A pocos días de su nacimiento, la CGT oficialista ya comenzó a tener sus primeros chispazos internos. La cúpula de la central obrera, que será recibida esta tarde por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, recibió con sorpresa la entrevista que mantuvo su secretario general, el metalúrgico Antonio Caló, con el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, el viernes último. La audiencia, aunque protocolar, causó suspicacias por haberse concretado a espaldas del Consejo Directivo elegido la semana pasada en el Congreso de Obras Sanitarias y por las posibles connotaciones políticas.
Para los socios de Caló, el encuentro con Scioli agitó por un momento viejos fantasmas que creían superados luego de la crisis que determinó su separación con el camionero Hugo Moyano. Es que tanto los “gordos” de los grandes gremios de servicios como los “independientes” alineados con el Ejecutivo, siempre le reprocharon al camionero su excesivo personalismo y su método inconsulto para la toma de decisiones.
La reunión del viernes tuvo, en lo formal, escasa relevancia política. El gobernador Scioli recibió al dirigente para conversar acerca de los centros de formación profesional de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). De ahí la participación de la directora general de Cultura y Educación bonaerense, Nora de Lucía, y del senador provincial Raúl Torres, tesorero del sindicato.
También tuvo que ver con la presencia de los sindicalistas el nombramiento reciente de Gustavo Torres, hijo del tesorero nacional, como director de Formación Profesional de la cartera a cargo de De Lucía.
Pero más allá de los motivos protocolares, en la nueva CGT no pasó por alto el revuelo que generó una foto previa del gobernador Scioli, cuando en junio pasado recibió en su quinta La Ñata a Moyano junto su hijo mayor, Pablo, para compartir un partido de fútbol.
Aquella reunión fue interpretada como una suerte de desautorización del mandatario provincial a Cristina de Kirchner, en abierto enfrentamiento con el líder de la facción opositora de la central obrera.
Vínculos
El nombramiento del hijo de Torres en el gabinete provincial no es el único –ni el más importante– vínculo de la UOM con el Ejecutivo bonaerense. Otros dirigentes del gremio son intendentes de municipios poderosos, como Francisco “Barba” Gutiérrez, de Quilmes, y Hugo Curto, de Tres de Febrero. En lo que respecta a Scioli, haber anudado una entrevista con Caló dos días después de la elección del metalúrgico como jefe de la nueva CGT puede interpretarse como un gesto de conciliación con el Ejecutivo –para compensar por su anterior reunión con Moyano– tanto como de picardía política, al haberse anticipado a la audiencia de hoy con la jefa del Estado.
En cuanto a Caló, durante el fin de semana primaba un cierto malestar entre sus colegas sindicales. En los sectores mayoritarios de la CGT descartaban cualquier hipótesis conspirativa y atribuían la decisión del metalúrgico a un modo hermético y sólo volcado a la UOM de moverse políticamente. Recién llegó el alivio ayer por la tarde, cuando desde la Rosada se confirmó el encuentro de hoy. Hasta entonces llegaron a temer por una posible suspensión a raíz de la foto con Scioli. No es la primera vez que el “Tano” Caló incomoda a sus pares. El mismo jueves en que fue elegido, los descolocó en dos ocasiones: primero, cuando durante su discurso ligó la nueva CGT a “los gremios industriales” por la presencia del Smata, la UOM y los albañiles de la Uocra. Los “gordos” de los gremios de servicios, que hasta 48 horas antes del congreso presionaron por un triunvirato para la jefatura, fruncieron el ceño.
Y hacia el final del acto en Obras, Caló se apresuró a darles su apoyo a los efectivos de la Gendarmería y la Prefectura que protestaban por bajas salariales. Los mismos dirigentes que habían aplaudido –con pocas ganas– el discurso del metalúrgico se ocuparon de recalcarles a los periodistas que cubrían el congreso que prestaran atención a esas declaraciones. Hacia la noche, tras una reprimenda de la Casa Rosada, Caló se vio obligado a aclarar que las quejas de sectores de las fuerzas de seguridad se asemejaban a un “atentado contra la democracia”.