Las primeras encuestas posteriores al cierre de listas para las elecciones primarias arrojaron resultados previsibles: los precandidatos y las precandidatas con mayor nivel de conocimiento lideran los sondeos. Pero no hay que dejarse engañar: esas encuestas son, apenas, una primera foto sobre el punto de partida de una campaña que, aunque es corta, recién inicia. De aquí en adelante los números irán variando.
Hay un dato que se repite en los sondeos: los políticos que hoy tienen responsabilidades de gestión fueron cayendo en la consideración social jalonados por el feroz impacto de la pandemia y de la crisis económica sobre la vida cotidiana. En cambio, los dirigentes recién llegados a la política tienen mejor imagen y, de momento, mayor intención de voto.
El mayor descontento social está posado sobre el gobierno nacional. En la provincia de Santa Fe, el presidente Alberto Fernández tiene mayor imagen negativa que positiva, mientras que el gobernador Omar Perotti aparece con números parejos y una mejor consideración respecto de los dirigentes nacionales. Cristina Kirchner tiene números altos de adhesión y de rechazo –a casi nadie le resulta indiferente su figura– y Mauricio Macri es, hoy por hoy, el político con peor imagen del país. Todo mérito de la desastrosa gestión de Cambiemos.
Con base en esos indicadores, las fuerzas políticas santafesinas definieron sus propuestas y eligieron a sus precandidatos. También en relación con esas percepciones irán ordenando sus mensajes de campaña. En Rosario la mayor preocupación –por lejos– es la inseguridad; luego aparecen otras problemáticas como el desempleo, la pobreza, la inflación y la pandemia. En los principales aglomerados urbanos del país la situación es parecida, aunque no está tan marcado el tema de la inseguridad que, desde hace al menos una década, constituye el principal desvelo de los rosarinos y las rosarinas.
En la Casa Rosada tomaron nota del malestar social generado por la persistencia de la pandemia y por el severo impacto económico de las medidas de restricción. Por eso, crearon un manual de estilo para que los precandidatos del oficialismo unifiquen sus discursos. Allí afirman que para recomponer el “optimismo” en el electorado se debe “reconstruir un mensaje positivo y a la vez realista, que reafirme que ya estamos recorriendo el camino hacia la vida que queremos”. Cristina ya había delineado esa bisectriz un mes atrás, cuando cerró un acto público con palabras que inspiraron la construcción de ese manual: “Vamos a volver a ser felices”.
En la hoja de ruta del Frente de Todos aparece un diagnóstico que conviene no eludir: reconocen que hay un nítido sentido antipolítica en buena parte del electorado y, para revertirlo, le sugieren a los postulantes hacer hincapié en el avance de la campaña de vacunación contra el coronavirus. Una de las frases recomendadas: “La vacuna es el punto de partida hacia la vida que queremos”. Y la idea-fuerza: “El 2022 va a ser un gran año para la Argentina ya que están dadas todas las condiciones”.
Los dos aparatos
Las primeras encuestas realizadas tras el cierre de listas muestran a Agustín Rossi liderando la interna del Frente de Todos en la categoría de senadores nacionales. Para que eso sea tendencia, tiene que sostenerse en el tiempo. Una tarea difícil porque el sector del Chivo, en alianza con la vicegobernadora Alejandra Rodenas, los senadores provinciales del NES, el massismo y el Movimiento Evita, enfrentarán a los aparatos de la Nación y del gobierno provincial. Ya se sabe: ninguna gestión pretende perder los comicios de medio turno; con el paso de los días se irá sintiendo la tracción de los aparatos oficialistas a favor de los precandidatos Marcelo Lewandowski, María de los Ángeles Sacnun y Roberto Mirabella.
En las dos primeras semanas de campaña Rossi concentró sus dardos casi exclusivamente en la figura del gobernador Perotti. A cada ataque, le devolvieron fotos y gestos. Cuando el Chivo acusó al mandatario de pretender “robarse al peronismo”, el presidente salió a respaldar públicamente a Perotti y a sus postulantes; cuando Rossi lo acusó de apretar intendentes y presidentes comunales para que hagan campaña por sus precandidatos, Cristina recibió en sus oficinas del Instituto Patria a los integrantes de la lista del gobernador. Esos gestos, que acaso pueden pasar desapercibidos para el ciudadano de a pie que no sigue el día a día de la política, resultaron inequívocos y dejaron a Rossi en la incómoda posición de ser oficialista y al mismo tiempo retador.
