Enzo Cabrera todavía no entiende lo que está viviendo. El pibe nacido en Casilda hace 17 años pasó de jugar en quinta a debutar en primera en un abrir y cerrar de ojos. Y su estreno fue soñado. Fue partícipe de las dos jugadas de gol de la Lepra para conseguir una victoria importante y tuvo a su familia en el Coloso disfrutando del momento más esperado de una carrera que el sábado tuvo su primer capítulo.
“Desde que empecé a patear una pelota en Casilda la ilusión era jugar algún día en primera. Tuve la posibilidad de jugar allá en Alumni, pero pensaba en hacerlo en un equipo grande y ahora se me dio en Newell’s”, comentó el juvenil atacante, con más nervios por enfrentar a la prensa que a los propios defensores de Olimpo.
“Fue todo muy rápido. No me lo esperaba. Fui un día a hacer fútbol con la primera y al otro día cuando iba a entrenar con mi categoría (la quinta que dirige Gastón Liendo) me dijeron que tenía que seguir con la primera. Fue muy fuerte todo”, explicó.
Cabrera ya había estado concentrado en el cotejo ante Huracán, pero quedó afuera del banco. En cambio, esta vez sabía de antemano que iba a estar como relevo y los nervios fueron inevitables. “Fue muy especial estar concentrado y saber que iba al banco. Pero nunca imaginé un partido así. Imaginaba que podía jugar, tenía muchas ganas de que se me dé y cuando venía para la cancha se me cruzaban muchas cosas por la cabeza”, reconoció.
Claro que cuando Llop lo llamó para ingresar fue aún peor. “Sentía mucha cosquillas en la panza. Estaba nervioso. Antes de ingresar el técnico me dijo que hiciera lo mismo que en las prácticas de estas semanas. Me dio tranquilidad. Y nada… cerré los ojos y se cumplió mi sueño”, confió.
“Cuando terminó el partido me felicitó. Me dijo que estaba muy contento por mi debut”, amplió.
El casildense se lució en cancha y dio las dos asistencias para los goles de Leal y Joaquín Torres. “En la primera jugada arranqué y vi que Leal se perfilaba. En la segunda se me cruzó pegarle al arco, pero justo vi al enano (Joaquín Torres) y se la di y fue un golazo”, contó.
Y tuvo una chance en el final, pero no pudo rematar. “Controlé, pero se me fue larga. Y cuando quise pegarle ya tenía al defensor encima. Para colmo me resbalé”, relató con fastidio.
Por último, Cabrera agradeció a sus compañeros y en especial a su familia, que el sábado estaba detrás del banco de suplentes. “Estaba muy nervioso, pero tuve el apoyo de los compañeros. Cada vez que agarraba la pelota se me venía mil cosas por la cabeza. Esto es gracias a mi familia y a la gente de Casilda que siempre me apoyó. Estaban todos en la cancha y lo disfrutaron”, concluyó.