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Brenda, de la explotación callejera a ser la primera trabajadora trans de la Universidad de La Pampa

Tiene 38 años e ingresó a partir de la convocatoria que formuló el rectorado de esa casa de estudios para ocupar un cargo destinado al colectivo trans, con una capacitación previa, luego de una resolución aprobada por el Consejo Superior

A pasos de entrar al edificio del rectorado de General Pico, está el escritorio de Brenda Maya, quien lleva adelante desde hace poco tiempo algunas de las tareas administrativas, tras resultar seleccionada en un concurso para cubrir ese cargo y convertirse en la primera trabajadora del colectivo trans en ingresar a la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam).

«Ni bien entrás al edificio, me ves», declara Brenda a Télam al ser consultada sobre la nueva experiencia laboral que lleva adelante en el rectorado con sede en General Pico de la UNLPam y en el que -confiesa- se siente una más pese a olvidar -dice- su pertenencia y las reinvindicaciones del colectivo trans para que cada una de sus compañeras tengan igualdad de oportunidad en el acceso a un empleo formal.

«Estoy viviendo un sueño, todo era inimaginable. De las calles, la noche, la violencia, la explotación y los miedos a un escritorio, a un trabajo digno, a un lugar seguro, porque las calles son un viaje de ida, nunca sabés si hay vuelta y si regresás, nunca sabés como volvés», declara visiblemente emocionada.

La historia de Brenda

Sobre su infancia, relata Brenda a Télam que sólo completó la primaria y el primer año de la secundaria, el cual no descarta terminar el año próximo a través de un programa para adultos.

Sobre la escuela describe que tuvo la suerte de «jugar con las nenas y no sufrir demasiado acoso o discriminación».

Respecto a su numerosa familia, 12 hermanos, 6 varones entre ellos, Brenda confiesa que «si bien al principio costó, mi madre me apoyó siempre y percibió que yo desde muy pequeña había decidido cuál iba a ser mi identidad de género».

«A los 14 -rememora- supe que nombre iba a tener e hice el cambio del DNI, que no es un mero papel. Quizás para muchas personas sí lo es, pero para quienes integramos el colectivo trans fue un avance en derechos más que significativo porque legalizó nuestra identidad en la sociedad y nos permitió visibilizarnos como realmente nos sentimos».

Brenda, más allá de su flamante actividad laboral, reivindica su pertenencia al colectivo trans, en el que sigue militando.

Al respecto señala: «La lucha sigue, por todas, para que podamos tener la posibilidad de tener un trabajo digno que nos saque de las calles, porque la prostitución es explotación y ninguna queremos eso, queremos trabajar y soñamos con una realidad diferente», señala.

Admite que «si bien se ha avanzado mucho en derechos, para nosotras falta, por eso la continuidad de la lucha, porque queremos igualdad de oportunidades, porque la discriminación por nuestra identidad persiste, porque no nos dan trabajo porque lo que elegimos ser y porque nos merecemos una vida digna».

Brenda relata que desde muy joven, al no tener un trabajo que le permitiera un ingreso propio, «debí meterme» en la noche; tiempos en los cuales fue prostituida.

Admite que en la calle «se gana dinero rápido, pero es un pasaje de ida. Sobrevivís, si podés, sufrís de todo, ves situaciones que no podés creer y lo que más miedo te da, es subir a un auto y no volver, o a enfermarte, porque por la plata te obligan a hacer de todo sin protección y muchas compañeras por necesidad, aceptan y se arriesgan».

A las 13 horas, Brenda deja la oficina y se va a su casa, la misma en la que nació y que su familia le cedió tras la muerte de su madre.

«Mañana de nuevo me levantaré temprano, algo que aún me cuesta porque tengo el sueño cambiado, pero es empezar el día feliz, porque éste es el mundo que nunca imaginé vivir pero estoy viviendo y el mundo que imagino para mis compañeras, con quienes seguiré luchando para que todas pueden tener un futuro digno, sin miedos, sin explotación», concluye.