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Benedicto XVI, el Papa sin carisma

A diferencia de Juan Pablo II, quien gozó de gran popularidad durante su papado, Benedicto XVI, negado de carisma, afronta hoy una serie de escándalos que debilitan su figura, entre ellos una denuncia por supuesto encubrimiento de pedofilia, y retrotraen a la cabeza de Iglesia católica a sus peores tiempos en materia de imagen pública.

A diferencia de Juan Pablo II, quien gozó de gran popularidad durante su papado, Benedicto XVI, negado de carisma, afronta hoy una serie de escándalos que debilitan su figura, entre ellos una denuncia por supuesto encubrimiento de pedofilia, y retrotraen a la cabeza de Iglesia católica a sus peores tiempos en materia de imagen pública.

Aquel cardenal alemán Joseph Ratzinger –que como 265º Papa gobierna la Iglesiades de hace seis años– es considerado en la actualidad  un defensor de los puntos de vista más conservadores de Karol Wojtyla.

Pero, ya antes de convertirse en papa, muchos expertos del Vaticano vaticinaban que Ratzinger –un erudito con inclinaciones teológicas– no inspiraría la misma adoración pública que su antecesor.

El 1º de mayo pasado, Juan Pablo II fue beatificado en Roma, luego de ser considerado uno de los líderes más importantes del siglo XX, debido a su papel jugado en la lucha contra el comunismo y por ejercer el pontificado durante veintisiete años en los que se convirtió en el papa más viajero de la historia, con 104 periplos alrededor del mundo.

Precisamente, la beatificación de Juan Pablo II se realizó en medio de críticas por la rapidez con que se resolvió su proceso de canonización, mientras se conocían denuncias por supuesto abuso de menores por parte de sacerdotes que fueron encubiertos durante el pontificado de Wojtyla.

Sin embargo,la Iglesiacatólica defendió la canonización del pontífice, al señalar que este proceso religioso no constituye un juicio sobre cómo Juan Pablo manejó su pontificado, sino por haber llevado una vida con virtud cristiana.

Al cumplirse seis años de la muerte de Wojtyla, Benedicto XVI trata de poner en marcha muchas de las iniciativas teológicas y pastorales de su antecesor. Pero desde que asumió el papado, el 19 de abril de2005, hamantenido una serie de polémicas con musulmanes, judíos, anglicanos y muchos católicos romanos.

Sin embargo, las acusaciones sobre escándalos sexuales han amenazado su papado, ya que fue imputado de no haber avisado a las autoridades civiles sobre sacerdotes involucrados en abusos sexuales, cuando Ratzinger era arzobispo en Alemania y jefe doctrinal en el Vaticano.

El Papa también estuvo envuelto en otras polémicas, dado que en 2006 enfureció a los musulmanes cuando citó una frase de un emperador bizantino, que llamaba al Islam “malvado e inhumano”.

Asimismo, en enero de 2009 provocó indignación en Europa cuando revocó la excomunión de varios obispos que habían negado el Holocausto.

Pero son las denuncias sobre abusos sexuales las que están a la orden del día en contra el Pontífice, ya que el 14 de septiembre último, la principal asociación estadounidense de delitos de este tipo, denunció al Papa y otros prelados antela Corte PenalInternacional (CPI) dela Haya.

La denuncia “incrimina al Papa por su directa y superior responsabilidad en los crímenes contra la humanidad de los estupros y otras violencias sexuales cometidas en el mundo” por parte de miembros dela Iglesiacatólica.

Snap fue fundada en 1988 por Bárbara Blaine, quien fue violada cuando tenía 12 años por un sacerdote en Massachusetts. Esta organización tiene alrededor de nueve mil miembros y sesenta sucursales en Estados Unidos, Canadá y México.

A fines de marzo de 2010, Ratzinger y el cardenal Narciso Bertone fueron acusados de ocultar un caso de pedofilia que involucró al reverendo Joseph Murphy en Estados Unidos, quien murió en 1998, informó el diario The New York Times.

Según el rotativo, el sacerdote fue acusado de haber abusado de al menos doscientos niños sordos en una escuela de Wisconsin, entre 1950 y 1977.

En medio de este clima, el Papa visitó Alemania, su patria de origen, donde haber reunido multitudes no alcanzó para desplazar de la escena las protestas que cosechó a su paso.

Es que, de aspecto frágil y tímido y carente del magnetismo que irradiaba su antecesor, Benedicto XVI parece condenado a dejar en la historia sólo el rastro del hombre que no supo, o no quiso, depurar a la Iglesia del doloroso pecado que le achacan muchos, incluso desde dentro de sus propias filas.

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