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Bazán, un cambio a partir del debate.

El periodista pasó por Rosario Lee para presentar la actualización de su libro “Historia de la Homosexualidad en la Argentina”, propiciada por la sanción de la ley de Matrimonio Igualitario, una discusión “Sin argumentos en contra”.

 

Por  Daniela Barreiro/El Ciudadano

No era nada y después fue pecado (no fue Dios, fue un grupo de personas el que lo decretó), y después fue una enfermedad (tan arbitraria que un día dejó de serlo) y también fue un delito (usado siempre discrecionalmente). Y después fue todo junto: pecado, enfermedad y delito. ¿Cómo reaccionar teniendo en contra a la religión, la ciencia y el Estado? El día en que nació el concepto de «orgullo gay», comenzó a frenarse la injusticia”, reza el epílogo del libro Historia de la homosexualidad en la Argentina, del que su autor, el periodista nacido en la localidad santafesina de Salto, iniciado en la profesión en Rosario y actualmente radicado en Buenos Aires, Osvaldo Bazán, está presentando lo que él mismo denominó como una “actualización”.

Historia de la homosexualidad en la Argentina data de 2004 y relata la vida de distintos personajes históricos que vivieron de diferentes formas su homosexualidad. En julio de este año, el libro comenzó a estar en boca de todos gracias al debate previo a la sanción de la ley de Matrimonio Igualitario del que sus páginas formaron parte sustancial. Primero, el senador Agustín Rossi, y después otros miembros del Congreso citaron pasajes de este libro en sus argumentos.

En los últimos meses, el periodista lanzó una nueva edición del material que contiene la reseña de lo vivido este año, algunos pasajes del debate y la alegría del resultado final. De las circunstancias que lo llevaron a reeditar el libro y de sus vivencias en el arduo debate por la ley de Matrimonio Igualitario habló Osvaldo Bazan con El Ciudadano.

—¿Cuál fue la respuesta del público frente al libro “Historia de la homosexualidad en la Argentina”?

—La primera edición data de 2004, en ese momento tuvo mucha repercusión en la prensa y logró un lugar en las bibliotecas porque no había un material que sistematice esa información, pero no fue un boom de ventas. Sabíamos que iba a pasar algo así porque, como nos habían comentado los libreros, un libro que tenía la palabra “homosexualidad” en la tapa no podía esperar vender mucho; y de hecho me habían pedido que le ponga otro nombre como “Historia de la diversidad sexual” o algo así, pero me pareció que no tenía sentido. Básicamente tuvo que ver con un problema de prejuicios, así que el libro fue muy bien comentado y recomendado incluso a niveles académicos, pero no tuvo buenos niveles de venta. La cosa se dio vuelta cuando en la discusión sobre la ley de Matrimonio Igualitario el diputado Agustín Rossi cerró su discurso leyendo el epílogo del libro. En ese momento se me ocurrió que era una buena idea hacerles llegar a los diputados los libros que nos quedaban en el depósito, porque muchos no sabían de qué estaban hablando. Con la editorial le ofrecimos el libro al Instituto Nacional Contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) a precio de costo, nosotros resignamos nuestra ganancia para que los senadores tengan acceso a esa información. Después me contaron los mismos senadores que les fue muy aclaratorio en un montón de aspectos y la verdad que tuvo una incidencia bastante clara en el debate.

—¿Qué sentiste al ser parte activa de ese debate?

—Me generó un orgullo profesional muy grande saber que todo lo que uno había hecho simplemente haciendo periodismo, contando la verdad y mostrando la visión que uno tiene de las cosas de la manera más honesta posible, había incidido de una manera tan contundente en un debate tan importante. Yo tenía idea de que estaba escribiendo sobre algo que era desconocido pero no sabía que iba a tener tanta incidencia efectiva en la realidad.

—¿Eso fue el disparador de esta actualización?         

—Lo que en realidad pasó fue que cuando se dio todo este debate me empecé a dar cuenta que algo estaba cambiando, que todo eso era parte de la historia y estaba ocurriendo. Siempre supe que si el 14 de julio se promulgaba la ley, el libro iba a  quedar incompleto y tenía que contar cómo había sido ese proceso.

—Además de lo que fueron tus vivencias y de lo que pudo verse por los medios de comunicación, ¿qué otras fuentes consultaste?

