Pedro Fernández M., Télam
Compositor único, poeta, intérprete refinado, performer y agitador permanente, el músico brasileño Caetano Veloso cumple este domingo 80 años convertido en una de las personalidades insoslayables y referencia ineludible de la cultura popular de su país y de América Latina de los últimos 50 años.
Nacido en la localidad de Santo Amaro, Bahia, como quinto hijo de una numerosa y abierta familia del nordeste brasileño, Caetano llegó a la música casi “involuntariamente”, como señaló alguna vez y mientras soñaba con convertirse en realizador cinematográfico, anhelo irrealizado que mantuvo vivo durante años.
Como cuenta en su libro biográfico Verdade Tropical, llegó a Río de Janeiro acompañando a su hermana María Bethania -cuatro años menor que él- que había sido convocada para un espectáculo musical, siguiendo el pedido de su padre de que la “cuidara”.
Antes habían estado juntos en la ciudad de Salvador, donde Caetano estudió la carrera de Arte, que abandonó en medio de la dictadura (1964-1985), ante el clima que comenzó a respirarse en la universidad.
Fue durante la dictadura también que estuvo en prisión por dos meses y luego otros cuatro con arresto domiciliario, pena que sufrió junto a su entrañable amigo Gilberto Gil y con quien marchó al exilio en 1969, pasando por Lisboa y París hasta afincarse en Londres, de donde volvió en 1972.
Más de una vez y con distintas palabras contó -para evitar posibles confusiones y marcar, al mismo tiempo, las aristas de una figura siempre excéntrica, corrida de los pensamientos hegemónicos- que para la época en que los detiene la dictadura, acusándolos de “terrorismo cultural” y de “subversión e incitación al desorden”, él y Gil eran resistidos por los universitarios de izquierda que los acusaban de extranjerizantes y difusores de la penetración cultural imperialista por reivindicar el rock, el pop y la música eléctrica.
María Bethania le grabó su primera canción, que le abrió las puertas para el registro de Domingo, álbum debut que lo tuvo como compositor e intérprete junto a Gal Costa, y que fue el inicio de una carrera fulgurante y sorprendente por las innumerables resonancias y significantes que puso en circulación.
Promotor de la diversidad cultural y sexual en los tempranos 80, defensor del medio ambiente, la Amazonía y los pueblos originarios, Caetano estableció como artista un diálogo permanente con su territorio y su época con un fino oído para escuchar demandas y pulsiones subterráneas y sin desconocer las conexiones más amplias del mundo ni desentenderse de sus tradiciones creativas.
Fue, con Gil, Gal Costa, su hermana María, Tom Ze y los psicodélicos de Os Mutantes liderados por Rita Lee, el autor intelectual y material del tropicalismo, género que le puso electricidad y rock a la tradición musical de su país y que tuvo ecos planetarios, modificando para siempre el mapa sonoro de la Música Popular Brasileña (MPB).
Con el tropicalismo retoma en clave de música popular el concepto de antropofagia cultural esbozado en la Semana de Arte Moderna de 1922 en San Pablo y transforma para siempre la música del Brasil, volviéndola cosmopolita, relacionándola con el rock y marcando un camino de mestizajes que desconoce los prejuicios, y que se ha convertido en marca indeleble de la MPB con el paso del tiempo.
De la década del 70 son perlas discos como Muito, Bicho, Cinema Trascendental y el registro Caetano e Chico Ao Vivo; de los 80 Cores, Nomes, Outras Palabras y Estrangeiro, y de los 90 maravillas como Circulado, Circulado Vivo, Tropicalia, Livro, además de Fina Estampa, donde por primera vez recorre el cancionero de música latinoamericana en castellano.
Los 2000 lo sorprenden con Noites do Norte y luego con el proyecto Ce, en el que trabaja en formato de power trío con músicos muy jóvenes un rock experimental, duro y de vanguardia que no gustó a todos y que él mismo, en charla con la agencia de noticias Télam, definió como “una radicalización del tropicalismo cincuenta años después”.
En esa misma entrevista, que antecedió al primer arribo de esta banda al país, señaló: “Creo que Brasil es original y eso es fatal: somos un país de dimensiones continentales, un país americano que habla portugués, que tiene la población más racialmente mixturada del mundo”.
“Definitivamente la del Brasil es una originalidad compulsiva, y por eso creo que los músicos tenemos que asumir esa originalidad y ofrecer algo interesante al mundo. Es nuestra obligación”, agregó .
“La canción popular -sostuvo- es quizás, con el fútbol, la única área de la creación brasileña que pone en práctica lo que para mí es el sueño creativo: hacer de la originalidad brasileña, toda constituida de desventajas, una bendición y un ejemplo para el mundo. Yo creo que la canción brasileña es un boceto de este sueño”.
Después de la experiencia de Ce, Caetano, que armó una entrañable y profunda relación con el público argentino desde comienzos de la década del 80, volvió al país pero con formatos acústicos: en dúo con María Gadú, con su coequiper Gilberto Gil y con sus hijos Moreno, Zeca y Tom.
En 2021 lanzó Meu Coco, un disco de canciones propias, grabado en la soledad de su pequeño estudio de Rio de Janeiro en tiempos de confinamiento por el covid-19 y donde revalida muchos de los títulos cosechados en décadas.