El ultraderechista Jair Bolsonaro prometió «cambiar el destino de Brasil» al ganar este domingo la presidencia de la mayor potencia de América Latina, tras una de las campañas más tensas y divididas del país.
El ex capitán del Ejército obtuvo 57,7 millones de votos (55,18%) contra 46,8 millones (44,82%) para el izquierdista Fernando Haddad, tras el escrutinio de más del 99,91% de las urnas.
«No podemos seguir coqueteando con el socialismo, el comunismo, el populismo y el extremismo de izquierda», agregó el flamante presidente electo desde su casa de Río de Janeiro, en un mensaje emitido en vivo por las redes sociales, llave maestra de su campaña.
Bolsonaro, un exparacaidista de 63 años, logró capitalizar la decepción y la rabia de una población golpeada por años de recesión y hastiada de los escándalos de corrupción.
Ferviente defensor de la dictadura (1964-85) -y admirador declarado de uno de sus principales torturadores-, Bolsonaro prometió sin embargo defender «la Constitución, la democracia y la libertad».
Rodeado de líderes de izquierda y vistiendo una camisa blanca, Haddad se dirigió a la militancia en un hotel de San Pablo, donde pidió respeto por sus «45 millones de votantes», en un emotivo discurso en el que prometió seguir luchando «con coraje» por la democracia.
El ex alcalde de San Pablo, de 55 años, fue designado candidato del Partido de los Trabajadores (PT) en sustitución de su líder histórico, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), que purga desde abril una pena de 12 años de cárcel por corrupción y lavado de activos.
El PT perdió la primera de las últimas cinco elecciones presidenciales.
Euforia
Centenares de miles de manifestantes celebraron eufóricos los resultados frente a la casa de Bolsonaro en Barra de Tijuca, un exclusivo barrio de Río de Janeiro, agitando entre cánticos sus banderas de Brasil y lanzando fuegos artificiales.
Entre ellos, estaba Cristina Silva, una funcionaria de 60 años que se mostraba radiante. «El ejército está volviendo, asumiendo el poder electo. Va a entrar en la explanada de Planalto con el apoyo del pueblo», afirmó feliz. «Solo los bandidos, los terroristas, deben tener miedo, la gente de bien como nosotros estamos felices porque el capitán llegó», añadió.
También hubo celebraciones importantes en San Pablo, la capital económica y financiera del país, y en otras ciudades.
El candidato del Partido Social Liberal (PSL) dirigió desde su casa una exitosa campaña que centró en las redes sociales, tras la puñalada que sufrió durante un mitin callejero a principios de septiembre.
La jornada de votación, que llamó a las urnas a 147,3 millones de brasileños, transcurrió sin incidentes.
Rabia
Haddad contó con el apoyo de millones de brasileños que se beneficiaron de las políticas de inclusión social de Lula.
Pero esa identificación disparó también su índice de rechazo, ya que para otros millones de personas Lula y el PT son sinónimos de manejes financieros turbios para mantenerse en el poder.
Un rechazo solo comparable al del propio Bolsonaro, que en sus 27 años como diputado se distinguió por sus declaraciones misóginas, racistas y homófobas.
Bolsonaro ganó popularidad con las promesas de liberalizar el porte de armas para combatir una inseguridad galopante y de librar una guerra sin cuartel contra la corrupción.
Asumirá la presidencia el 1º de enero por cuatro años. A partir de allí, su gurú económico, Paulo Guedes, tratará de lanzar un programa de privatizaciones para reducir la deuda y reactivar la economía, que viene de dos años de recesión y dos más de débil crecimiento.
El próximo presidente de Brasil deberá tratar con un Congreso con partidos debilitados por los escándalos y dominado por los lobbies conservadores del agronegocio, las iglesias evangélicas y los defensores del porte de armas.