La ciudad de Buenos Aires amaneció este sábado con una lluvia torrencial que, pese a bajar la intensidad en algunos momentos, continuaba pasado el mediodía. El barrio de La Boca no es la excepción: el estadio de la Bombonera luce en sectores como una laguna y el clásico entre el anfitrión Boca y su archirrival River, programado para las 17 como primer partido final de la Copa Libertadores. estuvo en entredicho hasta minutos pasadas las 15. Las Autoridades de la Conmebol inspeccionaron el césped de la Bombonera para examinar su estado y decidieron suspender el encuentro para este domingo. El horario: a las 16, siempre y cuando el tiempo ayude.
Por motivos de fuerza mayor el partido queda suspendido para mañana, domingo 25 a las 16:00 h.
— CONMEBOL.com (@CONMEBOL) 10 de noviembre de 2018
Habían fijado tres alternativas: jugarlo en el horario original, retrasarlo dos horas, hasta las 19, o en el peor de los casos y el elegido, suspenderlo.
El pronóstico extendido del tiempo no era auspicioso: auguraba la continuidad de las precipitaciones en la jornada.
El protocolo de la Conmebol no es preciso en cuanto a las suspensiones de los partidos ante condiciones meteorológicas adversas. Hay un manual de operaciones con pasos a seguir en ese caso, pero no incluye parámetros concluyentes respecto a las lluvias. Es más claro en cuanto a la actividad eléctricas.
«El árbitro debe interrumpir el partido cuando se cuenten 30 segundos o menos entre el destello del rayo y el trueno. El Delegado del Partido debe orientar a todos dentro del campo que busquen refugio luego de la interrupción con mayor brevedad posible», explica el artículo 8.3.3 del manual.
El campo de la Bombonera no tiene la tecnología de los estadios más modernos. Contiene arcilla como base, por lo que el drenaje de agua es más lento. Los hinchas bosteros, igual, continuaron ingresando bajo la lluvia a las instalaciones de la Boca, que pasado el mediodía parecía una boca de tormenta. Hasta que se enteraron de la suspensión.
Mal agüero
El presidente Mauricio Macri elevó el clásico por la Libertadores a la agenda oficial en medio de las tormentas económicas que provocan las políticas financieras de la gestión Cambiemos. Y lo que llegó fue una tormenta meteorológica, casi a tono con las metáforas que utiliza el jefe del Estado para describir el escenario nacional, al principio con los augurios de lluvia de inversiones, y luego con las tormentas de frente.
El mandatario introdujo ruido al proponer, desde su alto cargo, que los dos partidos de la final entre Boca y River se disputen con hinchas visitantes. Fue poco después de que le negaran esa posibilidad a los históricos rivales rosarinos, en su caso, por la Copa Argentina. Los propios dirigentes de los clubes bostero y gallina desestimaron el convite, para no quedar pegados a posibles desmadres.
Macri fue entonces por más en el afán de instalar lo deportivo por sobre lo económico y social en los titulares: calificó de «culón» al técnico de River, Marcelo Gallardo.