Rosario tiene rincones mágicos, calles con raras historias, personajes entrañables y hasta una momia que, además, es única en el mundo. Es el cuerpo de una mujer que sufrió un accidente cerebro vascular hemorrágico y al que su esposo, un japonés experto en taxidermia, consiguió conservar intacto tras un trabajo minucioso de dos años. Estuvo, sin que nadie sepa, trabajando de forma artesanal con una técnica que hasta hoy es un misterio. Lo singular es que logró mantener intacto cada pelo, los poros de la piel y hasta las vísceras. Ese tesoro, de interés científico, está en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario
Eugenia Cabral, secretaria estudiantil y vicedirectora del Museo de Ciencias Morfológicas Juan Carlos Fajardo, que se encuentra dentro de Medicina, contó a El Ciudadano la historia de amor eternizada en el cuerpo de una mujer que hoy se encuentra bajo la custodia de la Facultad por una orden judicial.
Katsusaburo Miyamoto tenía 26 años aproximadamente cuando llegó a Rosario contratado por el Ministerio de Agricultura para trabajar en el Instituto Bacteriológico. “Era biólogo, médico veterinario y tenía una gran afición en botánica. Se dice que el padre de quien impuso la técnica de bonsái en Argentina y quién salvó al famosos pino de San Lorenzo en 1956 ó 57”, enumera Cabral. Miyamoto se hospeda en una pensión de quien será su futura esposa: Carmela Colombo, una italiana que enviuda y en 1926, aproximadamente conoce y se casa con el, hoy, reconocido, japonés.
“Ella se dedicó a tareas domésticas, eran una pareja muy hermética, sin hijos y no tenían gran contacto con la población, tenían muchas plantas y animales”, relata Eugenia haciendo referencia a la historia de la pareja que vivía en Riobamba 1058. Además explicó su afición por la taxidermia: tenía embalsamado todo tipo de animales, perros, gatos, lagartijas, etc. y todos con la misma técnica de conservación que utilizaría para su difunta esposa.
En 1968 Carmela sufre un accidente cardiovascular hemorrágico (ACV)y es internada en un sanatorio privado de la ciudad. Su estado era irreversible y su esposo consigue una internación domiciliaria ya que aún estaba con vida. Muere en su domicilio, Miyamoto consigue, no se sabe cómo, un certificado de defunción. Carmelita en vida expresó su deseo de ser momificada. Él llevo ese proceso con una técnica desconocida al día de hoy, “debe ser una técnica milenaria japonesa y secreta”, supone Cabral al relatar la historia de la momia más famosa del siglo XXI.
Minucioso, callado y artesanal trabajo
Miyamoto pasó unos dos años, con el cuerpo de su mujer postrado sobre un colchón y trabajando en su conservación. “El proceso de taxidermia que utiliza se desconoce, conserva todas sus vísceras, tiene los poros en la piel, no hay indicios de ningún tipo de incisión. Ha trabajado con inyecciones de centímetro por centímetro cuadrado, un silencio revelador, logra hasta tener intacta las piezas dentales, todos sus cabellos, incluso sus globos oculares, que luego él mismo reemplaza por unos de acrílico ya que se los lleva en un viaje que realiza por cuestiones personales a Japón y del cual no vuelve, porque fallece en su ciudad natal”, se sigue sorprendiendo la vicedirectora del museo al relatar la casi novela de amor rosarina.
Los ojos que ciegan el método
“Los ojos que se lleva de Carmela eran lo más próximo que podíamos tener para revelar la técnica que utilizó, para conocer la cristalización de la sangre o el reemplazo en la concentración iónica de la sustancia que tuvo que utilizar en todos su organismo”, lamenta Cabral.
Made in Rosario
Miyamoto tuvo que viajar a Japón por problemas personales y dejar a su esposa, ya momificada, en su domicilio. El cuerpo inmortalizado en una pose acostada y conservado intacto fue hallado y dispuesto por orden de Poder Judicial al resguardo en la Facultad de Medicina.
El japonés, en su tierra, intenta por todos los medios llevar al cuerpo de su mujer, pero no lo consigue. En 1970 lo pide para una exposición, deseo que también fracasa. Un año después, fallece en su ciudad natal.
“Es la única momia del siglo XX”, exclama Eugenia. Sin embargo reconoce que no se la ha tratado muy bien: no ha estado al resguardo de la exposición solar, ni de la luz artificial con lo cual ha sufrido un deterioro importante.
“Carmelita está acá, en institución pública y es difícil mantenerla, el objetivo de este museo no es ser expositor sino un lugar donde los alumnos vienen a trabajar y poner en prácticas las teorías sobre anatomía”, aclara. Es que si bien el museo es abierto a todos, es un espacio pedagógico. Pero debe resguardar las piezas, ya que son humanas: “Un principio moral del tratamiento del cuerpo humano”, explica. Cada dos años hay cursos de formación de disectores, “pero justamente Carmelita es una muestra de una gran técnica que no sirve para ver por dentro lo que los alumnos van a aprender”.
Pino de San Lorenzo
En 1957, autoridades locales le pidieron a Miyamoto que salvara el pino histórico de San Lorenzo. Y el japonés revivió al árbol, testigo del combate sanmartiniano. Descubrió una hormona vegetal denominada «auxesina», que regula muchos aspectos del desarrollo y crecimiento de las plantas. Hidrató las raíces y al tiempo volvió a dar sus tradicionales piñas.
Técnica de conservación local
La técnica actual de conservación de cuerpos, o partes de ellos, que se investiga en Rosario consiste en el reemplazo de la sangre por una sustancia de la misma consistencia. Se desarrolla, precisamente, en el Museo de Anatomía. Es una innovadora técnica en seco, un trabajo artesanal que tiene sus ventajas: en el museo hay piezas antiguas que conservan sus proteínas y se puede discernir entre una estructura vascular, una nerviosa y un defecto que es la oxidación: ese color característico de las piezas y que dificulta conocer realmente el tiempo de exposición.
En 1958 el Museo de Anatomía de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario puso en práctica un original sistema de
trabajo, único por entonces en el país: el denominado Museo Dinámico. Promovido por quien fuera su Director, Juan Carlos Fajardo, este
sistema consiste esencialmente en el préstamo de material anatómico en forma similar al habitual de libros en una biblioteca. Y la técnica antes mencionada se conoce con las siglas MAR (Museo de Anatomía de Rosario).