“Caminando contra el viento, sin pañuelo, sin documento”, cantaba el gran Caetano Veloso en a fines de los 60, cuando en su país se iniciaba la dictadura. Casi sesenta años después, lo que camina en Brasil es la pandemia, sumando más de mil muertos por día. Y parece estar en riesgo la propia democracia, con grupos militares comandados por los hijos del presidente y la salud manejada por un general del Ejército. En este marco, no ceden los focos de coronavirus en San Pablo, Manaos y Río de Janeiro, y ahora también son fuertes los contagios en Brasilia. Al problema sanitario, se le suma una delicada situación económica y una fragilidad institucional que asusta.
Brasilia, con menor densidad habitacional y mejor red sanitaria que otras regiones, venía teniendo mejor desempeño ante el coronavirus, pero en las últimas semanas, de la mano de actividades que se fueron recuperando, subió su curva del COVID y los pacientes saturan sus hospitales. En este contexto, el gobernador Ibaneis Rocha hizo oficial este lunes la situación “de calamidad” y el título fue noticia mundial. No obstante, según explicó el mandatario provincial, la decisión no apuntaba a generar alarma por el virus, sino que era más bien administrativa, ya que así Brasilia podrá captar más fondos nacionales para la compra de insumos.
Al día siguiente, el mismo gobernador anunciaba que en agosto su Estado volverá a la normalidad, con clases en escuelas y el resto de la vida económica en funcionamiento. “Acá los números del Covid están creciendo. Y la posibilidad de que la situación sea menos caótica en cuatro semanas, es mínima”, dice preocupada la periodista Maira Brito, desde la capital brasilera, en diálogo con El Ciudadano.
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Cifras poco claras
Cabe recordar que en plena pandemia, renunciaron en Brasil dos ministros de Salud. Los salientes, Mandetta y Taich, se fueron cuestionando al presidente su intromisión en la política sanitaria y hasta la recomendación que hacía Bolsonaro de usar hidroxicoloroquina como medicación para todos los contagiados de COVID, aún sin tener protocolos clínicos que lo avalen como tratamiento genérico. En mayo, asumió finalmente un militar, Eduardo Pazuello. Y la primera controversia de este general del Ejército con los organismos que informan la cantidad de víctimas fatales por el virus a nivel planetario, fue por el manejo de las cifras.
Hasta aquí, el país registra casi un millón y medio de vasos, con 60 mil muertes. Para achicar el impacto diario de las cifras, Brasil pretendió dejar de contar los fallecidos por neumonías atípicas que no llegan a ser testeados. Por algunos días, dejó de figurar en el mapa mundial de la Universidad John Hopkins. Pero ante el escándalo, volvió a dar información diaria sobre las víctimas con el método que usa el resto de los países.
Ahora, las dudas se centran sobre la ocupación de camas. Maira Brito advierte que los lugares disponibles en terapia intensiva que brinda el gobierno, “no son confiables”. Y como el gobierno no brinda información precisa, los medios se guían por informes que hace el propio personal sanitario. Semanas atrás, Bolsonaro instó a sus seguidores a meterse en los hospitales de campaña y grabar con sus celulares, para que se vea si están llenos. Finalmente, esto no pasó porque un juez advirtió al presidente que estaba incurriendo en un delito federal. “Es una vergüenza, por no decir ridículo, que funcionarios públicos estimulen teorías de conspiración y pongan en riesgo la salud pública”, publicó en Twitter uno de los integrantes del Supremo Tribunal de Justicia.
Según datos del propio sistema de salud de Brasilia, que reprodujo el Correo Brazileirense y la red O Globo, este martes 30 en Brasilia se llegó al tope. Es decir, que hay pacientes esperando un respirador en hospitales de la capital y no pueden tenerlo.
Abrir con la curva en suba
Respecto a la decisión de eliminar todas las restricciones, con la curva en suba en el Estado de Brasilia, Brito asegura: “La fecha del pico va cambiando cada semana. Al comienzo, se decía que sería en mayo-junio, luego cambiaron a julio y ahora a agosto. El punto es que como nadie se queda en casa y más con la reapertura de las tiendas, esa fecha es oscilante”. La economía del país, según indicó el Banco Central do Brasil en los primeros días de junio, caerá este año un 6,5 % y las previsiones se van actualizando a la baja.
