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Bolivia: populismo, consumo y sentido común

El capitalismo en su fase neoliberal promueve individualismo desanclando en las representaciones del sujeto el proceso histórico social. Como mencionó Cristina Kirchner, tanto el Estado de bienestar como el neoliberalismo son construcciones políticas del capitalismo en diferentes contextos histórico

Sacha Pujó (*)

“Es difícil tomar el poder, pero se puede. Es difícil articular un sujeto colectivo social, pero se puede. Es difícil que las clases subalternas logren la suficiente cualificación y unificación para ganar elecciones, pero se puede. Pero cambiar el sentido común… Es decir, cambiar el orden del mundo inscripto en la piel de las personas, es veinte o cuarenta veces más difícil que esas tres cosas juntas”.

 

Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia.

Si partimos del principio de que la base material de una sociedad, esto es el conjunto de sus relaciones de producción que constituyen la estructura económica, condiciona las formas de la vida social, política y espiritual en general, podemos hallar uno de los fundamentos teóricos explicativos por el cual no se pudieron sostener varios de los gobiernos populistas de la región.

Un proceso político que aspire a una profunda transformación que haga eje en el desarrollo soberano debe poder contar con un gran sostén social para llevarlo adelante. Así se puede entender lo que Cristina Fernández de Kirchner propuso a partir de la reelección de 2011 y el recordado acto de 2012 en Vélez: la batalla cultural como un objetivo estratégico para que las conquistas de derechos, y el conjunto de transformaciones que se venían desarrollando durante su gobierno que dieron forma a un nuevo tipo de estado de bienestar, se hagan cuerpo y conciencia en los beneficiados con ese proceso.

Es ejemplificador de ello lo que afirma Juca Ferreira, ex ministro de cultura de Brasil en los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, respecto al problema político de por qué los pobres votaron al electo presidente de Brasil Jair Bolsonaro: “Los derechos fueron conquistados sin una reflexión social amplia. Fue como un regalo, sin una transformación de conciencia” <(Tiempo Argentino, 11/11/2018)<. El eje de esa batalla cultural es entender entonces que la situación del individuo no depende toda de sí misma, sino que está inmersa en procesos históricos que dan forma al tipo de relación entre Estado y sociedad.

 

Sobre el capitalismo y el sistema neoliberal

El capitalismo en su fase neoliberal promueve un individualismo desanclando en las representaciones del sujeto el proceso histórico social. Como mencionó Cristina Kirchner, tanto el Estado de bienestar como el neoliberalismo son construcciones políticas del capitalismo en diferentes contextos históricos. Caída la amenaza que representaba para el capitalismo el sistema económico del comunismo real, se dio paso a la mundialización del capital, llegando a cada vez más territorios. En las relaciones sociales se manifestó una pérdida de poder relativo del trabajador frente al capital.

En este contexto, el populismo como construcción política viene a ocupar una suerte del lugar que antes representaba el comunismo como amenaza al orden económico y político existente. En este marco, vale la pena plantearse algunos interrogantes. ¿Qué implica el populismo en términos económicos? ¿Se trata solamente de una gestión política estatal que aumenta la capacidad de consumo de la población? ¿No es ésta justamente una de las limitaciones para que se sostenga en el largo plazo?

Los gobiernos populistas de la región que alcanzaron el gobierno del Estado en la década del 2000 –si entendemos por populismo siguiendo a  Ernesto Laclau, una construcción política que articula diversos antagonismos económico-sociales producto de demandas insatisfechas y radicaliza la democracia en términos progresivos– tienen en común que aplicaron una política económica tendiente a aumentar el poder adquisitivo de las capas medias y bajas de la población. Sin embargo, esos gobiernos, con diferencias según cada país, no llegaron a transformar la estructura económica. Una salvedad significativa en ese sentido es Bolivia, donde se creó un nuevo tipo de Estado mediante reforma constitucional con participación de los movimientos sociales, es decir se definió una nueva arquitectura institucional como reflejo de una nueva distribución de poder. Además se nacionalizaron los recursos naturales, lo que modificó la distribución de poder entre las clases sociales y le dio una mayor autonomía relativa al gobierno. En los hechos eso le permitió a dicho país combinar estabilidad política al mismo tiempo que ser el país de mayor crecimiento económico de los últimos años en la región.

Cristina Kirchner, en el acto del Foro Mundial del Pensamiento Crítico, realizó una caracterización del actual neoliberalismo, y planteó el interrogante: “Qué clase de capitalismo es éste, que es malo consumir”. La pregunta está planteada como modo de problematizar e interpelar, ya que sin consumo no se realiza la acumulación de capital. El lugar que ocupa la Argentina desde su conformación como Estado-Nación en la economía mundial es el de proveer materia prima, recursos naturales y colocación de deuda para valorización financiera. Riquezas que se fugan del país. No interesa que aquí se genere un proceso de acumulación basado en el consumo interno y el desarrollo nacional. La historia del país demuestra que cuando se intentó modificar ese lugar en el que la geopolítica del poder económico mundial lo coloca, éste reacciona con toda su intensidad para socavar el proceso de cambio. Así genera las condiciones de posibilidad para la emergencia de gobiernos neoliberales y autoritarios que trabajan sobre el viejo sentido común, restaurando viejos prejuicios y creando nuevos enemigos imaginarios para culpar en épocas de crisis.

El neoliberalismo como construcción política sostiene su legitimidad en que oculta los fundamentos de dominación de un sector social sobre la mayoría. Por el contrario, cómo puede el populismo sostener su proyecto político si tiene como objetivo el horizonte de la igualdad, que es algo cualitativo e implica más que la sola expansión del consumo. Las transformaciones económicas deben tener una expresión en la cultura y las representaciones sociales para conformar un nuevo bloque histórico. Esto implica sedimentar nuevos sentidos comunes, visiones del mundo, nuevas configuraciones y alianzas de clases. Como afirma el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, “toda lucha política es fundamentalmente una lucha por el monopolio de la administración y la regulación del sentido común: del espacio de las estructuras simbólicas, del orden lógico, de los preceptos morales e instrumentales que tienen las personas en la vida cotidiana” <(Revista Cítrica)<.

Una transformación de la estructura económica para encauzar un proceso de desarrollo soberano es fundamental, pero al mismo tiempo si no se da una transformación en el sentido común, en la cultura y en las representaciones sociales, ese proceso es difícil que pueda sostenerse. De otra manera, si no hay transformaciones radicales en la economía es difícil que emerjan condiciones de posibilidad para que se consoliden nuevas visiones del mundo. Desde el plano analítico pueden separarse estos elementos, que en la práctica concreta deben estar enlazados para afianzar las transformaciones. Siguiendo a García Linera, la economía es algo de vital importancia para que las nuevas clases medias, los beneficiados por la política económica del populismo, no sean absorbidos por el discurso conservador y de odio que propugna el retorno de la oleada de gobiernos neoliberales.

 

(*) Magister en políticas públicas (Flacso) y licenciado y profesor en sociología (UBA)

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