“Yo ya me fui una vez y me costó mucho volver, no tengo mucho margen para contradecir lo que resuelva la mayoría”. Julio Cobos está vez no traicionó. Avisó al resto de Unen que irá donde su partido le diga. Y su partido de a poco se vuelca a la idea de un nuevo experimento electoral con el PRO o el Frente Renovador.
Ese hecho político terminó por convencer a los socialistas santafesinos de que era hora de repensar todo. Había otro ingrediente: en Santa Fe el Frente Progresista no tiene asegurada la reelección en la Casa Gris. La gestión de Bonfatti tiene mucho para mostrar, pero también hay variables que exigen una dedicada labor de control y reparación de daños. El PRO está posicionado para dar el zarpazo si tiene la oportunidad, por lo tanto merece atención.
Con ese escenario, los socialistas se repliegan de donde nada tienen que ganar, para concentrarse en donde mucho tienen para perder. Hermes Binner hace tiempo tomó la decisión de correrse a la espera del momento adecuado. En los próximos ocho meses hará campaña para Miguel Lifschitz y Mónica Fein hasta junio y para su casi segura candidatura a senador hasta octubre. Su lugar lo deja para la bonaerense Margarita Stolbizer. La líder de GEN podría ser el canal de expresión para los radicales dolidos por el barquinazo a la derecha que prepara la UCR. Resultaría un voto casi testimonial, pero coherente con la línea histórica del partido de Alem e Yrigoyen. La contracara es que se diluye la referencia a la experiencia de gestión progresista no kirchnerista que representa Binner.
En la Casa Rosada celebran. La idea de liquidar el pleito electoral en primera vuelta podría fortalecerse con la retirada de un precandidato de perfil progresista. Binner siempre fue una figura incómoda para el kirchnerismo, siendo que, aunque a menor escala, pastoreaba en un segmento electoral muy similar. Por lo pronto, el ministro y precandidato Florencio Randazzo se apresuró a convocar a los potenciales votantes de Binner. El martes Randazzo y Aníbal Fernández recibirán al gobernador Antonio Bonfatti para discutir la ayuda por las inundaciones. Tal vez surjan allí los primeros indicios de una relación más relajada y menos condicionada por la política electoral.
Jugar con las cartas del otro
Hay quienes creen que el pase de Reutemann al PRO haya influido en la decisión de Binner de competir en Santa Fe. Y viceversa: que Reutemann considerará muy en serio la dificultad que le plantea que el adversario tenga la talla del ex gobernador.
Otros opinan que la decisión de Binner de bajar a Santa Fe espantará a Reutemann y lo convencerá de aceptar la candidatura a vice que le ofrece Macri.
Hay una anécdota sobre eso: en los tiempos que Lole era gobernador y rechazó el ofrecimiento de Duhalde con aquella famosa frase: “Vi algo que no me gustó”, un periodista lo inquirió: “Dicen que usted no aceptó porque tiene miedo”. Lole se tomó un segundo para decidir si mandaba a la mierda al mensajero o contestaba. Optó por lo segundo: “¿Le parece que puedo tener miedo después de pasar a 10 centímetros del guardarrail a 200 kilómetros por hora?”. Miedo o conveniencia, Reutemann tiene en manos algo que pocos políticos tienen: la posibilidad de elegir.
Un mismo destino
Binner y el socialismo ponen toda la carne al asador para retener la Casa Gris y la Municipalidad de Rosario. Es muy difícil que Miguel Lifschitz sea gobernador sin ganar Rosario. Y más difícil será para Mónica Fein gobernar Rosario sin un socialista en la provincia.
El jueves pasado, en la apertura de sesiones ordinarias del Concejo Municipal, la intendenta lo expuso entre líneas: la provincia financia el Plan Abre incluidas las cloacas en 31 barrios, la intervención en 27 asentamientos y el arreglo de la mitad de los barrios Fonavi por 200 millones; las remodelaciones definitivas de las avenidas Ovidio Lagos, Rivarola, Rouillon, Acevedo y San Martín; la construcción soterrada del aliviador III; las urbanizaciones de Mi Tierra, Mi Casa y, fundamentalmente, desde la llegada de Binner al gobierno, la provincia quita presión al presupuesto de la ciudad asumiendo el financiamiento de distintos servicios de salud: un acto de justicia con Rosario que este año costará 800 millones.
No es sólo la provincia. La intendenta hizo honor en ese discurso a intervenciones millonarias de parte de Nación: el tren Rosario-Retiro, la recuperación del aeropuerto, remodelación de avenidas Belgrano y Circunvalación y el Programa de Mejoramiento Barrial en Itatí, La Cerámica y Cabín 9 en Pérez, entre otros.
Nunca Rosario tuvo tanto dinero en obras grandes y chicas. La paradoja es que son contadas con los dedos de una mano las que se solventan con fondos de la ciudad. Fein mencionó para este año la pavimentación definitiva de Uriburu y La Guardia: son 100 millones que en 2014 estaban presupuestados y no aparecieron. Esos vecinos tuvieron que ser pacientes, porque viven en una ciudad cuyas arcas apenas alcanzan para el submantenimiento de la infraestructura urbana, pagar sueldos, sostener servicios públicos con muchos altibajos, prestar una salud pública de muy buen nivel y concretar obras barriales que se festejan como gran acontecimiento.
En esa depresión económica que administra la secretaria de Hacienda Verónica Irízar, la virtud de Mónica Fein fue sacar provecho de los equipos técnicos formados en 24 años de gestiones para disponer de proyectos y golpear las puertas adecuadas. Ya sea por miedo a la expansión de la violencia urbana, por el clima social, por la capacidad persuasiva de la intendenta, por conveniencia, o por todas esas cosas juntas, lo cierto es que provincia en primer lugar y Nación luego, volcaron un inédito flujo de recursos y obras públicas sobre la ciudad.
En su discurso dijo que “el municipalismo argentino está hoy en una grave situación de desfinanciamiento estructural”. Prefirió plantearlo por ahí y eludir referencias a la traumática pulseada que desde el primer día de gestión mantuvo por los recursos presupuestarios con este Concejo. En privado exhibe una visión más severa: “Siempre nos recortaron lo que pedimos, eso nos perjudicó mucho”, protesta.
Siameses
Así las cosas, los gobiernos de ciudad y provincia dependen uno del otro, como siameses que se retroalimentan: el primero bombea el corazón del proyecto político, el otro es la espalda financiera. Si ese esquema se rompiese, habría que barajar todo de nuevo.
La Casa Gris y el Palacio de los Leones identifican al PRO como la principal amenaza a continuar en el poder. Por eso en su discurso ante los concejales Mónica Fein aludió a la política como “una vocación que hemos abrazado para toda la vida” y no una aventura para “tener poder o un cargo”; o las referencias a las privatizaciones fracasadas de los 90. “No todos pensamos lo mismo de la salud pública, de la utilización de los espacios públicos, de las prioridades en la obra pública o del rol del Estado”, abrió el fuego Fein en dirección al PRO, pero también al Frente Renovador y el PJ de los 90.
Ahora la campaña está en marcha. El oficialismo enfrenta la compleja tarea de dar explicaciones, mostrar lo hecho y convencer. Sus adversarios no la tienen más fácil: deben diferenciarse del gobierno pero también entre sí, y explicar cómo piensan hacer las cosas diferentes.