Newell’s tocó fondo. Y Bidoglio también. De pronto, la racha invicta que parecía ser un aura protectora para el DT y que generaba tranquilidad de cara al futuro, se borró con tres cachetazos consecutivos, que además expusieron falencias tácticas de un entrenador novato. Y de paso, dejaron en claro que la Lepra tiene un plantel de escasa jerarquía.
Trece puntos sobre veintiuno, una efectividad del 62 por ciento, eran números alentadores para Bidoglio. Y no sólo por la racha de siete partidos sin derrotas, sino también por un funcionamiento del equipo que se mostraba interesante.
Es cierto que Alan Aguerre era responsable de defender gran parte de esos puntos. Y que la jerarquía de Maxi compensaba grandes falencias en ataque. Pero había buenas intenciones, un estilo de juego interesante, y una proyección de juveniles necesaria.
De pronto todo cambió. Bidoglio empezó a fallar, expuso dudas, falta de recambio táctico, malas decisiones a la hora de mandar a la cancha a algunos jugadores, y variantes inexplicables.
Con River se le perdonó, por la jerarquía del rival. Con Talleres abrió interrogantes grandes, mucho más cuando mandó a la cancha a un Ribair Rodríguez que parecía un jugador retirado.
En La Plata, el golpe fue más duro. Porque el rival era dócil, llegaba aturdido, y además era la chance de empujarlo al precipicio de la tabla de promedios futura. Pero Newell’s no tuvo capacidad para lastimar, como si le diera lo mismo ganar o no.
Y ahí es donde empieza a preocupar la reacción de Bidoglio. El DT no muestra ideas para revertir desde lo táctico o anímico esta racha de tres derrotas. Y cada punto que se deja en el camino duele en el futuro cercano.
No es culpa de Bidoglio no tener un nueve. Pero poner a Leal de ocho es entorpecer más el problema. La sensación es que la ausencia de Maxi desencajó al equipo. Y que el DT no tuvo mano para manejar esa situación.
Ahora vendrá el partido por Copa Argentina frente a Villa Mitre de Bahía Blanca, con una indudable obligación de victoria. Pero Huracán y Banfield serán una prueba de fuego final para el entrenador. Porque si no recompone la línea y muestra capacidad para afrontar la crisis, su permanencia en el banco será insostenible.