Las calificadoras de riesgo son empresas dedicadas a “emitir opiniones sobre los tomadores de crédito, la calidad de los deudores y/o títulos” y en base a esas opiniones surge que a mayor riesgo mayor tasa de interés. Y ahora la pregunta: ¿Si le dijeran que el prestamista –acreedor– es quien hace la calificación al deudor, usted creería en ese indicador? Pues bien, el banco JP Morgan tiene un negocio paralelo: “elabora” el Riesgo País. Sí. Como un grotesco de la realidad, el usurero es el opinólogo mientras que al deudor sólo le cabe aceptar el veredicto.
Además de este grotesco, hay que agregar que el concepto de esta institución no es justamente el mejor.
El JP Morgan esta denunciado con muchas pruebas por dedicarse dentro del país a fugar capitales –entre los denunciados están los medios de prensa que difunden a cada rato las variaciones del riesgo país– y acaba de perder un juicio millonario junto a otros bancos por la conducta evidenciada en la crisis mundial de 2008 . Como dato de color, hay que ratificar que en la Argentina el impacto fue casi nulo, mientras que en la época liberal conservadora por cualquier resfrío en el mundo nos agarraba tuberculosis.
Las calificadoras de riesgo, “Riesgo País” junto a Moodys y Standart & Poors, avalaron la estafa de los títulos basura que llevaron a la crisis que se inicio en 2008 y todavía no cayó en su propio “2001”.
Las crisis no son ansiosas y prefieren demorarse para generar mayores diferencias de distribución en la espera y después en el desenlace.
Las autoproclamadas y autopromocionadas calificadoras de riesgo tienen un modelo para llegar a un resultado final, pero al modelo lo aplican de acuerdo al resultado que necesitan para vender mejor su producto: el informe que necesite el deudor y o el acreedor.
Para ejemplo, y como muestra, sirve saber que los países se deberían calificar entre otros ítems por monto dedicado a educación, tecnología, ciencia, posibilidades de repago. Argentina estaba mejor calificada con el país de Menem y Cavallo que no gastaba en educación, tecnología y ciencia, donde las únicas posibilidades de repago eran refinanciando, mientras que la Argentina de estos días, con pagos genuinos y mayor inversión en educación, tecnología y ciencia, como surge del retorno al país de más de mil científicos que estaban autoexiliados en el extranjero porque el gobierno de turno los mandaba a lavar los platos. Aquello, para las calificadoras, era un país confiable
Las potencias económicas de la Unión Europea (UE) por estos días están exigiendo mayor transparencia en los mercados financieros internacionales y ponen en duda el trabajo de las calificadoras por los desaciertos y la posición aduladora en el caso de los productos derivados de los créditos inmobiliarios de riesgo de Estados Unidos. En su momento, a nuestro país se lo adulaba por las privatizaciones y el endeudamiento, con buenas notas al momento de tomar los créditos y, después, por el alto endeudamiento se nos castigaba con una mala nota y por ende tasas de interés mas altas.
El primer mundo hoy considera que son necesarias medidas regulatorias para controlar a las calificadoras. Mientras tanto, en nuestro país se siguen publicitando los datos de las calificadoras. Es aberrante que no haya ningún ente nacional ni internacional que les tome examen o evalúe los aciertos y errores cometidos en el pasado.
Para cerrar la nota se pueden mostrar algunas curiosidades: Ucrania, en medio de una potencial guerra civil y con un gobierno títere y endeble, está mejor calificada que la Argentina, con una economía activa, y niveles de venta mayores a los niveles históricos a pesar de la situación que se pretende mostrar.
A la Argentina que está pagando se la considera de alto riesgo, mientras que a España que no paga y sólo refinancia, con la desocupación en niveles alarmantes, se la sube a los escalones confiables.
Como diría Discépolo, que la realidad se inventa y el grotesco es una herramienta fundamental de la economía ya lo sé. El problema es que las crisis son un buen negocio y quienes saben aprovecharlas quieren empujarnos al precipicio. Es cosa de mirar a quien opina, ver para quién juegan y escapar para el lado opuesto al que apuntan los pragmáticos.
*Contador público nacional, autor de los libros “El maratonista” y “El paraíso sobre tus zapatos”