurálgico de economía del Alto Perú estaba en la actividad minera. Allí eran enviados los varones indígenas de entre 18 y 50 años, que dejaban su vida en las profundidades de las montañas y morían a causa de las inhalaciones de azufre y otros gases venenosos. Las mujeres tenían otro destino: las descendientes de los Incas eran obligadas a trabajar en hilados y confección de ropas para los invasores españoles. En esos contextos eran sometidas a violaciones y distintos tipos de abusos por parte de europeos, criollos y religiosos.

La realidad de Bartolina era otra. De familia aymara, sus padres tenían un buen pasar: eran comerciantes de coca. Esa actividad los hacía estar más acomodados económicamente, y también recorrer gran parte del territorio del Alto Perú: viajaban por distintas localidades del altiplano y los valles para comercializar sus productos. Así creció Bartolina, atenta a lo que veía en su entorno, observando las condiciones de sumisión y hostigamiento en las que vivían muchos indígenas en los partidos de las Yungas, Sicasica y La Paz. En 1769, a los 19 años, Sisa formó su propio movimiento comercial y se independizó de sus padres.

A los 25 años, Bartolina conoció en Sicasica a Julián Apaza, quien años más tarde tomaría el nombre de guerra de Tupac Katari. Había nacido en Ayoayo y quedó huérfano de chiquito. Vivió y trabajo en la iglesia del pueblo hasta los 17 años, cuando fue reclutado para trabajar en las minas de Oruro, donde permaneció durante dos años. Según describe Alipio Valencia Vega en su libro “Bartolina Sisa” (1978), allí fue testigo del “trato inhumano dado por capataces, mayordomos y soldados, con látigos, golpes y arcabuces”. Al regresar a su comunidad, se informó sobre el comercio en ascenso de la venta de coca y telas de la tierra y decidió comenzar a practicarlo.

Sisa y Apaza se conocieron en uno de los tambos de la ruta comercial y se casaron en 1770. En sus viajes comerciales, entraron en contacto desde inicios de esa década de 1770 con Gabriel Condarkanki (quien luego asumiría el nombre de Tupac Amaru II), uno de los descendientes de Incas nacido en Tinta; con su esposa, Micaela Bastidas Puyucahua; y con Tomás Katari y sus hermanos, de Chayanta. De ellos Apaza tomaría su nombre: Tupac Katari.

Estos encuentros sirvieron para trazar una agenda conjunta que diez años después llevaría a las sublevaciones indígenas de 1780 y 1781 que comenzó en Chayanta, continuó en Tinta y culminó con el cerco de La Paz. Todos estos levantamientos regionales terminaron por ser aplastados a fuerza de traición.

El cerco de La Paz

Sisa y Katari luchaban por un gobierno propio, independiente de los invasores españoles y predicaban el derecho a la tierra-territorio. Juntos, asumieron la condición de líderes en el levantamiento indígena que comenzó en 1781. Cuando estalló la insurgencia indígena aimara-quechua, ella fue proclamada virreina por derecho propio, y Katari, virrey.

A la par de los levantamientos de los hermanos Katari y de Tupac Amaru II, ellos tenían un plan para su región: cercar la ciudad de La Paz –comandada por el corregidor español Santiago Segurola- para cortar el abastecimiento de alimentos. En su marcha a La Paz, las huestes de Katari y Sisa contaban con 20 mil hombres y mujeres. Paralelamente, se levantaron las provincias más grandes del altiplano, declarándose independientes y dueños de las tierras en las que habitaban. El 13 de marzo de 1781 llegaron a La Ceja y cercaron La Paz. A la semana, el ejército ya era de 40 mil personas y al cabo de 5 meses llegaban a 80 mil.

Sisa y Katari estaban a cargo de dos batallones distintos. Cuando Segurola se enteró de que una mujer estaba a cargo de uno de los ejércitos, envió a 1.700 de sus hombres a una batalla que daba por ganada, pero Sisa salió triunfante.

Un tiempo después, en julio de 1781, Bartolina fue detenida luego de ser traicionada. En la prisión, los españoles intentaron que confesara y entregada información bajo tortura, tormentos y vejaciones. Cuando la interrogaron sobre las motivaciones que la llevaron a la rebelión, ella contestó: “Para que extinguida la cara blanca, sólo reinasen los indios”. Tupac Katari intentó rescatarla, pero no lo consiguió.

El 10 de noviembre de 1781, Tupac Katari fue sorprendido y capturado, producto de otra traición dentro de sus tropas. Dos días después fue sentenciado a una muerte cruenta en la Plaza de Peñas: el 15 de noviembre le cortaron la lengua, lo descuartizaron y pasearon sus restos por distintos poblados para dar un mensaje a la población indígena en contra de posibles levantamientos.

La sentencia de Bartolina llegaría un año después: el 5 de septiembre de 1782. “Cuando los invasores españoles advirtieron que las mujeres indias luchaban junto a sus compañeros varones en igualdad de condiciones, la violencia se ensañó contra ellas en exterminios ejemplificadores que se llevaron a cabo en las comunidades”, dice la periodista Marina Ari en su artículo Las «otras» mujeres de la rebelión Sisa-katarista (1781-1782).

Su ejecución fue cruel y ejemplificadora: “se claven su cabeza y manos en picotas con el rótulo correspondiente, y se fijen para el público escarmiento en los lugares de Cruz Pata, Alto de San Pedro y Pampajasi, donde estaba acampada y presidía sus juntas sediciosas”.

Un día para la memoria

Hace 40 años, en 1983, en el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, se decidió que cada 5 de septiembre se celebre el Día Internacional de la Mujer Indígena en honor a Bartolina Sisa. Sin embargo, no fue la única mujer que participó del movimiento revolucionario: otros nombres destacados fueron Tomasa Titu Condemayta, Micaela Bastidas Puyucagua, Manuela Condori, Gregoria Apaza y muchas otras anónimas.

En 2005, el Congreso Nacional de Bolivia reconoció a Bartolina como heroína nacional aymara.

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