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Carrera hacia la muerte

Basada en hechos reales, “El vengador del hampa” toma la figura del ladrón y asesino llamado el Loco Prieto para describir un pulso de época marcado por el contubernio entre policías y delincuentes.

LITERATURA
El vengador del hampa
Ricardo Canaletti
Sudamericana,
431 páginas

Ricardo Canaletti es periodista y columnista de policiales en los noticieros de TN y Canal 13 y en la actualidad conduce el envío Cámara del crimen. De este modo desarrolló una buena cantidad de casos resonantes vinculados con crímenes, narcotráfico, cárceles, abusos policiales. En cuanto a libros lleva publicados algunos que compilan crímenes o hechos fuera de la ley emblemáticos de distintas épocas: Crímenes sorprendentes de la historia argentina; El caso Belsunce, El golpe al Banco Río y El caso Barreda.

Ahora Canaletti se va un poco más atrás en el tiempo de los tres últimos casos abordados, a la década del 60, y posa su mirada y escribe sobre un ladrón y asesino, objeto de las más variopintas crónicas, al que se conoció como el Loco Prieto, quien murió en circunstancias nada claras en su celda, llevándose probablemente una buena cantidad de secretos a otro mundo. Canaletti encontró un personaje que hubiera dado para un texto documental que analizara las aristas que dieron a Prieto su mote y la dimensión de sus correrías, la mayoría atravesadas por rencores y desprecios, que podrían ponerlo a la par de gente como Robledo Puch, por ejemplo. Pero Canaletti optó por la vía de la ficción para dar cuenta del Loco Prieto y, muchas veces esto posibilita una ampliación de los componentes que tipificaron sus delitos, desde su pensamiento y sus exiguas lealtades hasta sus relaciones con un entramado delincuencial cuyos miembros connotados eran policías y jueces.

 

El Loco Prieto en el momento de su detención cuando la Policía le suelta la mano.

Dividido en capítulos con nombres edulcorados pero gráficos como “Sangre más sangre: sexo», “Corto mano, corto fierro”, “Un hombre sin sonrisa”, entre otros, Canaletti va “dibujando”, si aceptamos esa acción como una descripción de carácter y perfil de su personaje, lo que permite vislumbrar una personalidad que vivía “al palo”, no tanto en relación a lo vertiginoso de su vida, sino por su absoluta falta de preocupación por el día después y, claro, por cualquier vestigio de futuro.

Esto le da a la narración un ritmo que sólo se ciñe a los movimientos del Loco, a sus asesinatos a sangre fría, a sus caprichos, al hieratismo ante ciertos golpes, que deja pasmados a sus compinches. Algo que en la jerga clandestina lo situó en el lugar de quien rompe códigos sagrados hasta entonces: Todo asalto era exitoso sólo si no tenía víctimas.

El disparador narrativo tiene un aura casi romántica: un delincuente que se suicida frente a la tumba de su esposa, graficado en un recorte de periódico que seducirá, en la actualidad de la acción, a Jordán, un cronista de policiales de un diario, ya un tanto hastiado de su labor, cuya curiosidad vuelve a circular en busca de una explicación para ese acto final de un hampón. Las pistas que irá encontrando lo llevarán directamente al Loco Prieto y a su banda, que asoló la Capital y el conurbano bonaerense, y que entró en el imaginario popular cuando liquidó a un policía durante un robo a la empresa Nestlé.

El otro rasgo sobresaliente del recorrido ficcional que practica Canaletti en su libro, es la descripción de los vínculos antes mencionados, con policías y jueces, y que protagonizan algunos personajes que luego adquirirían fama trágica. Allí ya, formando parte de una brigada aparece el comisario Almirón, uno de los gestores de la temible organización parapolicial Triple A.

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