Madres que conjuran el dolor de la ausencia bordando colectivamente el nombre de sus hijas, familiares que se juntan a tejer como pretexto para que la conversación fluya y libere, activistas que reciben el nombre de una desconocida para bordar y lo acunan como si de una hermana perdida se tratara: todo eso y más generan organizaciones como «Bordamos por la Paz», «Atravesados por el Femicidio» y «Bordando Feminismos».
«Bordaba el nombre de mi hija y se me caían las lágrimas», contó a Télam en la víspera del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Marcela Morera, la madre una joven de 22 años asesinada en 2015 en La Matanza por su pareja cuando cursaba dos meses y medio de embarazo.
En su cuadradito violeta que junto al de otras 68 víctimas integra la bandera violeta de «Atravesados por el Femicidio», su madre bordó «Julieta Mena y su bebé».
«Para mí es rendirles un homenaje, mantenerlas vivas, visibilizar los femicidios y concientizar contra la violencia de género», agregó.
En Latinoamérica, las organizaciones que optaron el tejido o bordado como dinámica y soporte de protesta y visibilización, surgieron en los países más afectados por esta forma extrema de violencia de género, como México –donde desde 2012 funcionan el colectivo Bordamos Feminicidios– y Guatemala –donde desde 2012 existe «Bordamos para no olvidar»–.
En Argentina, el grupo pionero fue Bordamos por la Paz Córdoba, creado en 2012, cuando un grupo de activistas decidió replicar en esa ciudad la experiencia de la agrupación pacifista mexicana Bordamos Feminicidios.
«Es un acto silencioso de protesta, de resistencia, con el que se toma el espacio público. La gente se acerca a leer los pañuelos, pero también hay quienes se suman a bordar y para eso no necesitan traer nada: nosotros les enseñamos y ponemos los pañuelos, agujas e hilos, sin dinero de por medio», contó a Télam Carola Margara, una de las cinco fundadoras.
La propuesta es reunirse en una plaza céntrica a contar en punto de cadena, la historia de alguna de las mujeres asesinadas por el solo hecho de serlo.
Y como cada vez que se reúnen tienden en hilera los pañuelos ya terminados, esa actividad ofrece también oportunidad de dimensionar la magnitud del problema.
Para Margara la fuerza de este activismo es «haber encontrado una forma de lucha pacífica que implica sacar de lo doméstico lo bordado y darle otro sentido que no tiene nada que ver con lo romántico sino con un acto político, pero apartidario», dijo.
Por su parte, la carta de presentación del colectivo «Tejiendo Feminismos» que surgió en enero de este año fue la «Bandera Warrior (Guerrera)» con la que marcharon en el Encuentro Nacional de Mujeres (ENN) de La Plata.
Se trató de una bandera de unos 300 metros, hecha del ensamble de 4.000 cuadraditos de lana tejidos en color verde y bordados con los nombres de víctimas o consignas del movimiento de mujeres tales como «Niñas, no madres», «Ni una menos», «Vivas nos queremos» y «Será ley».
«El objetivo era generar la bandera colaborativa, feminista, popular y federal más grande que se haya hecho por el momento y lo conseguimos: fue maravilloso», dijo a Télam Victoria Zapata, cofundadora de la organización.
En este caso, los cuadraditos fueron resultado de reuniones organizadas en diferentes lugares como «talleres de tejido, donde aprovechábamos para hablar sobre los problemas de las mujeres como sujetas políticas», generando un espacio y una red donde «pudieron problematizar su propia situación».
«Recuperamos una práctica ancestral, como es el tejido, pero en clave feminista para discutir un sistema de poder concreto, que es el sistema patriarcal», dijo.
Zapata destacó además que como recurso «tiene muchas aristas», como el «intercambio intergeneracional» entre mujeres mayores que en estos encuentros les enseñan a las más jóvenes a tejer o a bordar; o como el «espacio intimista» que se genera en torno a estas actividades manuales que «favorece el diálogo»; o como el impacto que produjo en algunas conocer la historia detrás del nombre asignado para bordar, «que estuvieron semanas para poder escribir».
«La bandera terminada nos produjo sentimientos contradictorios: por un lado, «¡qué potente!»; pero, al mismo tiempo, «mirá cuántas nos arrancaron!», porque eran metros y metros de nombres de mujeres que podrían estar alzando la voz con nosotras», dijo.
La agrupación «Atravesados por los Femicidios» también participó del ENM de La Plata, pero con una bandera color violeta y de menores proporciones porque sólo incluye los nombres de las víctimas de femicidios de las familias que la integran, pertenecientes a todo el país.
«Mañana (por el lunes) vamos a estar con nuestra intervención frente al Congreso de 11 a 17, donde además de nuestra bandera violenta, habrá un paño con las imágenes y una hilera de cruces con los rostros de las chicas», contó Morera.