En este contexto, uno supondría en Brasil una masa crítica que rechace contundentemente al gobierno de Bolsonaro. Brito reflexiona: “A pesar de los desmanejos, informes de corrupción y mala gestión del COVID, los cambios permanentes de ministro, muchas personas todavía están de su lado. Hay mucha fake news y medios que reproducen lo que dice el gobierno, todo el tiempo. Hay quienes creen que el coronavirus es un invento”.
Nambir Elisa, instructora de yoga y vinculada a actividades culturales también en Brasilia, suma su voz, en charla con El Ciudadano: “Hacen mucha falta políticas sociales, de contención. Lo que está haciendo el gobierno federal es criminal, sigue motivando a la gente para que salga a la calle. Repite que es una guerra contra el coronavirus y por eso está bien de utilizar militares, como Pazuello, el ministro de Salud. Hay parte de la población inmunosuprimida, los indígenas, los más viejos, los más vulnerables, la realidad es que se están quedando sin ninguna contención. Hay muchísima gente pobre aquí en Brasil. Y no solamente están muriendo los adultos mayores, también jóvenes. Dicen que seremos el lugar del mundo donde más fallecimientos en el mundo va a tener. Es realmente muy triste”.
Posible impeachment a Bolsonaro
Consultada por la posibilidad de un “impeachment”, el recurso constitucional que tiene Brasil para que el presidente finalice antes su mandato, la periodista Maira Brito es escéptica: “Hay tantas denuncias de corrupción, tantas muertes de COVID por mala gestión y nada cambia. No sé qué pasa con los políticos brasileños. Se debe tener en cuenta que en Brasil hay muchos que odian al PT y a Lula, justamente porque durante su gobierno se buscó ayudar a los más pobres”, indica.
El ex presidente Lula, entre tanto, va recuperando presencia en agenda con algunas intervenciones. Este miércoles se dieron en Brasil varias protestas de los trabajadores precarizados de las app de delivery y Lula dijo en su cuenta de Twitter: «Los trabajadores están perdiendo en el siglo XXI todo lo que lograron en el siglo 20. La huelga de los trabajadores de reparto lo demuestra. Pasan hambre entregando comida … ¿Un neumático se pincha y usted está bloqueado de la aplicación? Esta es la esclavitud moderna. No hay seguridad social. Nada».
Desde Río das Ostras, en el Estado de Río de Janeiro, el profesor argentino Ramiro Dulcich, de la Universidad Federal Fluminense suma su mirada: “Se dice que en unos diez días podría darse el pedido de impeachment. Veremos si avanza. Como dicen acá, a Bolsonaro lo están ‘fritando’. Y es posible que si eso pasa, se rompa una situación que llamo de ‘equilibrio catastrófico’, parafraseando al italiano Antonio Gramsci. La oposición se está reconstituyendo. Si se quiere rotular de algún modo, hay una ofensiva contra el gobierno por derecha, con sectores que ayudaron a llegar a Bolsonaro al gobierno y ahora le soltaron el apoyo. También por otro lado los partidarios de Lula, el PT y los movimientos sociales”.
“Otro de los elementos que se dio en estos días es que el Supremo Tribunal Electoral retomó denuncias que había contra Bolsonaro y su vicepresidente, que estaba archivada. Si se le da cabida a ambas, no quedará otra que adelantar elecciones, que están previstas para 2022. En este marco, yo diría que hay tres tendencias, todas hoy con la misma fuerza. Una, la de radicalización del bolsonarismo. Otra, una opción de centro con lo que perdió el gobierno y algo de la derecha tradicional. Y un último bloque de centro izquierda. De cómo se articulen esos tres bloques, depende el resultado, con la pandemia como escenario”.
“Alegría alegría”, es el nombre de esa clásica canción de Caetano que abre esta nota. Que en otra de sus estrofas dice: “Nada en el bolsillo o en las manos, quiero seguir viviendo. Lo haré”. Todo un desafío entonces, todo un desafío en el Brasil contemporáneo.