Ya no resulta tan fácil encontrar piezas musicales perdidas en el tiempo, aquellas que tal vez no tuvieron suficiente difusión o, directamente, fueron grabadas pero no fueron editadas y por allí quedaron las cintas conteniendo registros muchas veces increíbles, casi documentos de una época o de una banda o solista. Pero a veces ocurre y surgen registros que vienen a alimentar el derrotero de un género o a visibilizar ciertas manifestaciones musicales que enriquecen el panorama. En 2021 se editó Americano soy, un disco oculto del cantante y compositor argentino Carlos Bisso, front man de una formación que estuvo entre las más destacadas del rock-pop nacional y fue una de las más escuchadas a fines de los 60 y principios de los 70: Conexión N° 5.
Las cintas originales fueron rescatadas 48 años después por el investigador y escritor Mario Antonelli, con quien colaboró el melómano Zelmar Garín y la familia del propio Bisso, los que a la vez interesaron a Sony Music para que se conociera el material. Grabado en 1973, Americano soy muestra una faceta algo distinta de la practicada por el cantante hasta ese momento y en su lírica se pone en evidencia un compromiso con la práctica militante que caracterizaba la época, incluso desde el título del disco.
El álbum es una perfecta síntesis de rítmicas musicales como el jazz, el cancionero folclórico latinoamericano y las vanguardias experimentales que influenciaban el rock nacional de los setenta. En 1973 el país se movía al vaivén de luchas sociales obreras y estudiantiles, de acciones de las organizaciones armadas, donde la represión de las fuerzas de seguridad seguía intacta –y se profundizaría–, pero al mismo tiempo se avistaban posibles aires democráticos. Ese fue el contexto donde se materializó Americano soy, con temas que llamaban a cortar la inmovilidad para encontrar otra forma de vivir como “Dormido sin luchar” y “Llegará la libertad”.
Una banda idolatrada
Carlos Norberto Bisso era un músico que a mediados de los años sesenta solía subir a escenarios de la capital porteña con su guitarra y encarar covers de procedencia sajona, que una voz agraciada, de cadencias equilibradas y perfecta dicción volvía seductores y hasta parecían dar un lustre encomiable a las originales. El nomadismo de Bisso lo hizo visitar distintos espacios, desde los más recónditos en barrios porteños, donde a veces alguna trifulca apagaba la noche, hasta algunos más selectos donde podía escucharse música sin sobresaltos, salvo alguna insistencia para que hiciera un bis de temas como “Con tu blanca palidez”, de la banda británica Procol Harum o la balada “Sintiéndome triste”, de John Fogerty. Varias de esas noches, Bisso se calzaba unos estilizados guantes negros que luego serían parte de su identidad cuando un tiempo después armara su Conexión N° 5, la formación con la que se lo conocería masivamente. Esto ocurriría luego de que el productor Claudio Kleiman le propusiera armar una banda que comenzó llamándose Éxtasis y hacia fines de 1967 toma el nombre de Conexión N° 5, sobre todo a partir de un contrato firmado con la disquera RCA.
El grupo se conformó con Raúl “Cuervo” Tórtora en batería; Marcelo Trull en guitarra; Mario Ricciardelli en teclados, y Rubén Blanco en bajo y los géneros que abordaron fueron fundamentalmente el rock, el beat, el soul, la psicodelia y en su primer epé, de 1969, incursionaron en el bubblegum, un ritmo de impronta fácil y directa –no más de tres acordes– generado por bandas creadas por productores británicos y estadounidenses que apuntaba a captar adolescentes.
Como todo, hubo temas bien hechos y otros de ocasión, pero el subgénero pegó mucho y bandas como The Ramones –la hermosa versión de “Baby I Love you” es un ejemplo–; la banda de Joan Jett, The Runaways, Billy Idol e Iggy Pop, fueron fanas de ese híbrido. En ese epé de Conexión… uno de los temas se llamaba “Chewy Chewy”, que era un acabado ejemplo de este ritmo con aires psycho-beat, perteneciente a la banda norteamericana Ohio Express. Con su poderosa versión, y otros tres temas que integraban el disco, Conexión Nº5 vendió mucho más que la versión original. El tema se emparentaría con otro suceso discográfico llamado “Nobody by me”, un tema que popularizaron los estadounidenses de The Human Beinz y que animaba las boites y boliches bailables de la época y explotaba en las fiestas masivas de los clubes. La versión de Conexión N° 5 quedó sonando en el imaginario de casi toda una generación.
