Por Marcos Castro *
Son las 8 de la mañana y el agua para el mate ya está lista. Pongo la pava en la mesa y me percato de que no tengo nada salado para comer. Me abrigo porque hace frío y salgo para lo de don Cabrera a buscar unos bizcochos. A mitad de camino me sale al encuentro un perro callejero, que enfurecido por haberlo despertado con el balanceo de mis llaves, se lanza sobre mi tobillo derecho. En un hábil movimiento logro esquivar el mordiscón, al mismo tiempo que le amago con el llavero para que se vaya, lográndolo con éxito. Nada mal para ser un jubilado de 78 años, pienso. Sigo hacia lo de don Cabrera contento de haber sorteado la primera dificultad del día, pero me encuentro con que el desgraciado todavía no abrió. Ya en la calle y embalado, decido ir hacia la panadería de doña Pita, célebre en zona sur, me queda a varias cuadras pero seguro ya está atendiendo.
Mientras camino y pienso en cuánto hace que no pasaba por estas calles, observo algo que me deja boquiabierto. La plaza de Ayolas y Ayacucho, de mis lugares preferidos en la infancia, se está convirtiendo en un complejo de altos y enormes edificios. ¡No puedo creerlo! Los árboles donde jugábamos a las escondidas, donde también improvisamos arcos de fútbol fueron arrancados. El monumento a Eva Perón que había trepado de niño cientos de veces soñando ser conquistador se convirtió en una montaña de escombros. Toneladas de recuerdos invaden mi mente. Sigo caminando, pero mi desayuno pasó a un segundo plano. Me dirijo hacia la Plaza del Che con la esperanza de que siga hermosa como siempre. Pero al llegar me encuentro con algo igual de triste que la escena anterior. Por calle Virasoro frente a la cancha de mi querido Central Córdoba, está instalado un galpón de logística donde antes entraban y salían camiones de gran porte, restando así un inmenso espacio verde del parque, donde de jóvenes solíamos hacer picnics, los vecinos paseaban a sus mascotas y era un lugar agradable para hacer ejercicio.
Ya vi demasiado, solo quiero llegar a mi casa para contarle a mi esposa todo lo que encontré.
Paso por lo de doña Pita, que se sorprende al verme después de muchísimo tiempo, pero yo no tengo mucho ánimo para conversar. Compro bizcochos y emprendo mi regreso, ahora sí más atento a los detalles en las edificaciones. Descubro que varias casas ya desaparecieron, negocios comerciales ahora son parte del pasado. Ahora hay construcciones altas, muy altas, que apenas dejan pasar unos pocos rayos de sol.
¿De qué me perdí? ¿Cuándo sucedió todo esto?
Entro en mi casa y me siento a procesar cinco minutos lo que acabo de vivir.
Me quedó por ver qué había pasado con la vía paralela a calle Gálvez, donde caminábamos con mis amigos hasta llegar al Puerto jugando a ser aventureros, saltando obstáculos y disfrazándonos con lo que íbamos encontrando en el camino.
Pero eso quedará para mañana, ahora voy a volver a calentar el agua para el mate que ya se enfrió.
Convenio La Cigarra – Santa Fe Más
La Cooperativa de Trabajo La Cigarra firmó por segundo año consecutivo un convenio para dictar talleres con el programa Santa Fe Más, que depende del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia. Está orientado a jóvenes de entre 16 y 30 años con el fin de brindarles herramientas que ayuden a la inserción en el mundo del trabajo.
El desafío es grande y se lleva a cabo en tres talleres de un encuentro semanal con personas de todas las edades, quienes fueron seleccionadas por haber transitado capacitaciones relacionadas con la comunicación y el periodismo en las organizaciones sociales de las que dependen.
*Integrante de Hay Salida