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Con sus apariciones públicas en respaldo a la estrategia electoral del gobernador, Alberto y Cristina intentan ordenan la interna en Santa Fe, uno de los distritos en los que mayor atención pondrá el gobierno nacional en estas elecciones de medio término. Por su peso específico –Santa Fe tiene el tercer padrón más importante del país–, los resultados en la bota serán una imagen fidedigna de las fortalezas y las debilidades del oficialismo de cara a la segunda mitad de la gestión. Casi como un ensayo de laboratorio mirando hacia 2023.
Ante los aparatos de la provincia y de la Nación –puro presente y futuro–, Rossi intenta oponer una cierta nostalgia del 2008, año bisagra para el kirchnerismo. Al menos en esta etapa de la campaña –al fin y al cabo, una interna–, el ex ministro de Defensa eligió enfocar su mensaje en las lealtades de los dirigentes y no en las necesidades de la gente. Es cierto: él puso el cuerpo para defender a Cristina en su peor momento político. Pero eso fue hace 13 años; desde entonces, como sentenció alguna vez Macri, pasaron cosas.
El paulatino crecimiento de las figuras del oficialismo y el decidido aval de Alberto y Cristina a los precandidatos de Perotti ponen a Rossi ante el riesgo de que su propuesta sea tomada como un movimiento marginal dirigido a conservar su núcleo duro de votantes o, peor aún, como una candidatura testimonial.
Los desafíos del FAP
En el Frente Amplio Progresista (FAP) la precandidata socialista Clara García se puso al frente de la campaña que va a desembocar en las primarias de septiembre. En ese espacio se observa muy poca presencia de Mónica Fein, quien lidera la boleta de diputados nacionales a pesar de su ruidosa derrota en 2019.
El socialismo optó por recuperar algunos conceptos del discurso de Hermes Binner, sobre todo en lo referido a la supuesta discriminación de la Nación hacia Santa Fe en materia de recursos y obras públicas. Hay dos tópicos que se destacan en el mensaje de García: las críticas a sus rivales del oficialismo (“me rebela que algunos sean más leales al Instituto Patria que a la provincia”) y una evocación emotiva a los líderes de su partido fallecidos recientemente, Binner y Miguel Lifschitz.
Del otro lado, el intendente Pablo Javkin logró reunir a casi todos los espacios internos del FAP para enfrenar al socialismo orgánico en las primarias de septiembre. Los precandidatos apoyados por Javkin –Rubén Giustiniani, María Eugenia Schmuck y Fabián Palo Oliver– recorren la provincia en busca de instalar sus propuestas ante la opinión pública. La idea es clara: ya sin liderazgos excluyentes, que la ciudadanía ordene las cosas dentro de la coalición progresista.
Uno de los desafíos del FAP será sostener la unidad, una vez superadas las Paso, para poder mostrarse ante la sociedad con un proyecto concreto de poder para la provincia. Los resultados de las elecciones generales de noviembre dirán cuál es el punto de partida del nuevo FAP de cara a 2023. El otro desafío del progresismo santafesino es evitar que la grieta nacional los degluta, como ocurrió en las elecciones presidenciales de 2015.
Una interna feroz
La campaña de Juntos por el Cambio (JxC) en la ciudad y la provincia de Buenos Aires empezó tan picante que fue necesario que los líderes partidarios elaboren un código de convivencia para evitar que las bravatas y las acusaciones –amplificadas por los medios porteños– generen una ruptura política de que resulte imposible de recomponer.
Con algún grado menos de beligerancia, la interna de JxC en la provincia de Santa Fe también muestra a los adversarios circunstanciales dispuestos a casi todo con tal de tirarle tierra a sus rivales. En las primeras semanas de campaña se acusaron mutuamente de haber hecho pactos con el kirchnerismo mientras unos y otros hacen inventario sobre los precandidatos y las precandidatas que no viven en la provincia, pero buscan representar a los santafesinos. Hasta el momento hay un solo punto de acuerdo entre las cuatro listas de JxC: el odio visceral a Cristina Kirchner y al peronismo. Habrá que ver cuánto rinde ese discurso al momento de contar los votos.
A pesar de la aparición de figuras extrapartidarias en las boletas de los partidos más chicos –la boxeadora Alejandra “Locomotora” Oliveras por Unite, el cantante de cumbia Coty Hernández por Somos Futuro y el folclorista Orlando Veracruz por el Partido del Campo Popular–, hay poco espacio para los outsiders. Los tres frentes electorales predominantes concentrarán en las urnas, una vez más, el grueso de las voluntades de los santafesinos y las santafesinas.