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«Call Center». Dispuestas a hablar hasta morir, por nada

Mariana Valci concretó con “Call Center. Mujeres fuera de servicio”, una atractiva ópera prima. La obra sube a escena los viernes en Empleados de Comercio.

Dramaturgia y dirección: Mariana Valci
Actúan: Ivana Sacco, Valeria Quaglia, Sandra Ferraro, Guillermina Durando, Maira Barbosa, Salomé Rodríguez, Ayelén Cano y Vanesa Vignolo.
Asistencia de dirección: María Florencia Corvalán
Sala: Empleados de Comercio, Corrientes 450, viernes 26, a las 21

Apiñadas, a los gritos, impostadas, desoladas, desorientadas, inquietas, fóbicas, presentes pero ausentes, y ante todo, dispuestas a dar batalla por un ascenso, por un lugar que quizás nunca consigan, dispuestas a hablar hasta morir, por nada. Así, en medio de un intento de disparate escénico que emula un singular centro de llamadas y servicios tan en boga en estos tiempos, aunque heredados de los años 90 y con un aire al mejor Almodóvar de entonces, la actriz, docente y directora teatral local Mariana Valci imaginó su primera obra teatral, Call Center. Mujeres fuera de servicio, estrenada en mayo pasado a partir de un trabajo de investigación con el equipo de ocho actrices que hoy participan del espectáculo y que este viernes, a partir de las 21, ofrecerá una nueva función, ya por fuera de temporada, en la sala Empleados de Comercio (Corrientes 450).
Cuatro telemarketers neuróticas, Ortiz, una jefa de recursos humanos; una agente de seguridad y una supervisora integran el call center VivaldiNet. Mujeres uniformadas, aunque sólo en apariencias, esperan la llegada de una nueva “Team Leader” enviada desde Seattle, que agitará el avispero de las infaustas trabajadoras de la “palabra” y de la “comunicación”, quienes esperan crecer en una empresa donde el techo está apenas por encima del piso. Solas o acompañadas, aliadas, envidiosas, tristemente desesperadas, cada una a su tiempo buscará salirse, correrse, reinstalarse en un lugar en el que no hay lugar, algo que, claramente, la directora plantea con la puesta en escena, y que marca una crítica a la realidad laboral imperante en este tipo de ámbitos donde, siempre, la realidad supera a la ficción.
Juntar dinero para los inundados de Cayastá o vender ballenitas. En realidad, el teléfono, acción automática que automatiza los vínculos y las acciones entre los personajes, es un nexo infructuoso con un afuera del que parecieran no tener registro porque, quizás, ese afuera no exista para ellas: nunca salen, siempre están, aunque algunas veces desaparecen.
En el tránsito de romper con la rutina de viejos “speeches” dichos una y mil veces, Valci utiliza un recurso ya conocido a nivel dramático para desatar conflictos: el ingreso a un lugar de vínculos cerrados de un extraño (en este caso una extraña) que se transforma, al mismo tiempo, en centro y periferia de los conflictos imperantes, y a la que buscarán destronar más allá de la sorpresa que se trae entre manos y que generará un vuelco dramático al menos interesante a la hora de la caída de las máscaras.
Más allá de que el trabajo incurre en un error frecuente de toda ópera prima, donde resulta complejo producir los recortes necesarios (dramáticos y de tiempo) como para potenciar conflictos y situaciones, creando pasajes de una profusión textual que atentan contra otros climas muchos más logrados en solitario, sobre todo los que se corren de esa exhuberancia discursiva, el trabajo se vale de algunas buenas actuaciones y un atractivo dispositivo escénico. Sabiamente, el “totem” que contiene a las telemarketers se revela como un enmarañado enredo de cables que dialoga metafóricamente con los imbricados vínculos y situaciones que acontecen a lo largo de toda la puesta, marcada claramente por los fuertes contrastes entre color (vestuario, maquillaje) y opacidad (espacio escénico, elementos escenográficos), una especie de “promoción fallida” entre lo que se quiere mostrar y lo que es en realidad.
Si bien la pulsión y el deseo homoerótico no pasan de la anécdota, la obra también transita por esta problemática, abriendo una puerta más a la referida profusión de cuestiones que se intentan desentrañar a lo largo de todo el montaje.
Valci se vale de un elenco variopinto, con los habituales altibajos a la hora de lograr la intensidad buscada en cada uno de los personajes, que en algunos casos muestran el potencial necesario como para poder “desarrancar” aún más hacia la locura que produce toda alienación. Sin embargo, logra una meta pocas veces alcanzada en este tipo de propuestas corales: si bien cada personaje tiene su momento, la directora alcanza en algunos pasajes un mismo registro de actuación, algo en extremo complicado, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de una ópera prima que, de algún modo, se vale de un texto producido a partir de las improvisaciones y de una investigación de las propias actrices.
De todos modos, y a su favor, Valci se revela con su ópera prima como una directora ingeniosa, que sabe buscar y encontrar lo que quiere en esas actrices, logrando exponer una tragicomedia de género, un ensayo acerca de los límites de los vínculos en los lugares de trabajo, un juego en el que los mecanismos perversos se ponen de manifiesto desnudando miserias y arbitrariedades, hecho que la confirma como una directora que se suma, por un lado, a la lista de jóvenes creadores que empezaron a repasar e investigar lo que dejaron los años 90, pero por otro, como alguien que en poco tiempo, y con una dramaturgia quizás más sólida, logrará consolidarse a partir una búsqueda estética con identidad propia.

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