La nueva estructura crediticia que emergió en la Argentina desde 2003 privilegió los préstamos destinados al consumo y relegó los hipotecarios. Mientras las líneas de créditos personales y de tarjetas de crédito crecieron de 16 a 40 por ciento en los últimos ocho años, las destinadas a las viviendas se precipitaron de 36 a 11 por ciento, en el mismo lapso.
A octubre de 2011, el stock de préstamos en pesos al sector privado alcanzó los 227.669 millones de pesos. Según información desagregada por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), el 24,2 por ciento de los créditos otorgados fueron personales, seguidos por los documentos (22,1 por ciento) y los destinados a financiar tarjetas de crédito (15,6 por ciento). En relación con las líneas con garantía real, los hipotecarios constituyen el 11 por ciento y los prendarios, el 6,8 por ciento.
El relevamiento del Iaraf a cargo de Nadin Argañaraz y Soledad Celdrán reflejó que los préstamos en pesos del sector privado subieron de 7,1 por ciento del PBI en 2003 al 12,9 por ciento en la actualidad. “Pero, analizando por tipo de préstamo, la situación es diferente. Se observa que los créditos hipotecarios son los únicos que han caído en términos del PBI, al pasar del 2,5 por ciento en 2003 al 1,4 por ciento en 2011”, comparó el documento.
El fuerte sesgo hacia el consumo de la nueva estructura crediticia que el país convalidó en los últimos ocho años puede observarse también en relación con el PBI. Los préstamos personales subieron de 0,6 por ciento en 2003 a 3,1 por ciento. Las líneas que financian tarjetas de crédito saltaron de 0,6 por ciento a 2 por ciento en los últimos ocho años. “En resumen, el ratio prestamos al consumo/PBI fue del 1,2 por ciento en 2003, mientras que en 2011 asciende a 5,1 por ciento”, calculó el Iaraf.
La situación se replicó en la evolución de los préstamos comerciales: las financiaciones en forma de documentos subieron 1,6 punto porcentual, de 1,2 por ciento del PBI en 2003 al 2,8 por ciento, mientras los adelantos aumentaron la participación en el producto en 0,6 punto, de 1,1 a 1,7 por ciento.
En relación con las líneas prendarias, mantuvieron el bajo ratio préstamos/PBI de 2003, con una leve suba de 0,5 punto porcentual en los últimos ocho años, de 0,4 a 0,9 por ciento.
Los préstamos con garantía real perdieron un 26 por ciento de participación en el PBI desde 2003, principalmente debido a la contracción de los créditos hipotecarios. Estos últimos fueron las únicas líneas que cedieron participación del PBI en el lapso mencionado: 1,1 punto porcentual.
En relación con este año, el Iaraf advirtió sobre la reciente escalada de las tasas de interés y sus consecuencias sobre el consumo. El instituto hizo esta observación al mencionar el aumento en la tasa pasiva pagada por depósitos superiores a un millón de pesos entre 30-35 días de plazo (Badlar).
Esta tasa se ubicó durante octubre en 17,59 por ciento nominal anual, 8 puntos porcentuales por encima del nivel de mediados del 2011.
En consecuencia, las tasas activas comenzaron a subir, aunque no en iguales proporciones para todos los préstamos. Entre enero y octubre de 2011, las tasas nominales anuales para líneas prendarias se encarecieron de 16,8 a 20,7 por ciento, las de créditos hipotecarias escalaron de 13,7 a 14,9 por ciento y las de préstamos personales y tarjetas de créditos avanzaron de 30,3 a 31,6 por ciento.
Los aumentos de tasas activas son mayores para préstamos prendarios de entre 15.000 y 19.999 pesos a un año, que pasaron de 10,32 por ciento en enero a 21,2 por ciento en octubre. En el caso de los préstamos personales a mayor plazo, la tasa de interés de los créditos de entre 7.500 y 9.999 pesos se encareció hasta 38,68 por ciento nominal anual.
Por esto, el Iaraf consideró que “resulta vital desalentar todo tipo de expectativas que impliquen una tasa de interés pasiva más elevada”, porque esta situación llevaría a ciertos agentes a tomar menos préstamos, con el consiguiente efecto sobre el crecimiento de la economía.