La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, teme que la multiplicación de los “rolezinhos” (encuentros de jóvenes pobres en shoppings donde concurre la clase media), en un año electoral y con un campeonato mundial de fútbol en el país, reproduzca las protestas de 2013, pero rechaza la represión, que ya se dio en algún caso en San Pablo, y la discriminación.
La mandataria “sorprendió” al citar a varios ministros para analizar el crecimiento de los “rolezinhos” y, de acuerdo con testimonios de la reunión, “dijo estar en contra de la represión y el prejuicio (contra adolescentes pobres), y sostuvo que es necesario entender el fenómeno”, publicó ayer el diario Folha de Sao Paulo.
Los “rolezinhos” convocaron, a través de las redes sociales, a grupos de jóvenes procedentes de favelas y barrios humildes a shoppings de Río de Janeiro y especialmente de San Pablo, donde la policía detuvo a más de 60 de ellos, acusados de alterar el orden e incomodar al público.
Se trata de una tendencia de comportamiento surgida en 2013, pero en los últimos meses los encuentros se hicieron más numerosos y se diseminaron en varias capitales importantes, causando la reacción violenta de la policía y reclamos de los comerciantes.
Por lo general los adolescentes ingresan en masa a los centros de compras y una vez allí ocupan restaurantes, se besan en público de forma provocativa, corean cánticos y, en ocasiones, aunque no es lo habitual, perpetran algún hurto menor.
También la Justicia emitió una medida cautelar que permite restringirles el ingreso en masa y multar a los jóvenes pobres, lo que fue defendido, igual que la represión, por la Asociación de Shoppings Centers.
Pero esas iniciativas fueron consideradas una forma de apartheid social y racismo por escritores como Paulo Lins, autor de la novela La Ciudad de Dios, también llevada al cine, que vivió 30 años en una favela.
Los “rolezinhos” son una práctica por la cual “los jóvenes pobres quieren más participación, ciudadanía, pero no lo hacen a través de los partidos ni dentro de reglas” institucionalizadas, afirmó ayer la antropóloga brasileña Silvia Borelli, de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, quien agregó: “Es necesario repensar el sentido político de las prácticas juveniles”.