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Calor popular en el adiós

Una multitud en la calle y bajo la lluvia despidió ayer al ex presidente Néstor Kirchner, entre aplausos y cánticos. El cortejo recorrió avenidas porteñas con miles de personas agitando la bandera de su líder.

Entre aplausos y vítores, una multitud se mantuvo firme ayer en las calles para despedir al ex presidente Néstor Kirchner. Una jornada emotiva pero al mismo tiempo teñida por el dolor y el vacío que genera la pérdida irreparable. El kirchnerismo levantó bien alto la bandera de su líder político en el último adiós, le agradeció el rumbo marcado y respaldó la continuidad del proyecto transformador que se inició en 2003, hoy en la cabeza de la presidenta Cristina Fernández. La movilización popular en defensa de un modelo, sabe la enorme masa de jóvenes que ayer se volcó a las calles, genera ilusiones sobre el rumbo futuro.

El cortejo fúnebre partió a las 13.15 de la Casa Rosada rumbo a Aeroparque, desde donde los restos mortales se trasladaron en un avión de la Fuerza Aérea hasta Río Gallegos para la inhumación. El cortejo salió con varias horas de retraso debido a los problemas climatológicos que afectaban los vuelos y a la gran cantidad de gente que esperaba entrar a la Casa Rosada.

Miles de almas formaron una pasarela humana por avenidas porteñas. La marea se abalanzaba sobre el coche fúnebre y rompía con todo protocolo, como le gustaba a Néstor Kichner. Banderas argentinas y de distintas organizaciones sociales, políticas, estudiantiles, de derechos humanos, flameaban entre cánticos de aliento. Flores, remeras, insignias y hasta cascos de obreros fueron depositados sobre el coche fúnebre, que avanzaba a paso de hombre entre la muchedumbre. Algunos se asomaban de los balcones de los lugares de trabajo, arrojaban papelitos, salían de sus casas saludando y con la V de la victoria en alto. Muchos querían grabar en sus retinas un momento histórico.

Un aluvión con paraguas se cubría del llanto que caía del cielo. Las gotas de lluvia se mezclaron con las lágrimas de quienes lloraban a un hombre con ideales, que vino a romper –para sorpresa de muchos– con el paradigma neoliberal y puso a la política en el centro de la escena, como herramienta de transformación y de conflicto.

Una marea humana conmovida por el adiós a su líder, parecía resguardar con el cuerpo en la calle el rumbo iniciado en 2003. Algunos recordaban que el sepelio de Juan Domingo Perón, el 1º de julio de 1974, también fue un día gris y lluvioso como el de ayer.

Miles de personas corrieron a la par del cortejo y no se separaron hasta llegar hasta Avenida del Libertador, donde la caravana aceleró. Los más jóvenes gritaban, entre otras consignas: “Yo soy argentino, soy soldado… del pingüino” y “Che gorila, che gorila, si la tocan a Cristina, que quilombo se va armar”.

El acompañamiento recorrió luego la avenida Córdoba, por donde continuó hasta la 9 de Julio. A la vera de las avenidas, desde los edificios, despidió a Kirchner con más consignas al estilo: “Si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está”, y otras que fueron dirigidas contra el vicepresidente Julio Cobos, pidiéndole que renunciara a su cargo “por tanta traición”.

Entre las pancartas y banderas de las agrupaciones, se destacaron las de la agrupación La Cámpora, la de la Juventud Peronista, la de sindicatos y agrupaciones sociales, como también los “trapos” argentinos.

Un aluvión que en 2010, el año del Bicentenario, protagonizó varias manifestaciones callejeras, con alegría, con la autoestima bien arriba y también, como ayer, con tristeza. Un año que quedará grabado a fuego en la memoria colectiva de los argentinos.

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