—La primera parte del libro es de investigación periodística e histórica. La segunda, me tiene no sólo como testigo sino como protagonista de una parte de esa historia. Además, hablé con todos los protagonistas, porque por suerte tuve acceso a todas las figuras que fallaron tanto a favor como en contra de la ley: me encontré con ellos a lo largo de esos días, estuve en el recinto en el momento del debate final de senadores y estuve en las provincias viendo cómo se estaba dando el debate, entonces todo eso está contado bien desde adentro.

—¿Qué pensás que cambió en la sociedad para que haya existido el debate y se haya abordado a un resultado impensado no hace mucho tiempo?    

—Esa ley era tan impensada que el 31 de diciembre del año pasado no brindamos por ella. Ni siquiera los que estábamos más comprometidos con el tema pensamos que podía ocurrir algo como esto. Lo que pasó fue el resultado de la propia dinámica del debate que fue propiciado por un arduo trabajo de las organizaciones que están trabajando en esto desde el año 1967 y que profundizaron ese trabajo con esta ley. El primer proyecto de ley fue presentado por el diputado socialista (Eduardo) Di Pollina en 2005 y se siguió presentando. La diferencia es que ahora se propició un intenso debate; se rompió con el concepto de lo “nefando”. Lo nefando es aquello de lo que no se puede hablar, lo silenciado. Por casi 2 mil años, para la religión, la diversidad sexual fue un pecado nefando y como no se podía hablar, no existía. Lo paradójico fue que en esos 69 días que pasaron entre la sanción en una cámara hasta la sanción en la otra, de lo único que se habló fue, justamente, de lo que no se podía hablar. De ahí el tema pasó a las casas, a los trabajos, y lo bueno fue que en muchas casas, oficinas y talleres mucha gente se animó a decir: “Eso que pasa en la tele me está pasando a mí”. Fue un período en el que mucha gente salió del placard. Eso pasó en todo el país, no fue una cosa sólo de Buenos Aires como pensaban algunos. Así que lo que se vio fue que era una problemática que recorría todo el país y que necesariamente requería de una solución legal, eso fue lo que pasó, se pudo debatir, y cuando se terminó el debate nos dimos cuenta de que en realidad no había nada que debatir. Yo escuché atentamente los argumentos en contra y no los había, había ignorancia, había prejuicios, pero argumentos claros en contra, no había.

—¿Creés que se modificó el tratamiento del tema en la televisión después de la sanción de la ley?

—Sí, creo que se modificó incluso antes de la sanción. Cosas que se decían alegremente en el 2000, no se podían decir en 2003, y algún rasgo de homofobia de 2003 no se podía repetir en 2005, y así hasta que definitivamente en 2010 la mentalidad ha cambiado bastante. En ese sentido, la ley funcionó de manera pedagógica. Hasta la noche del 14 de julio, dos chicos se daban un beso en un bar y el mozo podía, con la mejor de las ondas, decirle que ese recinto era un lugar de familia. Ahora, dos chicos que se dan un beso en un bar le pueden contestar a ese mismo mozo que ellos son una familia. Todo está tan claro y es tan lógico que es imposible que alguien hoy se pueda horrorizar por un beso de dos hombres o dos mujeres en la televisión o donde sea, porque es legal, tan sencillo como eso.

 

Los controvertidos almuerzos de Mirta

En medio de la controvertida y mediática pelea entre el actor Federico Luppi y la conductora Mirtha Legrand, que desató infinidad de polémicas, el periodista oriundo de Salto formó parte de uno de sus almuerzos.

Consultado acerca de esa pelea y sin tapujos, Bazán opinó: “Me parece que se está banalizando absolutamente todo, voy a comer a lo de Mirtha desde hace siete años y la verdad es que sería muy hipócrita si ahora, después de tantos años, descubriera que Mirtha trabajó en la dictadura. Sería hipócrita de mi parte como también me parece hipócrita la gente que dice «ahora no voy», cuando siempre ha ido a hacer publicidad de sus espectáculos. Yo no vi que la presidenta o el ex presidente tuvieran algún problema en ponerle la mesa a Mirtha en el Calafate cuando asumieron. La verdad es que no opino como Mirtha en casi nada o, mejor dicho, en nada; pero no me siento sólo en la mesa de las personas que piensan igual que yo, si no me aburro mucho. Soy lo suficientemente maduro como para hablar con personas que no piensan lo mismo que yo, y me parece que la otra actitud es completamente infantil, es una forma de banalizar temas muy embromados como fue la última dictadura militar en la Argentina”.

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