El adorno de Navidad cuelga encima de la cabecera de una cama tendida, cumpliendo el rol de un crucifijo, un cuadro o una fotografía familiar. Es la única pertenencia que retuvo un hombre durante sus 20 años de internación dentro de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros, a 50 kilómetros de Rosario. También fue el único objeto personal que decidió llevarse del manicomio y colgar en la habitación de su nueva casa. No lo hizo solo. Otras personas, también ex pacientes que ya no necesitaban estar encerrados, convivieron y lo convirtieron en un hogar monitoreado por trabajadores de salud mental de Santa Fe.
Entre 2014 y 2016, el adorno, la habitación del hombre y otras escenas de la cotidianidad fueron registradas por la fotógrafa Isis Milanese. Desde 2018 su libro La vida después ofrece testimonios de tres casas asistidas de Oliveros, una experiencia que busca restituir derechos a personas usuarias de la salud mental en Santa Fe. En particular, acompañarlas a volver a la vida social, laboral y política afectada por el encierro.
Milanese es psicóloga y eligió la fotografía documentalista como disciplina. En 2014 estaba inmersa en una clínica con la realizadora Adriana Lestido, conocida por sus coberturas de la última dictadura civil militar de Argentina. ¿Recuerdan la imagen de una nena en brazos de una madre de Plaza de Mayo compartiendo un grito furioso? Si es así, saben quien es la fotógrafa.
En ese tiempo, Milanese se enteró de que recién se habían formado tres casas asistidas en Oliveros y pudo contactarse con Carolina Garbosa, una de las psicólogas que las monitoreaban periódicamente para ver que todo marchara bien. A Garbosa también le gustaba la búsqueda de Lestido de retratar la intimidad humana con respeto, delicadeza y sin solemnidad. Hicieron clic.
Semanas más tarde y previa autorización de todas las personas que vivían en las casas, Milanese se presentó junto a un enfermero en cada casa: una de hombres, otra de mujeres y la última de una paciente que pudo convivir con su pareja. “El tiempo de quienes tienen padecimientos subjetivos me parecía un tiempo suspendido porque no tienen, por ejemplo, un trabajo que les ordene las horas”, cuenta la fotógrafa a El Ciudadano y completa: “Quería ver cómo era eso. Y honestamente, es muy parecido a lo que hace cualquiera: salir por los mandados, cocinar, limpiar, socializar”.
Fotografías de una nueva salud mental
Milanese visitó cada viernes durante dos o tres horas las casas asistidas de Oliveros. Eligió horarios hogareños: el desayuno, el mediodía y la merienda. Trabajó respetando la intimidad, los límites de sus padecimientos y entendiendo que se necesita tiempo para generar confianza. Lo que no negociaba era llevar bizcochos porque, como sabe cualquiera, nunca es bueno llegar con las manos vacías.
Muchos viernes la fotógrafa no sacaba fotos. Acompañaba. Con el paso de las semanas el enfermero ya no fue necesario porque había formado relaciones con las personas en las tres casas. La mayoría le pedía que le sacara una foto tomando mate o con su mascota. Alguien incluso quiso una imagen de su árbol preferido. En las visitas siguientes, Milanese entregaba las fotografías impresas. No era poco. Había quienes no tenían ni una foto de sí mismas.
Al final de los dos años, y sin chance de continuar la experiencia por decisiones ajenas a ella, la fotógrafa reunió, imprimió y regaló un álbum a cada casa. “Funcionó como una parte de un hogar. Era testimonio de que alguien había existido en un lugar», recuerda.
Muestra en el Lumiere y libro de “La vida después”
Milanese sabe que muchas de las personas que fotografió ya no viven. Incluso la pareja que se había formado y estaba camino a casarse. Ella era propietaria de la casa y parte de la búsqueda de matrimonio era para que él no tuviese que volver a la Colonia si ella moría. Ella se fue primero y él volvió al psiquiátrico.
Entre 2016 y 2018, Milanese ordenó varias veces las fotos de las casas asistidas de Oliveros. Además de trabajarlas con otros profesionales de fotografía, eligió un grupo para imprimirlas y colgarlas en las paredes de uno de los salones del Cine Lumière, en zona norte de Rosario. A esa muestra le siguió otra similar en Casa Arijón, el centro cultural del barrio Saladillo, en el otro extremo de la ciudad.
Finalmente, y gracias a una convocatoria cultural del gobierno de Santa Fe, Milanese editó La vida después, un libro integrado por más de 25 imágenes. Hoy, 4 años más tarde y atendiendo un llamado de El Ciudadano, las sigue viendo como pruebas de que alguien existió aún con el borramiento que imprime un manicomio sobre las personas.