Hasta hace poco más de un año, la opción del retiro era una posibilidad. Newell’s venía de una mala campaña bajo la conducción de Roberto Sensini y las llegadas de Javier Torrente y Diego Cagna trajeron más dudas que certezas. La Lepra arrancó el año en el fondo de la tabla de promedios, igualando la línea de Independiente, condenado a jugar la próxima temporada en la B Nacional. Hoy, la realidad es otra. ¿Qué fue lo que cambió en este año? Y más precisamente, ¿cuáles fueron los motivos por los que Lucas Bernardi, que en algún momento acabó jugando partidos entre silbidos, decidió darle una posibilidad más al fútbol? Evidentemente las llegadas de Gerardo Martino, quien le ratificó su apoyo, y de otros referentes cambiaron su forma de pensar. Esta inyección de confianza volvió a mostrar la mejor cara de aquel futbolista que supo manejar los hilos del Mónaco francés y es por ello que resulta casi imposible imaginarlo fuera de este equipo que gana, gusta y golea en todos los frentes.
«Voy a seguir intentando jugar hasta que tenga ganas yo y no los demás», se lo escuchó decir en 2011, cuando el presente futbolístico del club era totalmente diferente. “Más allá de todo lo que me dio el club, llegó el momento de ser egoísta, de pensar un poco más en mí y en mi familia”, completó el deportista días después de haber saludado afectuosamente a los hinchas (que hacía pensar en una abrupta finalización de su carrera) tras ser reemplazado entre silbidos y aplausos en un encuentro contra San Martín de San Juan.
¿Era así como debía retirarse de la alta competición uno de los ídolos del club, que descartó otras ofertas y volvió para “dar una mano”? Sin embargo, el fútbol es así, injusto. Este no sería ni el primero ni el último de los casos en los que estrellas y leyendas de un club acaban retirándose en las tinieblas. Casos como el de Cristian González, quien descendió con Central y fue insultado por muchos hinchas, o Gabriel Milito, de pésima temporada con el Rojo, sirven como ejemplo para entender esta característica distintiva de la profesión.
¿Cómo se hace para seguir jugando cuando la presión es abrumadora y las ganas de pasar más tiempo con la familia comienzan a tener más peso? Y, ¿cómo se hace para lograr un buen desempeño y estar tranquilo cuando se reciben violentas amenazas por parte de los estúpidos que no interpretan que el fútbol es sólo un deporte? Quizás la exposición de los jugadores al constante juicio y la necesidad de hacer un buen trabajo bajo la atenta mirada de millones de ojos críticos, que se encuentran pendientes del primer error para llenar páginas de diarios y ser el centro de conversación entre los hinchas durante toda la semana, permita moldear una tolerancia superior que posibilite observar el mundo desde afuera. A lo mejor, el hambre por alcanzar la gloria con el club de sus amores, o al menos posicionarlo entre los mejores del país, haya pesado a la hora de tomar esta determinación.
No obstante ello, también hay otros factores externos. “Gracias a Martino no me retiré”, expresó el volante central en mayo del año pasado luego de la llegada del técnico responsable de la mejor participación de la selección de Paraguay en un Mundial, luego de ser eliminado en cuartos de final por España (1-0), campeón en ese torneo.
Entonces, ¿cuál fue el acierto de Bernardi? Hizo una apuesta y ésta le terminó pagando con creces. Apostó por un entrenador que prometía un cambio en el club y que, en el primer torneo, no pidió prácticamente ningún refuerzo. Hoy, es una ficha clave y un ejemplo para todos los jugadores de este equipo, que atraviesa uno de los mejores presentes futbolísticos de su historia. Pero lo más importante de todo, es que el caso Bernardi es la prueba irrefutable de que el fútbol puede ser injusto, pero siempre da revancha.