El 27 de febrero de 1989 estalló en la capital de Venezuela una rebelión popular que duró hasta el 8 de marzo y fue denominada Caracazo. Meses más tarde, el 29 de mayo, otra revuelta social, “los saqueos”, tuvieron como escenario a Rosario. “El Caracazo marca un hito histórico al que los venezolanos le dan lugar muy destacado. (Hugo) Chávez y otros compatriotas lo han calificado como la primera insurrección contra las recetas del FMI y el neoliberalismo”, expresa Jaskel Shapiro, estudioso de problemas latinoamericanos que en su libro Del Caracazo a los Saqueos en Rosario en 1989 reflexiona acerca del marco, del panorama político, económico y social que conecta ambas experiencias históricas.
A 25 años de esos primeros acontecimientos venezolanos, Shapiro presentará su trabajo en la Facultad de Humanidades y Artes (Entre Ríos 758), el lunes 31 de marzo a las 19. La presentación contará con la participación, entre otros, de Cristina Delgado Arria, embajadora permanente ante el Mercosur.
“Los estallidos son una extraordinaria manifestación popular que tiene algunos rasgos particulares: son espontáneos, inesperados, aunque se mencionen situaciones de pobreza, de crisis, que pueden provocarlos. Son masivos, extraordinariamente masivos”, responde Shapiro a El Ciudadano y señala: “En Venezuela acababa de asumir el poder Carlos Andrés Pérez, el que se encontró con una situación tirante de crisis”.
Venezuela es un país cuya economía principal gira sobre la explotación petrolera, pero “debe importar alimentos, artículos industriales, ya que no tiene desarrolladas las ramas que deben aportar esos elementos fundamentales”, subrayó el militante social.
Según Shapiro, Pérez “agregó a la difícil situación las recetas clásicas del FMI, que llevaron a un fuerte aumento del costo de la vida; el costo del transporte fue un detonante, se generó escasez, especulación, lo que llevó a ese estallido o «sacudón»”.
“El gobierno respondió con una feroz represión. Las fuerzas represivas mataban cientos, miles. Un diario de Caracas en una de sus últimas ediciones de esos días ponía con llamativo título 800 muertos, pero luego se estimó en 3.000. Cementerios, morgues, desbordaban de cadáveres. Se cavaron fosas para sepulturas masivas”, refiere Shapiro.
El investigador también afirmó que esa rebelión social despertó otro tipo de respuesta de parte de las Fuerzas Armadas. “Se fue desarrollando un nucleamiento que se denominó MB200, en la Academia Militar, que fue incorporando importante oficialidad; funcionaba con las reservas del caso. Fue una respuesta al Caracazo. Además, entendían que se había mostrado una crisis política muy honda, crisis de representatividad, a lo que querían responder, pero diferenciados de los clásicos golpes de Estado del continente y de las dictaduras militares. Provocan una sublevación militar, en 1992, que no gana el poder, pero sí desarrolla un fuerte movimiento popular que gana elecciones en 1999 y se proyecta desde entonces a la actual situación de cambios”, explica Shapiro al describir el proceso que llevó al poder a través de las urnas a Hugo Chávez.
En tanto, en Argentina se daba una situación similar. “En nuestro país se vivía una situación de crisis también. A partir del 27 de febrero de 1989, fecha del Caracazo, comenzó el discurso sobre evitar en Argentina un nuevo Caracazo. El gobierno de Raúl Alfonsín tenía serias dificultades. Altísima inflación, 5.000 por ciento en 1989, altos precios de la canasta alimenticia, aumento de la pobreza, del desempleo, acosamiento de las derechas que retenían las liquidaciones de las exportaciones reclamando devaluación”, sostiene Shapiro. Agrega que de esa situación se llegó a las elecciones en las que triunfó Carlos Menem, quien reclamó un adelanto del traspaso del poder, ya rodeado por los economistas del establishment, como Álvaro Alsogaray, Domingo Cavallo y Alberto Alemann. Para Shapiro, estos personajes se cuidaron de que la situación no les explotara en las manos y, por eso, “la reacción popular se produjo antes que este grupo de neoliberales llevaran adelante sus ajustes”.
“El estallido se dio a fines de mayo de 1989. También fue masivo, en Rosario tuvo mayor intensidad, se decretó el estado de sitio y la ciudad vivió varios días con virtual toque de queda. El estallido fue espontáneo pese a que algunos quisieron ver instigación por una interna del partido gobernante en la provincia, delincuencia”, explica el economista rosarino.
En su análisis apunta que en ambas situaciones, la de Caracas y la de Rosario, la población se hizo de alimentos, más allá de que voces prejuiciosas hablen de otros enseres o de simple delincuencia. Al mismo tiempo, a diferencia de lo que aconteció en Venezuela, tras los sucesos de Rosario se implementaron en todo su accionar las políticas neoliberales que concluyeron con otra revuelta, aunque ésta ya en el plano nacional, en diciembre de 2001.