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Calica, el recuerdo más cuidado de la casa del Che

Se abrieron las puertas de la calle Entre Ríos y Urquiza, donde nació Ernesto Guevara.
Detrás de las paredes de su casa natal, donde viven sus fotos.
Detrás de las paredes de su casa natal, donde viven sus fotos.

Fue durante la tarde de ayer y bajo la lluvia que se develó uno de los grandes misterios. El conocer con certeza qué ocultaban las gruesas paredes de una construcción fuerte, sólida, de varios pisos, que se levanta en Entre Ríos y Urquiza, donde hace 82 años nació Ernesto Che Guevara. Un ascensor antiguo lleva al segundo piso, donde una puerta en cada lateral da cuenta de que hay cuatro departamentos por piso. La puerta se abre, y una sucesión de fotos va a mostrando la vida del Che en imágenes, sus distintas viviendas, sus viajes.

Norberto Gallotti y Beto Cabrera, de la Multisectorial de Solidaridad con Cuba son los anfitriones, y las paredes son recorridas con detenimiento por la embajadora de Bolivia, Leonor Arauco Lemaitre, y el de Cuba, Aramis Fuente Hernández. Pero el dedo de la historia surge de la mano del amigo del Che, Calica Ferrer, que señala las fotos del Che pequeño y dice “éste soy yo”. Ahí la historia se detiene y surgen los recuerdos de la casa de Alta Gracia, Córdoba, y explica las caras de enojados que muestran él y su amigo. “Nos interrumpían. Estábamos jugando y teníamos que dejar el juego para sacarnos una foto”, cuenta como si se tratara de una escena fresca, recién vivida. Como si fuera niño, adolescente, joven y pudieran contar sin problemas las escenas que se reproducen en cada una de las fotos en las que acompaña a su amigo. Es por eso que no había que perder demasiado tiempo observando la casa donde quizás sólo estuvo el Che algunos días. Había que mirarlo a Calica, seguirle los pasos, porque es el lugar donde el Che habitó siempre, en su memoria.

—¿Qué siente al entrar en este lugar?

—Cada vez que entro acá siento una oleada impactante de recuerdos, pienso en Celia (la madre del Che), que fue como una madre para mí. Y en Ernesto, mi amigo, en los años que han transcurrido y en la vigencia de Ernesto.

—¿Qué opina de los homenajes al Che?

—Son merecidos y en Rosario más, porque acá nació. Y es en la ciudad donde más se ha hecho por mantener vigente la memoria de Ernesto. Ese monumento al prócer Ernesto que está en el parque que lleva su nombre, es un ejemplo a seguir.

—¿Alguna vez se preguntó cómo sería el Che si viviera?

—Estaría del lado de los que sufren, de los que lloran, de los que luchan por un mundo mejor. Estaría contento con ésta oleada de democracia progresista que hay en Latinoamérica. Estaría muy contento con que un retrato de él esté en la Casa Rosada junto al resto de los próceres argentinos.

—Llegó la hora de que se reivindique al Che como prócer.

—Acá se lo ninguneó, se lo presentó como un demonio. Claro que estábamos en el proceso y después en el post proceso. Y ahora, que se vive una verdadera democracia, se empiezan a cosechar frutos.

—¿Por qué cree que en muchos chicos prenden los ideales del Che?

—Es un personaje muy especial, murió y dio su vida por los ideales y no son muchos lo que pueden vanagloriarse de eso. Y  por haber sido así, por haber muerto joven a los 39 años. Está en la remera el Che…

—En los tatuajes, en Maradona.

—Estuve con Maradona hace poco, antes de que se fuera a Sudáfrica. Estuve en un entrenamiento. Fui porque el preparador físico (Fernando) Signorini, que es un hombre muy leído es amigo de un periodista que me invitó al entrenamiento. Fuimos una mañana, le llevé un libro de regalo a él y otro para la biblioteca de los jugadores. Diego pidió conocerme y tuvimos una buena charla. Me pareció un tipo bárbaro. Después de que charlé con él me gusta más que antes.

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