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Carteles antiguos: la librería Ross resiste mudar el suyo

Por Agustín Aranda.- Su propietaria no quiere que la señalética que sigue colgada en plena peatonal Córdoba vaya a parar a un museo.

“Ross. Librero. Galería de arte”. En vivos rojos y celestes con fondo blanco y dorado. Figuras: una pluma de escritor y un libro abierto. Descascarado, oxidado y sin las luces de neón que una vez tuvo. A pesar de la implementación del nuevo Código Publicitario, que hizo desmontar más de mil carteles en la ciudad, esta tradicional señalética ubicada en peatonal Córdoba es uno de los elementos aéreos que se mantienen en la zona centro hace casi 40 años. Las renuevas normativas no amedrentaron a la propietaria de la librería, Silvina Ross, quien dialogó con El Ciudadano. Y no quiere que sea guardado en un museo sino “que quede donde está”.  Con 75 años en Rosario, la librería Ross es propietaria de uno de los seis carteles en la zona centro que han resistido la implementación de la normativa local para ordenar los letreros y evitar la contaminación visual. Completan la nómina de carteles el del cine El Cairo, en la zona de Santa Fe al 1100, el del extinto café Sorocabana, en Córdoba y San Martín, y también el de los antiguos (aunque reciclados) hoteles Majestic y Savoy, en la zona de San Lorenzo y San Martín. Tal como publicara este diario días atrás, el municipio analiza si conviene o no preservarlos en sus lugares. En caso de trasladarlos, el secretario de Gobierno, Fernando Asegurado, deslizó el Museo de la Ciudad como espacio propicio. También se analiza proteger (aunque en este caso cumple la normativa ya que no “sobresale” de la línea de edificación) el letrero del viejo Hotel Roma, ubicado en la zona de Santa Fe y Corrientes.

La polémica sienta sus bases en que este “trato preferencial” –ya que estos carteles no se adecúen al nuevo Código– puede desencadenar la queja de los mil comerciantes que ya tuvieron que bajar sus letreros para no ser multados.

La señalética de Ross se colocó en 1973. Sustituyó a una de similares dimensiones y factura que se quemó en 1971 tras un atentado a la librería. No hay registro fotográfico del anterior. Antes del fuego, el establecimiento funcionaba en la vereda de enfrente. En la parte de atrás de ese edificio vivía la familia Ross. Según contó Silvina Ross, las razones ni los responsables del incidente fueron aclarados. Tres años después del accidente, su padre encargó un nuevo cartel. “El cartel representa ese esfuerzo por resurgir. Hoy es denominado contaminación visual”, lamentó la librera.

De acuerdo con Ross, el cartel no tiene valor comercial o publicitario. “Mi familia ha luchado para hacer conocida una profesión: la de librero. Y es eso lo que reza el cartel. No somos comerciantes sino libreros y editores. Alojamos galería de arte, talleres y obras teatrales. Somos una institución”, aseguró la librera.

Para la dueña, la librería fue centro neurálgico de actividad cultural y recreativa de la ciudad durante muchos años. “La librería estaba abierta todos los días, inclusive sábado y domingo. Estaban los comercios y más de 10 cines en la década del 80”, agregó sobre el valor histórico del comercio.

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