“Pablo es mi amigo, es mi hermano, voy a estar siempre para acompañarlo en lo que necesite”. La de Adrián Boccia no es una frase de ocasión y lo demuestra con acciones, porque, aunque no lo reconozca, tuvo buena parte de injerencia para que se concrete en un santiamén el Boca-Atenas del domingo 19 de septiembre en el Salvador Bonilla de Provincial.
Es que si se analiza a los protagonistas y cómo se movieron para consolidar y llevar a cabo la idea, el Boca-Atenas de Liga es un guiño de Adrián para Pablo Fernández, pero también un regalo de Pablo para Adrián. Y de ambos para Provincial, que retrucó con afecto recíproco. Un círculo virtuoso de los que no abundan en Rosario.
Y si de demostraciones se habla, el jugador de Boca estuvo este viernes en Provincial para recorrer las instalaciones y conocer más detalles sobre el amistoso que se llevará a cabo en apenas unos días y que será muy relevante para los amantes del básquet en la ciudad, que desde 2006 con la Copa Argentina no viven un encuentro de esta relevancia al alcance de la mano.
“Me parece que estamos en presencia de un hecho histórico para la ciudad, que vengan dos equipos de Liga, de la importancia que tienen Boca y Atenas es algo para valorar y que seguramente se va a recordar por un buen tiempo”, cree Boccia, uno de los jugadores más talentosos salidos de estas tierras y con una magnífica trayectoria que lo llevó desde el Rojo hasta España y la selección nacional.
Pero a Adrián también le suceden cosas con este partido. Lo moviliza, lo emociona, por él, por su gente y por su club. “Desde mi lugar estoy feliz porque vuelvo a mi club, a la que fue mi casa durante un montón de tiempo y eso me genera muchos recuerdos. Poder jugar con mi club actual un partido de Liga en este estadio me lo voy a llevar para toda la vida”, reconoce el pibe que solía apilar las sillas del bar del a cambio de la coca y el carlito, el que no veía la hora de desandar el par de cuadras que separaban a su casa de su otra casa, Provincial.
El Boca-Atenas tiene un origen, y Adrián le da el mérito al flamante director deportivo del básquet del Rojo: “Fue todo idea de Pablo, y yo lo que hice fue hablar con el entrenador (Gonzalo García), que le puso toda la predisposición. Fue todo muy rápido de parte de Boca, fueron muy atentos, creen que es un favor que me están haciendo, pero les hago entender que es importante para el club y para la ciudad. Invito a la gente a venir, creo que va a estar buenísimo y va a ser un lindo espectáculo”.
Los recuerdos brotan a cada paso y el ingreso al estadio principal es otro golpe emotivo, porque el camino recorrido desde la última vez que jugó allí es tan extenso como repleto de experiencias magníficas. El pibe que se fue con sus sueños, su determinación y su audacia basquetbolística retorna consagrado, con una familia a la que contarle dónde empezó todo.
Y esas jirafas, esos tableros y aros que serán centro de atención el domingo, fueron en su momento el pago de Boca por el pase de la otrora joya del básquet de la ciudad dos décadas atrás.
“Hacía mucho que no venía y me atrae que haya gente que tenga ganas de impulsar el básquet y que vuelva a ser lo que fue en su momento. Todo el trabajo y el empuje del grupo me entusiasma y la presencia de Pablo me incentiva”, reconoce Boccia, quien coincide en que el objetivo debe ser que la gente pueda acercarse y que se sienta fuerte el básquet en Rosario y en especial en Provincial.
Y claro, a punto de recibirse en el máster de dirección deportiva, se caía de maduro saber si en el futuro podría sumarse al proyecto. “En su momento el deseo era poder jugar con él, pero nunca se sabe, siempre le digo a Pablo que voy a estar con él para lo que necesite, porque es mi amigo, mi hermano”. No es una frase al viento.
Falta poco para poder disfrutarlo a pleno, con Cacho y la familia en la tribuna, con el Boccia que acá se dice Bossia, a pesar del empecinamiento de los relatores porteños. El domingo 19, Boca y Atenas, la Liga en Provincial, y un embajador de la ciudad en el rectángulo.