Guantes, camperas y patillas, todo en negro
Buena parte de los covers grabados por Conexión N°5 eran aún desconocidos en Argentina, e incluían canciones de The Doors, de los británicos The Equals, que arrasaron con ese éxito conocido como “Baby Come Back”, y del neocelandés John Rowles, también con la súper rankeada “Cheryl Moana Marie”, todas interpretadas en inglés. Hacia 1970, el cantante, que además de sus siempre enigmáticos guantes negros lucía coloridos trajes psicodélicos con típicos pantalones pata de elefante, se separa de la formación original y arma Carlos Bisso con su Conexión Nº 5, formación integrada por Bu Gathu en bajo; el inmenso Carlos Franzetti en órgano y piano; el también genial Osvaldo López en batería y Juan “Gamba” Gentilini en guitarra, quien reemplazó a Norberto Pappo Napolitano, que había tocado en vivo con la banda durante algunos meses. El destacado guitarrista Ricardo Lew y el bajista Adalberto Cevasco –enormes protagonistas de jam sesions– fueron parte de Conexión…, sobre todo en presentaciones en vivo y colaboraciones en estudio. Ya desde el lado más rockero, el mismo David Lebon anduvo haciendo gala de sus punteos. Todo, claro, bajo el influjo de la voz de Bisso. Décadas después, ya radicado en Estados Unidos, Franzetti reconoció que “Bisso, el querido negro, fue, para mí, no una, sino la mejor voz de nuestro país”. En el segundo álbum de Conexión…, en donde había temas como “Acuario, deja que entre el sol”, “Gotas de lluvia caen sobre mí”, el beatle “Obla-di-Obla-da” participó el guitarrista, compositor y director de orquesta Rodolfo Alchourrón, justamente moviendo la batuta, lo que dio al disco una calidad notable para esos tiempos.
Luego grabaron otro disco, ahora con un ligero cambio en el nombre de la banda, que pasó a ser Carlos Bisso y su conexión N° 5 y ya algunas canciones ocuparon los rankings durante varias semanas seguidas, como fue el caso de “Sing Sing Barbara”, de la banda norteamericana Mardi Gras; la ganchera “Venus”, de la banda holandesa Shocking Blue, y “Orgullosa Mary”, del Credence John Fogerty. La producción de la banda quedó registrada en numerosos discos simples y tres álbumes con las diferentes formaciones y títulos similares: Conexión número 5, Carlos Bisso con su Conexión número 5 y Carlos Bisso y su Conexión número 5.
Así como se hicieron características las cuidadas versiones de canciones universales en la voz potente y algo grave de Carlos Bisso, también lo fueron su imagen entre psicodélica –la estética del Swinging London hacía furor– y rockera cuyos emblemas fueron camperas negras de cuero, sus largas y excesivamente triangulares patillas de caudillo y sus insoslayables guantes de cuero negro en armonía con su grueso cabello color azabache. Bisso compuso algunos temas propios, uno de los cuales, “Mundo de odio” figuró en los tops de las radios más escuchadas. También ocurrió lo mismo con su versión en inglés de “Muchacha ojos de papel”, del Flaco Spinetta. En 1971 resultó ganador del Primer Festival de la Canción Argentina Para el Mundo, realizado en el Luna Park, con el tema “Qué difícil es vivir entero”. En ese mismo año fue protagonista de un cortometraje ganador de premios internacionales llamado Los buenos sentimientos, dirigido por Bernardo Borenholtz.
Una voz única
Y así, a mediados de 1973, Bisso editó un single con los temas “Americano soy” y la balada “Dame compañera”, este último compuesto por un militante chileno integrante del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), que recaló en su casa huyendo del golpe perpetrado por Pinochet en el país trasandino, y que alude directamente a una historia de la militancia. Pero esos dos temas fueron parte de un disco registrado que nunca vio la luz y durante casi 50 años se creyó perdido, el aludido Americano soy del inicio de esta nota, tal vez en sintonía con Sanata y clarificación (1972), del ya citado Rodolfo Alchourrón; con Bronca Buenos Aires (1971), del contrabajista y compositor Jorge López Ruíz; con Despertándonos en América (1972) y Muerte en la Catedral (1973), de Litto Nebbia; con Octubre. Mes de cambios, (1972), de Roque Narvaja, y hasta con Buenos Aires Blues (1972) o la opereta Tontos, del mismo años, de Billy Bond y la Pesada.
Quizás Americano Soy se constituya como uno de los puntos más altos en la trayectoria del cantante y seguramente quedarán en el misterio las razones por las cuales el disco no fue editado en su momento. Algunas versiones –de productores, de otros músicos– señalaron que las disqueras concebían a Bisso como la figura rutilante de Conexión N° 5 y desconfiaron de un registro más íntimo y honesto con su pensamiento, es decir, no creyeron que el disco fuera un suceso como los que tuvo con los grabados con su banda.
El álbum suena hoy con arraigo de época pero al mismo tiempo con una sustancia de clásico que lo vuelve moderno. Casi todos los tracks cuentan con exquisitos arreglos y tornan difícil la elección de unos sobre otros. Entre tantos buenos, igual destacan el tema del título del disco, de una bella poética que abraza la idea de la patria grande latinoamericana, y climas andinos impregnados por la sutileza de una flauta; “Quien te viera” y “Mejor me voy”, dos hermosas composiciones de uno de los pilares de la música uruguaya, Eduardo Mateo, que en la voz de Bisso cobran un brillo inusitado al tiempo que deja intacto el espíritu de las originales; también una versión impresionante por su envoltura marcadamente soul y blusera de “Los ejes de mi carreta”, de Atahualpa Yupanqui; la nostálgica “Muchacha, una noche”, con una cadencia fresca a la que la voz de Bisso provee de una expresividad única; la dulce y combativa “Dame compañera” reflejando las pérdidas y la confianza para recuperarlas; el rotundo “Dormido sin luchar”, con sus flautas traversas y violas remitiendo a climas que muy bien patentó Jethro Tull. La magnética voz de Bisso, su registro cautivante y repleto de detalles en su concepción hacen de este disco una pieza de indudable calidad, sin dudas un verdadero rescate de un cantante excepcional con una precisa conciencia social al servicio del gesto artístico.